He tratado de ser excesivamente cauto en lo que respecta a
una valoración de Donald Trump. Por varias razones.
En primer lugar porque todavía no asumió la Presidencia y
todos sabemos que las promesas de una campaña política se las lleva siempre el
viento. De modo que antes de emitir un juicio frente a un discurso que no
comparto, pero que fue exitoso para lograr el objetivo que se propuso, hay que
analizar primero las medidas concretas que se adoptan. Que suban o bajen las
bolsas de valores en virtud de las declaraciones de Trump está indicando que
los mercados bursátiles son cualquier cosa, menos mercados signados por la
oferta y la demanda. Es evidente, que hay poderosos intereses económicos que
quieren que a Trump le vaya mal y que no responden a las leyes de mercado.
En segundo lugar, es indudable que el mundo que defiende y
añora Trump es el de la era industrial, el de aquel Estados Unidos de la post
guerra en donde las grandes multinacionales se abren al mundo, el dólar
sustituye al oro y los acuerdos de Bretton Woods realizados en un complejo
hotelero con dicho nombre entre el 1 y el 22 de julio de 1944, van a signar los
acuerdos monetarios y financieros de las Naciones Unidas, que le permitió a
Estados Unidos un dinamismo económico en principio monetario. Ese mundo entró
en crisis en 1968 cuando comienza a bajar la tasa de ganancia y las empresas
tienen que mega tecnificarse para optimizar sus ganancias. Por estudios de
inteligencia artificial que se hicieron ya en los años 50’, se podía en ese
entonces automatizar absolutamente todo. No se hacía por razones sociales en virtud
del impacto que se iba a generar sobre el empleo. Pero la posibilidad técnica
estaba. A partir del 68’ los grandes capitales, ante la detracción de los
mercados sobresaturados y la baja en la tasa de ganancia no tuvieron más
remedio que ir a un cambio tecnológico significativo en el modo de producción.
Los puestos de trabajo que se perdieron, no es tanto por la
apertura inevitable de la economía norteamericana, sino por ese proceso de
tecnificación cibernética. ¿Quién quiere ser hoy tipógrafo, linotipista,
fotógrafo, tenedor de libros o tener un oficio como se lo concebía en aquellos
años? Esos puestos no vuelven más y la culpa no la tienen los chinos que
supieron con sabiduría hacerse a las nuevas tecnologías.
Trump habla para la antigua clase media poco instruida, hoy
clase media baja o desempleada, que se la agarra con el inmigrante, con China, con los capitales que optimizan sus
ganancias en el exterior y que no tiene forma de hacerse a este proceso de
cambio tecnológico imparable.
Trump no ve que el estudiante de hoy en un futuro no tan lejano
va a terminar trabajando en actividades que hoy no existen y que a partir de
2020 se avecina un cambio de paradigma en tecnología. Son las computadoras
virtuales de segunda generación y el proceso de informatización ahora abarca no
a la industria, sino al sector terciario.
En tercer lugar de aplicar Trump su política y lograr cerrar
la economía norteamericana a como era cuando la post guerra, época en que
Estados Unidos vendía para el mercado interno un 80 por ciento de lo que
producía y para el externo un 20 por ciento, el primer perjudicado ha de ser él
y los intereses corporativos que están representados en su gabinete. No se
vuelve más a aquella época, porque al cambiar el modo de producción, también se
vieron transformadas las relaciones de producción y la división internacional
del trabajo. Hoy los países no valen por su materia prima. El cobre, el zinc,
el manganeso no significan nada, sino el valor agregado, el conocimiento puesto
en un micro chip o los códigos de un programa informático.
En cuarto lugar es falso pensar que el mundo depende de
Estados Unidos, pero éste no depende del mundo, cuando hoy en día lo que
caracteriza la realidad económica mundial es la interdependencia es un error de apreciación muy grande y primitivo.
Está formando un gobierno de super ricos con un enorme
potencial para el conflicto de intereses en la función que como funcionarios
estatales deben cumplir. No priorizó Ministros que sepan cómo se aprueban las
leyes en el Congreso; de modo que lo que hasta ahora se puede decir, es que representa
un gobierno sin experiencia y cintura política para encarar las negociaciones
que inexorablemente se dan en el relacionamiento de los poderes entre sí.
Si alguien menos impulsivo y más sereno quiere hacer la de
Trump, se calla la boca y aplica el paquete que tiene en mente, pero así
encarado entre furias y berrinches es poco probable que pueda concretar alguno
de sus objetivos.
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