sábado, 26 de diciembre de 2015

Dispuestos a derrotar a la historia, siguen sin aprender de sus lecciones.

         Hay un hecho político que lo he venido consignando en varios posts, cuando he dicho que nunca segundas partes fueron buenas.
        El triunfo de Vázquez 2, como el de Dilma 2, Cristina 2 o Bachelet 2, “por izquierda” o el de Menem 2, Sanguinetti 2, “por derecha”, por decirlo de alguna manera, han sido la tumba de los crack.
        Lo mismo ocurre en Estados Unidos, tras cada reelección venimos a enterarnos que el mandatario era algo espantoso, tanto en Francia con Miterrand o en España con Felipe González. Así hubo que esperar a que Clinton fuera reelecto para notificarnos que le metía cuernos a la mujer, que Miterrand ganara nuevamente, para recién allí saber que en la época que era maqui, colaboraba con los nazis o que Felipe González triunfara otra vez, para recibir la noticia de que alentó casos espantosos de corrupción.
        De la multiplicidad de causas por las cuales éste hecho es así, algunas son fácilmente constatables, otras, en cambio, merecerían un análisis más fino del entramado económico y social que sostiene el reeleccionismo y las nuevas exigencias del electorado, que no calibra los cambios de época, las variables macro económicas y el clima moral de cada momento.
        Una de las tantas causas y posibles lecturas por las cuales siempre, indefectiblemente ocurre esto, lo constituye el hecho de que cada mandatario es hijo de un estado de ánimo colectivo.
        La gente no es, como se suele pensar, lo que vota. Nadie es blanco porque vote un día al Partido Nacional o colorado porque a la salida de la dictadura vio con buenos ojos a Sanguinetti y quería el cambio en paz. “Paz para los cambios, cambios para la paz”, o del Frente Amplio porque como no lo podía ni ver a Seregni, le pareció que Tabaré Vázquez era un caudillo como Wilson y entonces lo vota en 2004.
        Lo que la partidocracia y sus maquinarias quedantes no contemplan, es que quien fue una vez Presidente de la República, lo fue en función del clima político y la atmósfera moral en el estado de ánimo colectivo de ese momento. Se agarran de un peso pesado en política, como significa el haber sido Presidente de la República, como quien en plena borrachera, se ve obligado a agarrarse de un poste, por la sencilla razón de que carecen de una figura de recambio, con igual visibilidad en la opinión pública.
        Así, todos le hemos reconocido a José Batlle y Ordoñez 1, el haber pacificado el país, pero eso no significa que tengamos que estar de acuerdo con el estatismo cerril expropiatorio de las inversiones británicas que funcionaban bien, propia de Batlle y Ordoñez 2.
        Todos hemos visto en Hipólito Yrigoyen 1, el ascenso de los sectores medios a la vida política argentina y el inicio de una sociedad de oportunidades en pleno Estado Liberal. La estampa de Carlitos Gardel de aquellos años, representó el triunfo de los de abajo, de que un morocho del abasto pueda triunfar en la vida y convertirse en el zorzal criollo. Esto no significa que tengamos que estar de acuerdo con el pésimo manejo que hizo “El Peludo” Yrigoyen, cuando la crisis del 29’.
        Dijo Homero Manzi sobre Yrigoyen recordando el momento en donde fue a saludarlo de la mano de la madre: “Mi candidez de niño lo vio allí tan grande como era, tan grande como luego no pudo verlo, mi inteligencia de hombre”.
        Todos hemos visto en Getulio Vargas 1 un simpatizante de los nazis que puso a disposición de Hitler el puerto de Santos, eso no negó a nadie a reconocer que en el 50’, el Vargas del Estado Novo era un republicano cabal y si “lo suicidaron” mientras se despedía por radio, es porque las fuerzas que lo impulsaron para un segundo mandato, no estaban de acuerdo con el manejo que quería hacer, con eso del “O petróleo e nosso”.
        Lo he dicho en varios posts durante ésta campaña electoral: Miren que éste es otro Vázquez. No es aquel que quería mover las raíces de los árboles y les gritaba desde los asentamientos precarios a la gente: “Cambien, cambien”, hasta que al final el único que terminó cambiando fue él.
        El estado de ánimo del uruguayo de las pasadas elecciones, no es aquel que venía de la devaluación de mediados de 2002. Doce años de distancia es mucho hoy en día.
        No es lo mismo la época en donde Internet costaba la llamada telefónica y había que entrar y salir rápidamente, hasta llevarse una sorpresa a fin de mes en la cuenta de Antel, que la época en dónde el 60 por ciento de los hogares uruguayos está conectado a Internet y son las redes sociales un actor político más.
        Vázquez 2 viene a descubrir ahora que los primeros nueve meses fueron de terror y que nunca tuvo tantas dificultades para gobernar.
        No estamos en 2005, en donde al asumir la Presidencia de la República, los delegados sindicales decían que no se lo puede combatir igual que a los partidos tradicionales y que hay que darle tiempo, sino en la época en donde si no le dan aire, es porque ya tuvo tiempo.
        El reeleccionismo es malo porque no posibilita la necesaria renovación partidaria, pero fundamentalmente, porque prohíja la más descarada corrupción, al comprar tiempo hasta que precluyan los delitos fiduciarios de la primer gestión de gobierno.
        El único aquí que habla claro es Ricardo Lagos cuando dice que en el Chile del siglo XX dos presidentes “volvieron, y esos dos presidentes están en los libros de historia por lo que hicieron en la primera Presidencia”. Se refiere a Emiliano Figueroa Larraín y a Juan Esteban Montero Rodríguez, aunque habría que incluir a  Arturo Alessandri Palma. Más allá de eso sostiene Ricardo Lagos: ”no: no estoy dispuesto a derrotar la historia”.
        No quiero ni pensar lo que va a ser el pobre Uruguay con un cisplatino y aprendiz de Sarratea todo junto a la vez, como Facundo reelecto, en un contexto regional en donde Argentina y Brasil van a la política exactamente opuesta a la de su barrakatunda.
        ¿Vamos a ser todos rehenes de nuevos gargajos del anarquismo bakuninista y del Mujic ruso atrasado?



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¡Hasta Carlos Gardel que le cantó Adelante a Yrigoyen,
participó en su derrocamiento!
¡Lo que sería Yrigoyen 2!