No bien uno analiza la crisis política en Brasil, lo primero
que salta a la vista es el hecho cierto de que más que cerrarse una crisis se
abre otra mayor.
El actual gobierno tiene básicamente dos desafíos por
delante; por un lado la corrupción, incluida la del gobierno y por otro, una
recesión que es la peor en la historia que haya sufrido Brasil. Durante este período que corre por delante Michel Temer, tendrá que darle legitimidad de
ejercicio a un mandato que deviene de un juicio político.
El gobierno pretende una enmienda constitucional para
congelar los gastos públicos por 20 años, la reforma del sistema previsional y
la flexibilización de la legislación laboral. Medidas anti populares por
naturaleza, pero necesarias para cerrar las cuentas del despilfarro populista.
Hay que considerar que a nadie le gusta pagar los platos
rotos mientras contempla la más obscena y promiscua corrupción.
De acuerdo a las cifras del Ministerio de Planificación con
una población cada vez más envejecida, el sistema de previsión social tendrá
este año un déficit de 46.000 millones de dólares.
Hoy Brasil está ante una verdadera lucha de poderes. Los
congresales se auto votan la impunidad y la Suprema Corte de Justicia acepta las
denuncias de supuesta corrupción formuladas contra el Presidente del Senado,
Renán Calheiros, acusado de recibir coimas de una constructora para el pago de
la pensión de una hija. Por 8 votos contra 2, el Poder Judicial pone en
cuestión a un hombre de confianza de Temer, en el preciso instante en que el
Senado ha de votar un ajuste de la economía.
Esta conjunción de corrupción hacia adentro y austeridad para
los demás es explosiva y le quita toda posibilidad de gobernabilidad a Temer.
Ni siquiera la capacidad de administrar simplemente la crisis.
En Brasil se dio en el correr de estos años un fenómeno que
es nuevo en su historia. Normalmente la política no era relevante allí para el
hombre medio que se manejó siempre con otras señales para moverse en la
realidad. Fútbol, Carnaval, fiestas, macumba, candomble, capoeira son parte del
paisaje de la vida cotidiana en ese país. Pero en lo que va del último período
la sociedad fue entrando en un proceso de politización creciente, como lo
demuestran los permanentes cacerolazos ante los diversos temas de la agenda
política. Lo que significa que la gente está tan indignada, como informada y
politizada.
Mientras los diputados
aprueban una ley de intimidación a la Justicia para impedir las
investigaciones, la misma gente que aprobó el Juicio Político a Dilma sale
furiosa a manifestar en contra. Como explicarle a ésta gente que si Rousseff
fue oficialmente investigada por obstrucción a la Justicia, una ley ahora la
cercene y la impida.
Michel Temer no logra consolidar su gobierno y en esta lucha de
poderes con la Suprema Corte de Justicia el Presidente se encuentra en el peor
momento, porque como ya sabemos por la historia reciente que hemos vivido en
América Latina, cuando hay vacío de poder, el poder busca su vacío.
Todo esto se enmarca en un panorama económico tétrico.
Desempleo del 10 por ciento, inflación galopante, un retroceso del 5,4 del PIB
en el primer trimestre, un retroceso en todas las actividades económicas,
incluida la agropecuaria que era lo que por ahora se venía sosteniendo.
Sin embargo es la industria la que experimenta la mayor
caída, 7,3 por ciento, llevada en picada por el descenso de la elaboración de
maquinaria y automóviles.
Las inversiones en su octava caída bajaron a un 17 por ciento
menos, la construcción cae un 6,2, los servicios un 3,7, el comercio un 10,7, y
el consumo de las familias un 6,3. Solamente el sector exportador registró un
buen resultado.
El comercio exterior de Brasil con el mundo es lo que está
atemperando el desplome general de su economía. Podrá por esta vía recuperarse,
pero de allí a la recuperación del empleo hay un gran trecho. Es evidente que
como sostiene Edinho Silva la economía va al final a reponerse, porque esa es
la historia económica de Brasil; siempre un producto, desde los tiempos de Pao
Brasil lo salvó de la debacle económica. Cuando no fue el caucho, fue el hule,
el plástico o el cacao.
El gran tema es como este gobierno maneja la gobernabilidad
cuando en lo que va del último período el aumento del consumo fue lo que
caracterizó a las familias brasileras, que ahora se encuentran ante la pobreza
cerrada.
El agotamiento del modelo consumista y el pasaje a un modelo
de sociedad constrictiva, es lo más penoso de lo que allí ocurre. Los datos
oficiales que se divulgan sostienen que el consumo de los hogares brasileños
cayó 4,5 en 2015 y 6,3 por ciento en 2016, después de 11 años seguidos de
aumento.
Corrupción, malestar generalizado, modelo económico agotado,
y fundamentalmente crisis de confianza en las empresas y negocios, generan una
parálisis en las inversiones, en donde nadie ve claro cuál puede ser la luz al
final del túnel.
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