martes, 27 de diciembre de 2016

Argentina: La reactivación que no llega



        La economía argentina no repunta de la crisis impresionante a la que fue llevada por los Kirchner’s.
        Hubo varias ingenuidades por parte del gobierno. La más importante fue ponerle fecha a la reactivación. Es como si un médico dijera: “¡Usted se va a curar dentro de 45 días y 8 horas!”. ¿Cómo sabe en un proceso biológico el tiempo exacto que se demora para curarse? Con la economía sucede lo mismo: El segundo semestre no trajo la reactivación.
        El gobierno de Macri en economía hizo una política heterodoxa a nivel del gasto público, pero ortodoxa en lo monetario. El retraso cambiario, que a la salida del cepo bancario había sido correctamente eliminado, hoy ha vuelto y a los argentinos Uruguay, que es un país caro, les parece barato. Técnicamente, dicen los economistas argentinos, que si se toma la fórmula del M1, se la multiplica por el M2 y se la divide por el M3, el dólar cuando pasó de 9 a 15, debió en realidad pasar a 25.
        Esta situación en dónde si el dólar aumenta, aumenta todo y si está planchado, igual las cosas siguen aumentando, es endémica, no se le puede achacar al gobierno de Macri. Lo sufrió Alfonsín, cuando debió enfrentar a las empresas formadoras de precio, que fueron las que lo terminaron derrocando.
        El drama de la inflación en Argentina es de siempre: El gobierno haga lo que haga, no la controla, ni poniendo un revólver sobre la mesa al estilo Moreno.
        Argentina requiere un cambio estructural al cual nadie se siente llamado, porque el costo político, en un país en donde hay comicios cada dos años, es muy alto y esa situación no deja gobernar.
        La política de Macri apostó a bajar la inflación generando iliquidez en plaza, abriéndose a las importaciones como mecanismo que atestigua e impide el alza permanente de los precios, y planchando el dólar. Política que le funcionó a Martinez de Hoz y a Menem, pero que al parecer en esta coyuntura actual, con todas las macro variables alteradas por el kirchnerismo, parece no dar los resultados esperados. Si a eso se agrega que creció el gasto público y que los dólares que tiene el Banco Central son para pagar deuda externa, que ahora será mayor por la suba en las tasas de interés, se podrá apreciar que la reactivación en dicho país es una operación bastante compleja y difícil.
        Los países crecen exportando y abriendo su economía al exterior. Nadie crece vendiéndose a sí mismo. Si hace eso, se come la plusvalía, la ganancia.
        La inflación se controla de varias maneras, generando iliquidez en plaza, bajando los encajes bancarios y fomentando el ahorro interno. No hay porque devaluar en un círculo vicioso en donde al final todo acompaña al dólar y eso se siente, no tanto sobre el consumo, sino sobre los costos internos, hecho éste que termina generando un parque industrial ocioso.
        Lo que a veces no se contempla cuando se mira la realidad argentina con ojos uruguayos, es la gran diferencia entre ambos países en términos macro económicos. En Argentina las empresas formadoras de precios son las que trabajan para el mercado interno, en cambio en el Uruguay son las empresas importadoras. Eso hace que Uruguay puede tener el dólar planchado más allá de cierto tiempo, por lo general 10 años, en cambio en Argentina planchar el dólar no resuelve nada.
        El pacto social o pacto nacional, no es solamente un problema de carácter salarial y sindical, en donde todo el peso del ajuste recae sobre el salario real como la variable de ajuste, el acuerdo nacional es básicamente lograr la estabilidad macro económica.
        Cambiemos tiene cosas muy positivas. Un equipo técnico que viene del sector privado y sabe cómo son las cosas, un alto nivel de calificación y responsabilidad y globalmente considerado más allá de algún caso que le moleste a Carrió, gente honrada. Eso es lo bueno, pero tiene falencias, como es el hecho de que no saben trabajar en equipo y en temas que son vitales, entran en rencillas internas que trascienden a la opinión pública. Generan conflictos innecesarios, por hablar demasiado, en donde lo que prima es la falta de coordinación interministerial.
        Gobernar es el arte de conducir hombres y unificar un pensamiento claro hacia adentro, con un discurso lo más escueto hacia afuera. No alcanza con tener solvencia técnica, se necesita cintura política y capacidad de persuasión.
        La reciente expulsión de Alfonso Prat-Gay del Ministerio de Economía es un claro ejemplo de la ausencia de manejo político y sentido de trabajo en equipo, en alguien muy valioso en lo técnico como fue el ex Ministro.
        Tal vez nadie le reconozca el enorme mérito de haber salido del cepo cambiario y haber logrado el acuerdo con los  vulture fund o holdout. El problema de él, es el carácter peleador, polémico e intransigente. El encontronazo que tuvo con el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, por la velocidad de la suba de las tasas, con el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, en donde quería más despidos de lo que llamaba “grasa militante”, la disputa con Alberto Abad, el titular de la AFIP, en torno a la reglamentación del blanqueo de capitales; tuvo otro encontronazo con el Ministro de Energía, Juan José Aranguren, por el tema del tarifazo del gas.
        Demasiado para gente gradualista.
        Fue Prat-Gay un fusible de recambio por errores de carácter y personalidad, en una política de la cual, no es el único responsable. Macri le hizo una dura advertencia a su Ministro: "Tenés diez puntos en relaciones con el mundo económico internacional. Tenés diez puntos en la mirada estratégica de la economía. Pero tenés cero en cuestiones de ego. No quisiera tener que desprenderme de vos por estas razones", le dijo.  Disentía con la composición del gabinete y no se sentía cómodo. Había demasiados personalismos políticos. Macri le pidió la renuncia antes de que la pidiera él.
        Prat-Gay es un momento de la Argentina, el gabinete hoy pierde peso específico y pasa por 8 Ministerios, por lo cual hoy el Presidente es el único fusible. 
        La fragmentación de las decisiones económicas en el marco de una falta de resultados, exige acelerar los tiempos cuando corre un año crucial en lo electoral para el gobierno. Cómo no hay resultados en la inflación y el desempleo, alguien tenía que salir del gabinete.
        
        
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