domingo, 22 de noviembre de 2015

Algunas consideraciones personales sobre el Partido de la Concertación.

Cuando las últimas elecciones municipales de Montevideo, voté a Novick porque entendía que era el hombre indicado, el Macri uruguayo, llamado a ponerle fin a 25 años de desgobierno municipal.
Un hombre valiente, confrontativo, que no se queda atrás, que dice lo que piensa y que sabe combatirlo al Frente Amplio, al punto que Lucía Topolansky empezó a tenerle miedo.
Hoy estamos viendo otra cosa y quiero dejar sentada mi opinión en este momento, porque lo que comienza a ocurrir no me gusta. Por eso voy a realizar algunas consideraciones históricas y nacionales.
En el Uruguay siempre existió gente que no quiso ni a los blancos, ni a los colorados. El Principismo y su partido de la fusión fracasaron porque no contemplaron la realidad emotiva de la gente, merced a la cual se es blanco o colorado.
Mayor éxito tuvo el Frente Amplio, pero todos sabemos que lo hizo cooptando con voracidad de caníbal cuanto blanco o colorado pudo, en una mecánica en donde quien se va de su partido tradicional y entra al Frente Amplio, automáticamente se convierte en progresista, en cambio si es al revés, si quiere volver al partido tradicional en el que nació políticamente, como Camusso o Saravia, eso sólo lo convierte en un miserable traidor. El Frente Amplio es un punto de no retorno, se sabe cómo se entra, pero no se sabe como se sale de allí. Más vale estar en minoría bien lejos de eso, que en mayoría camino a futura purga.
Hoy el tinglado progresista cae en la región. Basta ver lo de Dilma en Brasil, Cristina en Argentina y Bachellet en Chile para entender que son criaturas con los días contados. Ya se habla en Chile del retorno de Piñera, mientras Mathei aspira a una Alcaldía para demostrar mayor capacidad de gestión. En Argentina ni el peronista de base quiere a Cristina, en Brasil la aprobación a Dilma es de un 6 por ciento y en el Uruguay ya se ven caras molestas y confrontativas, al punto que nace una nueva central sindical. En Paraguay Lugo renuncia a la dirección de su fuerza, porque ve que si bien tiene presencia, en Asunción que es donde está cuestionado Cartes, si algo no quieren es izquierdismo de ninguna naturaleza. Lo que está indicando, de cara a los indicadores económicos que estamos viendo, que no es nada improbable que dentro de cuatro años soplen aires más frescos, también en el Uruguay.
El Partido de la Concertación nace como una fuerza enteramente municipal y montevideana. En el interior no quisieron llevar a la Intendencia un candidato común y muchos hoy están arrepentidos. En ningún momento el planteo era que el Partido de la Concertación fuera una fuerza nacional.
Mejor juntos se dirá, pero se olvida un detalle, como decía Wilson: “Juntos sí, pero no entreverados”. Los acuerdos, las fusiones, los frentes no se hacen en política para seguir así toda la vida por inercia. Son frentes puntuales, en donde lo esencial es marchar separado, pero votar juntos ante un adversario que amenaza la misma estructura del sistema republicano de gobierno.
En estos acuerdos hay que tener grandeza, porque no hay lugar para protagonismos personalistas. Como decía Wilson en la época de Convergencia Democrática: “No importa el abanderado, importa la bandera”.
Novick tiene todo el derecho del mundo a proyectarse por el interior del país como una figura nacional. Sus opiniones de ahora en más, corren a cuenta suya y no del partido, que entre todos impulsamos.
Imitando al Pro de Macri crea un grupo Cambio, inspirado en el Cambiemos argentino, sin darse cuenta que los procesos políticos regionales son desiguales por su carácter nacional, pero combinados por la mecánica que a todos nos impone el comercio exterior. Uruguay no es Argentina.
Podrían haberle puesto Avanzar inspirados en Grauert o Defensor de la Ley inspirados en Timoteo Aparicio, pues no, tomaron el camino torpe de imitar a los argentinos al pie de la letra, cuando todos sabemos que si bien somos casi parecidos, lo somos en realidad casi.

Me parece un despropósito hablar de candidaturas en este momento. La gente quiere verlo al sistema político legislando y pensando en soluciones a sus problemas y no buscando protagonismos por encima de los lemas tradicionales.



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