jueves, 20 de abril de 2017

Sobre las causas de la pobreza y la riqueza social.

        

        Tras la caída del Muro de Berlín de comienzos de los años 90’, si algo ha caracterizado al Frente Amplio desde entonces es el hecho cierto de haber renunciado a la vieja retórica de un supuesto ¨proletariado revolucionario”, caudillo y demiurgo de los cambios sociales.
        Aparece entonces, ante el fracaso estrepitoso del socialismo real, una nueva retórica basada en “los pobres”, así en abstracto, sin referencias concretas a diversas cuestiones que suelen ir de la pobreza de situación –desempleo relativo o cerrado-, a la pobreza de condición, desempleo abierto. Se sabe que hay gente que hoy está mal, pero mañana cuando se reactiva la economía consigue un nuevo trabajo, en cambio hay quienes ni ante un florecimiento económico pueden encontrar un lugar en el mundo. Sin especificar nada, se habla alegremente en favor de “los pobres”, como si la pobreza fuera una bendición del cielo y no algo que el gobierno debe disminuir y acotar. La pobreza no se combate, la pobreza se disminuye.
        Al fin y al cabo la Internacional Comunista también decía “¡Vivan los pobres del mundo!”, de modo que muy pocos podían sospechar el cambio de ropaje ideológico del viejo marxismo-leninismo, a una suerte de catolicismo, sin fe en nada trascendente.
        Aquí la Iglesia Católica juega realmente un rol deplorable, cuando hasta el mismo Papa Wojtyła dijo que con “la caída del comunismo los pobres” quedaban “sin nadie que los defienda”, como si esos regímenes de oprobio, no hubieran sido los grandes fabricantes de pobreza que la humanidad conoce en su historia.
        Mucho se ha discutido desde entonces en foros académicos, seminarios, conferencias y cursos sobre la causa por la cual unos países son ricos y otros pobres.
        Debate abierto si se quiere por lo incómodo y aparentemente enigmático del hecho de que en determinados lugares del mundo se viva bien y en cambio en otros se viva mal o muy mal.
        Preguntas incómodas que nadie sabe responder son por ejemplo las siguientes:
        ¿Por qué en Australia se vive bien y en la Argentina en cambio se vive mal, si ambos países tienen una casi idéntica matriz productiva? ¿Por qué Japón llegó a ser una potencia mundial si en el ‘45 tenía dos bombas atómicas encima y en cambio Argentina que entonces era el “granero del mundo”, se convirtió en uno de los lugares en donde se vive peor, con un 32 por ciento de gente por debajo del nivel medio de pobreza, o sea, indigentes?
        ¿Por qué en la China de Mao se vivía tan mal y ahora China es una de las principales potencias del mundo?
        Se han dado incluso fenómenos extraños: en el año ’20 se vivía mejor en Hong Kong que en Londres, pese al hecho de que éste era una colonia británica. Más allá de que en Hong Kong había libre comercio y economía política clásica y en el Reino Unido el laborismo con su política “redistributiva” apagaba el incendio de la post guerra con gasolina, hay un hecho: en la colonia se vivía mejor que en la metrópolis.
        Ante esta realidad muy difícil de explicar, se han intentado varias interpretaciones.
        Se ha dicho que la causa de que unos sean pobres y otros ricos está en el clima y que en lugares en donde hace mucho frío no hay posibilidad de gente vaga durmiendo en la calle o en las plazas públicas. Donde hace mucho frío todos tienen que trabajar y ganarse la vida, la gente vive de puertas adentro y tiene un núcleo selectivo de amistades, en cambio donde el clima es tropical el robo, la vagancia y la falta de deseos de trabajar que el calor agobiante suele generar, es la causa de la pobreza, la inequidad, la injusticia social y niveles altos de inseguridad ciudadana. Esto, que en parte es verdad, no explica la razón por la cual en la Patagonia argentina se viva tan mal y en Islandia, en donde el clima es más benigno gracias a la corriente de México, el nivel de vida sea de los más altos del mundo.
        También, pero sin especificar claramente la causa, se ha dicho que en el Norte hay algo que está bien y en cambio en el Sur hay algo que está mal: si es así, entonces por qué Finlandia bajo dominación ex soviética vivía tan mal y hoy es una de las potencias de la Unidad Europea.
        Otros sostienen que la verdadera causa está en la cultura. En países que priorizan la educación y la cultura universal se vive bien, en cambio en donde hay atraso, ignorancia y analfabetismo, inexorablemente se está llamado a vivir mal. Si es así, porque entonces Francia que es uno de los países más cultos del mundo, no es una potencia como Estados Unidos, en donde solamente uno de cada mil personas lee un libro.
        La causa por la cual unos países son ricos y otros pobres sigue pues, siendo enigmática. Ante ésta dificultad por entender qué es lo que realmente sucede hay quienes han sostenido que la razón de fondo está en la religión predominante.
          En países en donde predomina el protestantismo se vive mejor que en países católicos, porque allí imbuidos de la idea de un supuesto pecado original sin solución, hacen de la familia un negocio y del negocio una familia, en cambio en los países católicos, como creen que el pecado original se corrige con arrepentimiento, nadie hace nada por sí mismo para salir a flote en la vida y todos esperan que los demás, el gobierno, las instituciones, la sociedad le resuelva su problema. Además el catolicismo hace un culto a la pobreza, como si ser pobre fuera una bendición camino a la salvación colectiva y no algo que hay que superar en la vida.
        Si es así, como lo han comprendido algunos sectores de la Iglesia que se dieron cuenta que para ayudar a los demás hay que tener dinero, porque el dinero es poder y en cambio si se es pobre no se está en condiciones de ayudar a nadie, y que ser rico no es malo, malo es hacerse rico robando, la explicación que atribuye la pobreza al catolicismo como tal, no explica cuál puede ser la razón por la cual en la tan católica España, se viva mejor que en México que es uno de los países más católicos del mundo. Es indudable que si bien lo religioso influye algo, como enseñaba Max Weber, no suele ser la causa determinante de la riqueza o la pobreza, como para hacer de eso una razón crítica a encarar seriamente.
        Si bien es cierto que la etnografía, esa disciplina científica que describe los pueblos y sus culturas, es una ciencia poco desarrollada que está en la etapa de la recolección de datos, y que tiene muy débiles hipótesis de trabajo y ninguna teoría, la única explicación que se puede encontrar hasta ahora acerca de por qué unos son ricos y otros pobres, es el hecho de que son familias las que hacen a la calidad de vida de los pueblos.
        En Pernambuco bajo dominación holandesa se estaba muy por encima que en cualquier otro lugar de Brasil, en Malvinas se vive muy distinto que en Santa Cruz, la comunidad italiana en la Argentina lleva un nivel de vida superior a los mapuches, la comunidad alemana en Paraguay está mejor puesta que los guaraníes, cualquier comunidad de descendientes de extranjeros en Brasil –bandeirantes-, se encuentra mejor ubicada en la vida que los descendientes de africano. Esto es así porque son familias, las que hacen a la riqueza o pobreza de un país.
        Es un hecho fácilmente constatable que la indigencia, la miseria y la pobreza persistente y sin salida en todos los lugares de la América hispana, tiene cara de indio, pinta de campesino y cuerpo de mujer y niño. En cambio los niveles de vida que están mejor tienen el rostro de otras familias.
        La lucha por disminuir la pobreza entre nosotros los uruguayos, ha pasado por abrir la sociedad al inmigrante. La dolorosa desaparición del gaucho y su conversión penosísima en paisano y tropero de una campaña des ruralizada a partir de 1850 es un claro indicador de que la riqueza o la pobreza de un país, pasa por el tipo de familias que lo habitan.
        Si el Frente Amplio realmente quiere acotar los niveles de pobreza, que se deje de razonar como un curita medieval y que empiece a abrir la economía uruguaya al exterior.



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