miércoles, 28 de diciembre de 2016

Los años que corren



        El año que finaliza se caracterizó por una oleada de populismo que puso en cuestión a la Unidad Europea y cuya primera grieta fue el Brexit.
        Junto a esto el reciente rechazo popular a la reforma constitucional que propuso el Primer Ministro italiano Matteo Renzi, se da en un país que es miembro fundador de la Unidad Europea y que representa la octava economía del bloque. Estaría pautando no tanto un populismo, como el surgimiento del euro escepticismo. Mientras en Italia el clima económico siga siendo incierto, el camino al populismo será un hecho.
        Los movimientos populistas globalmente considerados en Europa de izquierda a derecha, ya llevan ganados el 10 por ciento de los votos en 16 países.
        Todos sabemos que existe Europa por el pacto implícito entre Francia y Alemania, de modo que un avance populista en estos países, pondría en serias dificultades a todo el bloque. Se rompería el equilibrio como cuando la guerra del 14’ o la guerra del 39’.
        Estamos aquí en presencia de un descontento generado por las inequidades de la globalización, la relación costo-ganancia en el proceso de integración, en donde no se le ve proporcionalidad, las presiones inmigratorias para una Unidad Europea que después de la crisis de 2008, perdió 14 millones de empleos, una enraizada crisis económica y los atentados terroristas.
        En todos lados se acusa a la élite política de un crecimiento tibio, de generar muy pocos empleos, y de gobernar para el sistema financiero.
        Hay como consecuencia una crisis de los partidos tradicionales y un crecimiento del recelo y la desconfianza.
       Si tomamos por ejemplo Francia, con un mensaje enemigo a la emigración, los musulmanes y a Europa, el Frente Nacional se consolida cada vez más. No es nada improbable que Marine Le Pen, pase a segunda vuelta, compitiendo con el líder de la derecha tradicional, François Fillon. Entre las promesas de Le Pen está hacer un referéndum en 2017, como el Brexit, para salir de la zona Euro.
        En Alemania Angela Merkel ya está recibiendo cuestionamientos por su política abierta, que ha posibilitado la entrada de 1.200.000 inmigrantes y los problemas que han causado desde acosos sexuales a actos terroristas.
        Los cinco comicios regionales celebrados este año que finaliza, llevaron al partido populista de derecha, Alternativa a resultados inéditos por ser una formación hasta entonces sin importancia y que ahora se perfila como la tercera fuerza política.
        En Holanda El Partido para la Libertad que dirige Geert Wilder, según sondeos, le pronostican el 25 por ciento de los apoyos.
        Son todas tendencias que pueden ser frenadas bajo alianzas insólitas entre la izquierda clásica y la derecha tradicional, pero que están indicando un derrotero claro: en la medida que la economía no mejora ha de seguir avanzando éste fenómeno.
        Aquí creo yo que hay una confusión de conceptos en ciertas cuestiones básicas. El gran error de la Unidad Europea ha sido no darse cuenta que eso que llamamos Patria, Nación o País, en realidad es la moneda. Un país que renuncia a su moneda, renuncia al derecho de señoreaje y al curso forzoso. Perdido eso, otros, la Pirámide como le dicen en Europa, serán quienes digan cuanto puede y debe tener de masa monetaria cada uno. Allí está la pérdida de soberanía, no en el pobre inmigrante que busca trabajo y viene a hacer más competitiva la producción por la baja de los costos. Es un hecho que los trabajos que agarra un inmigrante, no los quiere el nacional.
        El otro error es creer que la soberanía nacional se defiende aislándose del mundo. Lo que vuelve más soberano a un país es la interdependencia de una economía complementaria con las demás.
        El proteccionismo debe ser relativo y proteger exclusivamente a algunas industrias básicas, no a todos los productos. Por ejemplo: ¿Uruguay produce relojes? ¿Televisores? ¿Computadoras? Es evidente que no tiene sentido proteger esto. En cambio la lechería hace a la matriz social de la campaña. Por ende, los aranceles no pueden ser los mismos. Esa es la protección básica.
        Ya los productores rurales en Europa dijeron que no están de acuerdo que se negocie la producción agropecuaria en un posible Tratado de Libre Comercio con el Mercosur. Lo mismo ocurre con el subsidio agrícola en Estados Unidos. Hasta aquí la puja sectorial en donde el Estado juega un rol bonapartista entre los diversos agentes intervinientes. Cerrarse indiscriminadamente como hicieron los K en Argentina, es demencial, porque para exportar hay también que importar.
        Inglaterra por ejemplo, tiene ahora tremendas dificultades para irse de la Unión Europea. El que votó el Brexit no es porque quiera aislarse del mundo, sino porque si ha de recibir inmigración quiere que sea calificada, como en Australia y no indiscriminada.
        Los países progresan cuando explotan sus ventajas comparativas y las economías que funcionan son las que han sabido hacerse complementarias. Querer volver a la baja edad media, balcanizarse y vivir en autarquía es la utopía reaccionaria de las izquierdas latinoamericanas y las derechas europeas.
         Confundir aquí los tantos, no ayuda y termina favoreciendo la prédica de un aislacionismo utópico, sin tener en cuenta que hoy quienes gobiernan el mundo, ya no son los Estados Nacionales, sino las grandes corporaciones multinacionales. 





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