lunes, 2 de noviembre de 2015

No están a la altura del país que gobiernan.

      En el Uruguay actual existen dos posiciones claramente contrapuestas y que me disculpe el adversario tradicional colorado, por lo que voy a expresar aquí.
  Por un lado, está éste gobierno y su fuerza política en lo que bien podríamos definir como de esquizofrenia ideológica. Esquizo en griego quiere decir corte ambiental, frenia, mente, es un corte mental con el ambiente que conduce al disociamiento de la personalidad.
Se lo ve cuando defienden incondicionalmente a Venezuela y los que no piensan igual dentro de dicha fuerza política les tienen miedo a los otros y esto es así, aunque no paguen, vendan humo y entre pompas de jabón y otras yerbas, nos tengan a cuento.
  Es adherir a lo de Cuba, la peor tiranía jamás vista y con 16 mil desaparecidos en un tipo de sociedad degradada vuelta experimento genético de las multinacionales y lo laboratorios.
Es vivir proyectando la culpa y atacando a los demás con cosas que definen nada más que su propia mentalidad: La de vivir llorando la milonga y arrastrarse por el piso de cualquier manifestación callejera, lanzar pompitas de jabón y venderle a cada estúpido el humo que precisa.
Es opinar como marxistas puros y duros que no se enteraron que el último tren dejó de pasar, porque nadie les dijo nada en esa fuerza política.
Es vivir condenado a girar en redondo, borrando con el codo lo que se afirma con la mano y sin asumir responsabilidad alguna, inventar enemigos de paja para consumo internista de Comité de Base.
Es un modelo de país de un asistencialismo sin contraprestación en donde es mejor vivir de Planes Atorrantear a la peronista, que ser soldado raso y luchar contra el abigeato y la defensa de las fronteras.
Es no importarles nada que la rentabilidad de las empresas con el dólar planchado, la carga tributaria, los beneficios sociales, la rigidez del mercado laboral y los costos no transables -agua industrial, luz industrial-, pongan al Estado como un socio en las ganancias y ante la pérdida se desentienda.
Es vivir gritando paguen y paguen, mientras roban a cuatro manos en los Entes Autónomos y los Servicios Descentralizados.
Es creer que los demás se chupan el dedo y que los tres millones trescientos mil uruguayos tenemos que ser cautivos de los problemas internos de ellos, como si todos pertenecieran a esa fuerza política.
Por el otro lado, la única opción de gobierno creíble, seria y adulta es la del partido nacional que encarna lo mejor de la tradición artiguista desde los viejos tiempos del Libertador Juan Antonio Lavalleja a la fecha.
Me hice blanco de chico por el cariño enorme que le tenía a Lavalleja, quien siempre le fue fiel a José Gervasio Artígas.
El partido nacional hoy tiene, como diría el Viejo Herrera, la grave responsabilidad de sacar del pantano todos los delirios embarrados que de 2005 a la fecha sufre el Uruguay.
Estamos hablando de un partido de centro, que si se lo mira desde el punto de vista de la correlación de fuerzas internacional es de centro izquierda y desde la perspectiva uruguaya es de centro puro.
El Uruguay de hoy se precipita al parecer por el barranca abajo de una degradación, que como le gusta decir a Vázquez no se detiene, porque vivir en ignominia arrodillado representa el modelo de país que vino para quedarse y es irreversible e irrevocable.
Es evidente que para todo frentista su peor enemigo es el otro frentista y en una piñata a la nicaragüense tienen a todo el país de rehén de su propia incapacidad de consensuar políticas convincentes.
Todos ellos, parecen decir: «¡Agarrate gaviota que no vas a ver otra!» y manotean tratando de colgarse del camión por donde pueden, allí en donde no entra más nadie que el círculo de íntimos de Su Aldad y los «especialistas en asuntos especiales».
Es indudable que nos espera cuatro años de codazos interminables, patadas por debajo del paño, pellizcos, tocaduras de cola y ultras por todos lados, bajo una conflictividad que sacada de contexto, como diría el paisano: «No tiene trastienda».
Mientras el gobierno trata de sacarse el lazo con las patas, su fuerza política no lo deja gobernar y donde uno o dos o tres se les retoben, se queda sin un solo proyecto de ley que se apruebe. Tienen que comprar la aquiescencia a lo Lula como en el Menselao o gobernar por decreto como Pacheco Areco, porque con cánticos floridos a la «uniá» no van a ningún lado hoy en día.
A su vez como lo demuestra la representación testimonial de Asamblea Popular y el 26 de marzo que está detrás, les surgió una izquierda ex frentista y nostálgica y no hay Constanza Moreira o PVP que la detenga en un escenario enrarecido, en donde sin duda alguna van a engordar reclutando gente y chuparle base al Frente Amplio. Esa que después se acuerda de ella cuando hay que ensobrar listas. 
Si bien es cierto que son peores que el Frente Amplio, el hecho político es que son votos que hoy tienen representación parlamentaria y no pueden ganar pese a que los necesitan vitalmente. Les deseo verdaderamente desde otras posiciones, mucha suerte, porque le hace bien a la democracia la diversidad en política.
Más allá de esta oposición, según Lourier «infantilista», la única alternativa séria de poder se llama partido nacional y es eso lo que les preocupa y los tiene nerviosos.
¿Siguen creyendo que vinieron a refundar un país refundido y cosas así a lo Página 12 en Argentina? 
¿Siguen despotricando contra una supuesta Patria financiera, cuando son los verdaderos artífices de esta dictadura financista que hoy vivimos?
Se ve que la esquizofrenia en política los conduce a un estado de falsa conciencia, proyección patológica de una mala conciencia alienada y disociada.
Enajenar quiere decir poner fuera de sí y ser del Frente es precisamente eso, poner en manos de un Buró político las propias decisiones abdicando de la propia manera de pensar, hasta el día que se termina lo que se daba, el lote de canonjías es muy magro y viene el griterío intestino y estomacal.
Sin Cristina, sin La Cámpora, sin Lula, sin Dilma e incluso sin Obama, les va a ser muy difícil seguir viviendo con un balde en la cabeza, burlándose de todo el que piensa diferente y haciendo pedagogía de masas en estado de flatulencia permanente.
  Cualquiera que esté en su sano juicio se da cuenta que no están a la altura de defender los intereses nacionales prioritarios y que lo van atrasando al país hasta niveles jamás vistos de degradación económica, social e institucional.
Acá es muy simple. O sabemos salir de esto horrible a lo que nos fue llevando la frivolidad moral y el desparpajo impenitente frentista o perderemos el siglo veintiuno, como ya perdimos el veinte.
El progreso de las naciones no viene de una gracia celestial, sino del conjunto de decisiones políticas que afianzan lo que Uruguay tenía antes de esta gente: certeza jurídica y buen manejo de la macro economía.
Es falso que Uruguay sea un país chico -el paisito de los petisos del Frente Amplio-, porque si se lo mira por el territorio es más grande que Japón: chica es la idiosincrasia y la mentalidad de quienes nos gobiernan.



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