jueves, 8 de diciembre de 2016

Brasil en su peor momento histórico



        No bien uno analiza la crisis política en Brasil, lo primero que salta a la vista es el hecho cierto de que más que cerrarse una crisis se abre otra mayor.
        El actual gobierno tiene básicamente dos desafíos por delante; por un lado la corrupción, incluida la del gobierno y por otro, una recesión que es la peor en la historia que haya sufrido Brasil.  Durante este período que corre por delante  Michel Temer, tendrá que darle legitimidad de ejercicio a un mandato que deviene de un juicio político.
        El gobierno pretende una enmienda constitucional para congelar los gastos públicos por 20 años, la reforma del sistema previsional y la flexibilización de la legislación laboral. Medidas anti populares por naturaleza, pero necesarias para cerrar las cuentas del despilfarro populista.
        Hay que considerar que a nadie le gusta pagar los platos rotos mientras contempla la más obscena y promiscua corrupción.
        De acuerdo a las cifras del Ministerio de Planificación con una población cada vez más envejecida, el sistema de previsión social tendrá este año un déficit de 46.000 millones de dólares.
        Hoy Brasil está ante una verdadera lucha de poderes. Los congresales se auto votan la impunidad y la Suprema Corte de Justicia acepta las denuncias de supuesta corrupción formuladas contra el Presidente del Senado, Renán Calheiros, acusado de recibir coimas de una constructora para el pago de la pensión de una hija. Por 8 votos contra 2, el Poder Judicial pone en cuestión a un hombre de confianza de Temer, en el preciso instante en que el Senado ha de votar un ajuste de la economía.
        Esta conjunción de corrupción hacia adentro y austeridad para los demás es explosiva y le quita toda posibilidad de gobernabilidad a Temer. Ni siquiera la capacidad de administrar simplemente la crisis.
        En Brasil se dio en el correr de estos años un fenómeno que es nuevo en su historia. Normalmente la política no era relevante allí para el hombre medio que se manejó siempre con otras señales para moverse en la realidad. Fútbol, Carnaval, fiestas, macumba, candomble, capoeira son parte del paisaje de la vida cotidiana en ese país. Pero en lo que va del último período la sociedad fue entrando en un proceso de politización creciente, como lo demuestran los permanentes cacerolazos ante los diversos temas de la agenda política. Lo que significa que la gente está tan indignada, como informada y politizada.
         Mientras los diputados aprueban una ley de intimidación a la Justicia para impedir las investigaciones, la misma gente que aprobó el Juicio Político a Dilma sale furiosa a manifestar en contra. Como explicarle a ésta gente que si Rousseff fue oficialmente investigada por obstrucción a la Justicia, una ley ahora la cercene y la impida.
        Michel Temer no logra consolidar su gobierno y en esta lucha de poderes con la Suprema Corte de Justicia el Presidente se encuentra en el peor momento, porque como ya sabemos por la historia reciente que hemos vivido en América Latina, cuando hay vacío de poder, el poder busca su vacío.
        Todo esto se enmarca en un panorama económico tétrico. Desempleo del 10 por ciento, inflación galopante, un retroceso del 5,4 del PIB en el primer trimestre, un retroceso en todas las actividades económicas, incluida la agropecuaria que era lo que por ahora se venía sosteniendo.
        Sin embargo es la industria la que experimenta la mayor caída, 7,3 por ciento, llevada en picada por el descenso de la elaboración de maquinaria y automóviles.
        Las inversiones en su octava caída bajaron a un 17 por ciento menos, la construcción cae un 6,2, los servicios un 3,7, el comercio un 10,7, y el consumo de las familias un 6,3. Solamente el sector exportador registró un buen resultado.
        El comercio exterior de Brasil con el mundo es lo que está atemperando el desplome general de su economía. Podrá por esta vía recuperarse, pero de allí a la recuperación del empleo hay un gran trecho. Es evidente que como sostiene Edinho Silva la economía va al final a reponerse, porque esa es la historia económica de Brasil; siempre un producto, desde los tiempos de Pao Brasil lo salvó de la debacle económica. Cuando no fue el caucho, fue el hule, el plástico o el cacao.
        El gran tema es como este gobierno maneja la gobernabilidad cuando en lo que va del último período el aumento del consumo fue lo que caracterizó a las familias brasileras, que ahora se encuentran ante la pobreza cerrada.
        El agotamiento del modelo consumista y el pasaje a un modelo de sociedad constrictiva, es lo más penoso de lo que allí ocurre. Los datos oficiales que se divulgan sostienen que el consumo de los hogares brasileños cayó 4,5 en 2015 y 6,3 por ciento en 2016, después de 11 años seguidos de aumento.
        Corrupción, malestar generalizado, modelo económico agotado, y fundamentalmente crisis de confianza en las empresas y negocios, generan una parálisis en las inversiones, en donde nadie ve claro cuál puede ser la luz al final del túnel. 




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