viernes, 25 de diciembre de 2015

Debilidades de los partidos fundacionales.

        Una matriz FODA es un análisis de las Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas que se tienen en el logro de nuestros objetivos.
        En éste post me voy a centralizar en las debilidades que los partidos fundacionales tienen para ganarle al Frente Amplio.
        En sociología se habla de grupo primario –la familia-, y de grupo secundario –las instituciones bajo las cuales vivimos-. Grupos secundarios son la jardinera, la escuela, el liceo, la Universidad, el gimnasio, los centros de trabajo, las Parroquias, los sindicatos, las agremiaciones y demás.
        El hombre se socializa en la acción primero en la familia y luego en los grupos secundarios.
        Si se observa la realidad de los pueblos del interior, por ejemplo, vemos que la existencia de muy pocos grupos secundarios, pone en la familia, la escuela rural y las Parroquias prácticamente, todo el peso de la socialización colectiva. Esto hace del hombre de campo adentro una persona con poca sociabilidad que al emigrar de allí sufre un cierto choque cultural. En cambio en Montevideo, la existencia de muchísimos grupos secundarios, teatro, cine, sindicatos, clubes de fútbol, lugares para jugar a las cartas, al ajedrez y demás, convierten al citadino en un individuo más socializado. Si salimos del Uruguay y vamos a Buenos Aires veremos que la cantidad de actividades que existen, hacen del porteño un hombre más amplio que el montevideano y así sucesivamente.
        El tema de los grupos primarios y secundarios no se agota aquí. Los partidos políticos que tienen más presencia en los grupos secundarios y el sindicalismo suele ser el más importante de todos, son quienes llevan una ventaja superlativa, aun estando en minoría numérica electoral.  
        De este modo, nos encontramos que el Partido Nacional no tiene perfil montevideano, pese a tener una presencia permanente en todo el país.
        En lugares en donde existen pocos grupos secundarios y la familia es el articulador de la socialización del individuo, la apertura a la realidad nacional la determina el Club Político cuando las campañas electorales. Cuando uno ve la manera de hacer política en el interior tiene la sensación de estar en el Uruguay de hace 50 años atrás. Es el doctor dirigiéndose a la gente por parlante desde un balcón y los partidarios ensobrando listas.
        “Los amigos de Juan Berterreche” abren un local partidario que funciona determinados días a la semana. La gente está partidizada y mira muy bien en quien ha de depositar su confianza al votar.
        Los partidos tradicionales allí, pese a que no tienen grupos secundarios, logran un alto nivel de prédica con una población que sigue los edictos municipales desde la radio y apenas lee periódicos con mucho aviso económico y alguna información de las actividades municipales.
        Entre la arbolada de viejas esquinas, bajo los patios virreinales y las calles angostas sentimos que estamos en otro aire. Como si el tiempo entretenido en recuerdos se hubiera detenido, escuchando desde un ómnibus interdepartamental, un tango que ya no se escucha en Montevideo, tenemos así la clara percepción que allí la respuesta política de la gente puede no tener nada que ver con la sensación que vivimos en Montevideo de que lo que aquí vemos es la realidad nacional. La presencia de José Gervasio Artigas se vuelve patente, porque estuvo en todos lados.
        Al hombre del interior le preocupa la realidad de su departamento, en cambio al montevideano la realidad nacional, de modo que para entender a cada lugar hay que ver los conflictos internos que allí se están dando en las fuerzas políticas intervinientes.
        En Montevideo es diferente, porque son los grupos secundarios los que politizan a la población en su conjunto. Así una huelga salvaje, puede cambiar el parecer de la opinión pública. Es aquí en donde el Frente Amplio encontró una forma novedosa de hacer política a la peronista, que consiste en no decirse del Frente e inventar un plebiscito por cualquier cosa que tenga un mero carácter movilizador y social.
        Esta ventaja que el Frente Amplio tiene en los grupos secundarios, contrasta notablemente con la debilidad política bajo la cual argumentan cuando tienen que defender sus políticas. Ellos no discuten políticamente, sino administrativamente, siempre polemizando con su ultra izquierda, que elección tras elección, les va pasando la factura, para demostrar luego, que son peor de lo mismo.
        El Partido Colorado que fue en su tiempo quien tenía una presencia casi monopólica en los grupos secundarios, excepto en el sector de la salud, se siente como en el cuento de Cortazar, “La Casa Invadida”. Creen que el Frente Amplio los usurpó y no se dan cuenta que el batllista clásico no era izquierdista, ni por equivocación, pero que al jubilarse puso a su hijo en ese lugar de la Administración Pública y el hijo o la hija, se hicieron del Frente Amplio.
        No es que el Frente Amplio sea batllista –es cualquier cosa menos batllista-, sino que el espacio del partido colorado lo ocupa el Frente Amplio, por una cuestión de crecimiento vegetativo y generacional.
        Esto lo confunde al Partido Colorado y lo pone en una situación que no sabe manejar. No se da cuenta que debe ganar aquella gente que un día se le fue. La gente colorada, exceptuando un 3 por ciento, la tiene clara en un balotaje, pero lamentablemente, la dirigencia que hoy existe allí, no se dio cuenta de nada y perdió el rumbo en el preciso instante que la emprendió contra Jorge Batlle, por el imperdonable delito de haber apoyado la reelección del Intendente blanco de San José, José Luis Falero.
        Jorge Batlle no merece que le hagan eso, cuando los blancos sin chistar, le permitieron ser Presidente de la República.
        Hoy el Partido Colorado no tiene grupos secundarios en todo el país, exceptuando el Departamento de Rivera, en cambio el Partido Nacional carece de grupos secundarios solamente, en Montevideo. Al Partido Colorado le sucede a nivel nacional, lo que al Partido Nacional en Montevideo. Por eso Jorge Batlle con su olfato político, saltó el muro y dio esa respuesta valiente. En el pasado hubiera sido un suicidio político, como lo demuestra el caso de Guadalupe cuando se hizo pachequista.
        Obsérvese el siguiente escenario hipotético. Según el último Censo, en el Uruguay viven 3.251.526 personas, de los cuales casi dos millones viven en Montevideo y un millón trescientos mil en el interior. Si bien ya no existen fenómenos de macrocefalia como en el pasado, porque la tendencia de la gente del interior es emigrar hacia los departamentos de la costa, la aglomeración de casi dos millones de personas, pone a Montevideo en una relación de 2 contra 1. Puede suceder –no digo que suceda-, que los partidos fundacionales ganen raspando las Intendencias de todo el país y sin embargo, pierdan las elecciones, por el desbalance que Montevideo genera. El 53 por ciento de la población montevideana, que es con lo que ganó el Frente Amplio, es todo el interior.
        Es evidente que Uruguay precisa no un Partido de la Concertación, sino una Mesa de la Unidad Democrática, como en Venezuela.


Si no puedes verlo haz click aquí