martes, 20 de diciembre de 2016

Donald Trump en este presente incierto



        He tratado de ser excesivamente cauto en lo que respecta a una valoración de Donald Trump. Por varias razones.
        En primer lugar porque todavía no asumió la Presidencia y todos sabemos que las promesas de una campaña política se las lleva siempre el viento. De modo que antes de emitir un juicio frente a un discurso que no comparto, pero que fue exitoso para lograr el objetivo que se propuso, hay que analizar primero las medidas concretas que se adoptan. Que suban o bajen las bolsas de valores en virtud de las declaraciones de Trump está indicando que los mercados bursátiles son cualquier cosa, menos mercados signados por la oferta y la demanda. Es evidente, que hay poderosos intereses económicos que quieren que a Trump le vaya mal y que no responden a las leyes de mercado.
        En segundo lugar, es indudable que el mundo que defiende y añora Trump es el de la era industrial, el de aquel Estados Unidos de la post guerra en donde las grandes multinacionales se abren al mundo, el dólar sustituye al oro y los acuerdos de Bretton Woods realizados en un complejo hotelero con dicho nombre entre el 1 y el 22 de julio de 1944, van a signar los acuerdos monetarios y financieros de las Naciones Unidas, que le permitió a Estados Unidos un dinamismo económico en principio monetario. Ese mundo entró en crisis en 1968 cuando comienza a bajar la tasa de ganancia y las empresas tienen que mega tecnificarse para optimizar sus ganancias. Por estudios de inteligencia artificial que se hicieron ya en los años 50’, se podía en ese entonces automatizar absolutamente todo. No se hacía por razones sociales en virtud del impacto que se iba a generar sobre el empleo. Pero la posibilidad técnica estaba. A partir del 68’ los grandes capitales, ante la detracción de los mercados sobresaturados y la baja en la tasa de ganancia no tuvieron más remedio que ir a un cambio tecnológico significativo en el modo de producción.
        Los puestos de trabajo que se perdieron, no es tanto por la apertura inevitable de la economía norteamericana, sino por ese proceso de tecnificación cibernética. ¿Quién quiere ser hoy tipógrafo, linotipista, fotógrafo, tenedor de libros o tener un oficio como se lo concebía en aquellos años? Esos puestos no vuelven más y la culpa no la tienen los chinos que supieron con sabiduría hacerse a las nuevas tecnologías.
        Trump habla para la antigua clase media poco instruida, hoy clase media baja o desempleada, que se la agarra con el inmigrante, con  China, con los capitales que optimizan sus ganancias en el exterior y que no tiene forma de hacerse a este proceso de cambio tecnológico imparable.
        Trump no ve que el estudiante de hoy en un futuro no tan lejano va a terminar trabajando en actividades que hoy no existen y que a partir de 2020 se avecina un cambio de paradigma en tecnología. Son las computadoras virtuales de segunda generación y el proceso de informatización ahora abarca no a la industria, sino al sector terciario.
        En tercer lugar de aplicar Trump su política y lograr cerrar la economía norteamericana a como era cuando la post guerra, época en que Estados Unidos vendía para el mercado interno un 80 por ciento de lo que producía y para el externo un 20 por ciento, el primer perjudicado ha de ser él y los intereses corporativos que están representados en su gabinete. No se vuelve más a aquella época, porque al cambiar el modo de producción, también se vieron transformadas las relaciones de producción y la división internacional del trabajo. Hoy los países no valen por su materia prima. El cobre, el zinc, el manganeso no significan nada, sino el valor agregado, el conocimiento puesto en un micro chip o los códigos de un programa informático.
        En cuarto lugar es falso pensar que el mundo depende de Estados Unidos, pero éste no depende del mundo, cuando hoy en día lo que caracteriza la realidad económica mundial es la interdependencia es un error de apreciación muy grande y primitivo.
        Está formando un gobierno de super ricos con un enorme potencial para el conflicto de intereses en la función que como funcionarios estatales deben cumplir. No priorizó Ministros que sepan cómo se aprueban las leyes en el Congreso; de modo que lo que hasta ahora se puede decir, es que representa un gobierno sin experiencia y cintura política para encarar las negociaciones que inexorablemente se dan en el relacionamiento de los poderes entre sí.
        Si alguien menos impulsivo y más sereno quiere hacer la de Trump, se calla la boca y aplica el paquete que tiene en mente, pero así encarado entre furias y berrinches es poco probable que pueda concretar alguno de sus objetivos. 



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