lunes, 17 de noviembre de 2014

La nueva identidad frente amplista peronista en el Uruguay.

        El peronismo como partido y el justicialismo como movimiento son fenómenos poco estudiados en el Uruguay.
        Es tanto el rechazo anti peronista que trajo consigo el neo batllismo, que si bien es verdadero y auténtico dicho repudio a esta forma de totalitarismo encubierto, demasiado juicio de valor adverso, no permitió estudiar con serenidad y claridad mental el peligro que semejante fenómeno político, único en el mundo, representa.
          El primer equívoco es quedarse en las apariencias del individuo que encabeza el movimiento. Porque si bien es cierto que Juan Domingo Perón era un admirador de Benito Mussolini, el peronismo no es capitalismo de estado es capitalismo de amigos, en un desfibramiento del derecho público que opera en conjunción y cohecho con el privado.
        “El poder es como un violín” –decía Perón-, “se toma por la izquierda, pero se toca con la derecha”.
        El ejercicio de la función presidencial con esta filosofía de Estado, se basa pura, única y exclusivamente, en el culto a la personalidad del líder. Perón tenía impunidad verbal para decir cualquier cosa y siempre lo aplaudían tirios y troyanos. Era un gran encantador de serpientes que borraba con el codo, lo que escribía con la mano.
       Eso hizo que se dijera tercerista en política internacional para poder darle ciudadanía y cobertura a los nazis, que se dijera defensor del movimiento obrero para masacrar anarquistas, comunistas y opositores en general, que se dijera defensor del justo equilibrio entre trabajo y capital para robar como nunca antes había ocurrido en la historia argentina.
        Lo que caracteriza en términos económicos al peronismo es la defensa de la industria liviana, cometiendo el error más grave que se puede cometer en el capitalismo dependiente; no querer darse cuenta que existe industria liviana, porque primero existe una industria pesada que la posibilita.
        La sustitución de importaciones llevada al extremo de Perón hizo que un zapato fabricado en la Argentina, terminara costando más caro que un casimir inglés vendido a precio de vitrina.
       “Nosotros los peronistas, no entendemos de economía”, repetía siempre “El Pocho”, mientras le regalaba una motito a cada mujer que se acostaba con él.
        Abelardo Ramos sostiene que peronista es el nieto y el bisnieto del inmigrante; el hombre que pese a que es latino, se siente sometido al poder extranjero y por eso tiene complejo de indio.
      Lo que está indicando que el proceso de cohonestación, integración e inclusión social en Argentina fue al revés de los otros países. Mientras en el resto del mundo al que se estigmatiza es a quien viene a bajarle el valor de la fuerza de trabajo a los otros, en Argentina se le dio todos los privilegios habidos y por haber al inmigrante y se le negó al nativo los suyos. Eso trajo como consecuencia lo que se dio a llamar la conspiración de los nibelungos, de los que pelean a la chita callando, porque les molesta vivir como un tiquis mitis, mientras otros usurpan lo suyo a cuatro manos. Se dio la viveza criolla como un fenómeno extendido a todo el organismo social y que consistía en agarrar de gil al gringo que no chapa nada.
        “Civilizar es poblar” decía Alberdi; “Civilización o barbarie”, Sarmiento y al grito de no escatimen sangre de criollo la emprendieron contra el nativo. “Martín Fierro” de José Hernández es la expresión de lo que ocurrió previo al proceso inmigratorio que Inglaterra tenía planteado. Fue una política de aniquilación.
        El problema es que la oligarquía ganadera y la nueva, oportunista y avivada burguesía rentista ligada al sector de la construcción tenían, era que ellos querían “razas laboriosas” como en Estados Unidos. Se entiende que raza laboriosa son los irlandeses y los alemanes, no los españoles y los italianos.
        Cuando la burguesía argentina ve que eso es una cueva de anarquistas y busca vida, decide con la Ley Saenz Peña expulsarlos y si bien logra sacarse a los más peligrosos de encima, no logró aplacar el rumor sordo de esa masa desclazada y pre proletaria.
       El peronismo crea entonces una ficción cinematográfica que es digna de estudio. Aparece el gauchi-político, hombres como Gabino y Betinotti cantándole a la clase obrera italiana y española.
   Nace la pampa trágica, no ya como ficción cinematográfica, sino como un drama colectivo.
        Veo nacer un pampero trágico. Un Uruguay en donde primero te castigan y después te acarician.

        Como decía José Luis Borges: “Me volví daltónico, a los rojos los veo verdes, a los azules los veo rojos, a los verdes los veo pardos y a los blancos los veo negros”.




También los genios como Manzi se equivocan.