Cuando
Pablo Miéres del Partido Independiente dice que a la campaña hay que ponerle
contenido, porque falta debate de ideas, sostiene una gran verdad, que indica
lamentablemente, lo que ocurre con el nivel político del uruguayo.
Al
uruguayo y la uruguaya medias las ideas mal digeridas, les generan un efecto de
envenenamiento. No piensan, no saben pensar, simplemente malician.
Se
manejan con la máxima de Voltaire: “Piensa
mal y acertarás”.
Eso
hace que una campaña tratando de explicar seriamente las propuestas que se
tienen, la visión del mundo que se defiende, el encare con que se piensan
realizar ciertas cosas, choca contra el muro de la indiferencia, la ignorancia
y la mala fe.
Lo
que se ha dado en ésta década perdida es el raro fenómeno de que gente que
vivió toda su vida de malos pensamientos cuando gobernaban los que no eran de
su partido, calló, otorgó, consintió y defendió hasta la más inconcebible
obsecuencia y servilismo, absolutamente todo lo que se hizo, cuando cualquiera
que no tenga un callo en el alma, se daba cuenta que lo que estaban haciendo,
no era lo mismo de lo de antes, era peor
de lo mismo.
Uno se formó en la concepción general de las
cosas en donde si se está de acuerdo, se está en conformidad con algo y si no
se lo comparte, no se ésta con eso y punto. Nunca vi que gente que estuvo toda
la vida contra una cosa, fue ganar Vázquez y empezó a estar de acuerdo sin
chistar, incluso cambiándole el nombre a las cosas.
Más
allá de eso, las campañas políticas en el Uruguay nunca fueron pujas basadas en
ideas y conceptos, sino más bien en gestos, actitudes, tratar de caer
simpático.
El
único –es lo que Pablo Miéres no se da cuenta-, que decía que ellos tenían
ideología a diferencia de los demás, ya sabemos quiénes son, está demás
decirlo.
Los
ideólogos siempre fueron mal vistos por la gente, puesto que ésta se identifica
con el hombre que es como ellos. Si después se lleva una sorpresa es harina de
otro costal.
La
identificación primaria del votante con el candidato está dada en base a lo que
él proyecta en eso.
El
votante se identifica y proyecta y esto cambia con las épocas y los sectores
sociales nuevos que por su edad o por movilidad de ascenso y descenso, se
asoman al escenario político de un momento histórico determinado.
El
votante de Vázquez es aquel que se identificó con el prestigio profesional que
siempre tuvo “el doctor” en el Uruguay. Hoy médico es cualquier cosa y los
galenos están teniendo serios problemas, porque arriesgan incluso su vida
cuando van a una barriada de mala muerte, por donde ni los ómnibus, ni los
taxis, ni el reparto de nada, quieren pasar.
El
triunfo de un reo como Mujica es la expresión del fin de un tipo de votante y
por lo que uno ve, también es algo que se está dando a nivel mundial. Le van a
dar el Premio Nobel al insulto más ingenioso.
El
votante de Mujica –no me refiero al hombre y la mujer que vota heladera, sino
al común-, vio en él una figura que si bien huele a los tiempos de la Patria
Vieja y el Pueblo Reunido y Armado en los Cabildos Abiertos y los fogones, no
es tan insólita o histórica, existe, es real.
Siempre
decía Ezequiel Martínez Estrada que en realidad José Hernández equivoca el
personaje “Martín Fierro”, porque lo que todos esperamos de Fierro, no es “un
padre que da consejos y más que un padre es un amigo”. Lo que quisiéramos
ver en Martín Fierro, es al Viejo
Vizcacha, que medio en pedo empezaba a aconsejar y que se ligó más de una, “por escupir el asado”.
El
votante que se identificó en Mujica, es ese viejo bandido que cuando ve “que
el azao’ no va pa’ él, mete el pincho”.
Mujica
es el mejor ejemplo de la derrota ideológica de los tupamaros.
Hoy
el Uruguay vive una situación que en el fondo es tan trágica, como inédita. Por
un lado, está sentado arriba del barril de pólvora del default argentino y la
desaceleración brasilera que los va a llevar a ambos a un ajuste de la paridad
monetaria y por el otro una sociedad adormecida que es un misterio lo que puede
votar, porque fueron años de despolitización sistemática.
El
Frente Amplio, que según sus propios documentos fundacionales decía que lo suyo
era acción política permanente y
politizaba absolutamente todas las cosas, si algo hizo, fue ponerle fin a ese
litigio pendiente que tenía la sociedad uruguaya en otro tiempo.
Esa
es la parte positiva. Hoy no tienen autoridad moral en nada y ya no hay porque
tolerar un Savonarola desde una Radio insultando con voz de gargajo.
Garganta
con Arena, desde una radio mojándole la oreja a todo el mundo, hace tiempo que
se terminó. El heredero de eso es Mujica, el
último taura.
Así terminó José Germán Araujo, así concluyen
los malevos: Triste, solitario y final, por culpa de ella, que nunca volvió.
La política uruguaya precisaba renovación,
ayer, no ahora. Lo que ocurre es que los liderazgos no se improvisan en
política, hay que ganarse ese lugar.
Pienso
que aquí no importa tanto si el Frente gana o pierde. En cualquiera de los dos
casos, ya perdió.
Perdió
lo que más quería, lo que era él, para él.
Te llaman malevo
El viejo Vizcacha, padre del malevo
