miércoles, 7 de diciembre de 2016

Reflexiones a un año del triunfo de Cambiemos



        Los argentinos por la boca mueren y aun así, ni hablando se entiende la gente.
        En política el que explica pierde, al final se carece de credibilidad. No hay que explicar tanto. Una cosa es comentar la política y otra hacerla. Es un hecho que los que gobiernan no leen y los que leen no gobiernan.
        En la actividad política la palabra mata a la acción y la mejor manera de decir es hacer, porque de lo contrario se está vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Un Presidente cuanto menos hable mejor.
        Como enseñaba entre nosotros Carlos Vaz Ferreira hay que aprender a distinguir las cuestiones de palabra de las cuestiones de hecho, porque muchas veces se piensa de la misma manera en cuestiones de hecho y se levanta una polvareda que conduce al disenso por cuestiones de palabra.
        La herencia maldita que le dejó Cristina es un hecho, pero no puede ser el único argumento que tiene el gobierno. Lo que solo sabe decir. Un gobierno se conoce después de los 100 primeros días. Estamos a un año y ya se puede tener una visión de sus lineamientos generales y estilo de gobernar. Para expresar lo que ocurre con la herencia maldita quiero ser gráfico: Si uno se casa por segunda vez, no va a sostener el nuevo matrimonio hablando pestes del anterior. La gente no vota un comentarista, vota a quien visualiza que puede resolverle los problemas.
        El principal problema que tiene Macri son los ricos. Decir que los representa es falsificar la realidad.
        Los ricos lo aplauden, lo ovacionan, pero como están a la espera, no invierten un peso. Como diría Ortega y Gasset, la burguesía no cree en nada, ni en Dios y desconfía, duda de todo. Por eso René Descartes y su “Discurso del Método” fue tan importante en el proceso de tomar distancia de la fe religiosa. El capital es cobarde y los que lo tienen miran con desconfianza a todo el mundo. Si a esto, que es propio de los operadores económicos, se le suma el hecho actual en que la gente vota anti políticos y outsaiders por la situación dada de que el discurso y la palabra está en descredito general, un gobierno que habla tanto sufre el desgaste innecesario que la retórica presidencial siempre genera. Se lo cuestiona por el estilo de decir y no por la gestión de gobierno.
        Da la impresión que los ricos se sentían mejor con lo anterior.
        Hoy Macri sufre el poder. Administra la coyuntura, pero para gobernar necesita las mayorías parlamentarias que podría darle las elecciones de 2017.
        Macri tiene a su favor a una oposición torpe, cerril y desconcertada. Gente que se quedó sin el gobierno y que se creía tan impune como eterno. Una oposición que perdió de vista la célebre frase de Vernet: “Es tan tonto estar en contra en el primer año de un gobierno, como estar a favor durante el último”.
        El peronismo, ese diabólico y perfecto invento del poder, desde el poder, ahora comienza a olfatearlo y se lanza de lleno a una campaña electoral. Es éste el de hoy, un partido sin jefe lo cual, para ellos es todo un problema serio. Se ha dicho, no sin razón que dicha fuerza política es como una casa de tres pisos. En el de abajo están los militantes, en el segundo los que gobiernan y hacen lo que quieren y arriba de todo, el Presidente o la Presidenta, que por ser el jefe o la jefa, tiene impunidad verbal para decir cualquier cosa. Quieren desmarcarse de Cristina, pero no tienen con quien confrontarla. Se ha dicho que son capaces de apoyar a un muerto, pero cuando lo van a enterrar, allí todo el mundo se entera que en realidad nunca lo vieron, ni estuvieron con él. Estamos hablando de una fuerza política en donde se puede ir de un Menem privatizador a un Kirchner estatista y a nadie le importa eso, pero si se va del peronismo al radicalismo o a Cambiemos empiezan a hacer oposición destituyente. Es lo que hasta ahora han tratado de evitar, pero no es nada improbable que sea lo que de aquí en más van a hacer.
        Hay varias razones por la cual la economía argentina no arranca y las tan anheladas inversiones no le llegan. Se podría decir incluso, que lo que allí ocurre es una película que nunca quisiéramos ver en el Uruguay.
        Entre las causas de la ausencia de una lluvia de inversiones se encuentra el gran tema de la inseguridad ciudadana. Los grandes inversores cuando eligen un lugar, lo primero que miran es la carga tributaria, que tanto en Argentina como en Uruguay es asfixiante, luego la carga social y salarial que vuelve oneroso producir y finalmente, la inseguridad ciudadana.
        Tratar de delincuente a la policía que debe proteger a la sociedad contra el delito, es sencillamente un suicidio colectivo.
        Si a esto que observan los inversores, se le agrega el posible retorno del populismo que destruyó a ese país en lo que va de los últimos 70 años, la lucha contra la corrupción que es también combatir a los corruptores y la ausencia de garantías jurídicas, cartón completo.
        El peronismo cuando deja el gobierno lo entrega con la culpa servida. Es el clásico mandato del General: “Otros vendrán, que bueno me harán”, propio de un Luís XV cuando dijo: “Después de mí el diluvio”. Siempre se preparan para repartirse el regreso.
        La mecánica política que utilizan es muy simple: Con el cuento de la justicia social despilfarran y roban, “se la llevan toda”. Entregan un agujero negro a un perfecto gil que se ve obligado a ajustar el gasto público y reordenar la economía llevándose la culpa de todo. El país empieza a encarrilarse y ellos se aprontan para el retorno. “Volveremos y seremos millones”, dijo el Pocho, después de dejar las arcas del Estado vacías y así fue.
        Hasta que no quede demostrado que se puede gobernar con el peronismo en la vereda de enfrente, va a ser realmente difícil que alguien invierta allí. Siempre existe el peligro de terminar sufriendo el manotazo rapiñero de la negrada. 



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