sábado, 19 de julio de 2014

Tengo un sueño

       “En los casos de vida o muerte,
Se debe estar con el más prójimo”.
Antonio Machado

       Como decía el grande de Luther King, “Tengo un sueño”, porque siento que estoy delante de un precioso amanecer, al final de una larga noche de cautiverio. Hoy, el joven honesto, estudioso y trabajador, vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de desparpajo delictivo; el muchacho y la muchacha en el Uruguay actual, se encuentran desterrados en su propia tierra.
       Por eso, “PARA VIVIR EN PAZ, YO VOTO”, porque estamos ante una condición vergonzosa. Le han firmado a este gobierno, un cheque en blanco, para que lo llene con lo que quiere y por ese camino hemos perdido, los inalienables derechos a la vida, la justicia y la búsqueda de la felicidad.
       En lugar de honrar estas sagradas obligaciones, Uruguay le ha dado a los infantojuveniles un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero me rehusó a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Me resisto a pensar que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país.
       Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado barro de los malvivientes, hacia el camino soleado de la paz de la República. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia, hacia la roca sólida de la hermandad.
       Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de ponerle fin a una peste que hoy lame las paredes.
       2014 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los jóvenes iban a crecer en un país de primera, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en el Uruguay hasta que a los jóvenes que estudian, trabajan y quieren salir a flote en la vida, se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la degradación social continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación, hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia.
       Llevo una angustia en el alma, que me acompaña como al caminante su sombra, pero también tengo la convicción, de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
       Vayan a los barrios en los que directamente no entran servicios: ni taxis, ni ómnibus, ni emergencias móviles. Hace algunas semanas los médicos tomaron la resolución de no ingresar en barrios marginales, a no ser que sea bajo custodia policial, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el barro de la desesperanza.
       Siento que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño artiguista.
       Sueño que un día este país se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo. El del compañero Gervasio que con el Reglamento Provisorio para Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados, buscaba imponer el orden en la campaña persiguiendo a los delincuentes, los desertores y los vagos. A cada Alcalde Provincial se le otorgaría ocho hombres y un sargento y a cada teniente cuatro soldados y un cabo, para desterrar los vagabundos y malhechores. Con esto se trataba de consolidar el orden y garantizar la paz y la seguridad de personas y bienes.
       Sueño que mi hijo vivirá un día en un país en el cual no será juzgado por su condición social, sino por los rasgos de su personalidad.
       ¡Hoy tengo un sueño!
       Sueño que un día, el Uruguay cuyo candidato oficialista escupe frases de interposición entre los barrios montevideanos, se convierta en un sitio en donde los niños y niñas ricas, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas pobres y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
       ¡Hoy tengo un sueño!
       Sueño que el delito será combatido, sin que nadie se escude en el hecho de tener menos de 18 años.
       Esta es mi esperanza.
       Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de justicia, a tí te canto. Tierra de justicia donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los inmigrantes, de cada costado de los cerros, que repique la justicia". Y si el Uruguay, que es un pequeño país, tendrá, como tuvo en el pasado, hombres grandes, esto tendrá que hacerse realidad.
         Esta es la fe con la cual quiero vivir. Con esta fe podremos esculpir del cerro de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, defender la justicia juntos, sabiendo que algún día las leyes penales se adecuarán a la realidad cambiante, porque como decía Eduardo Rocca Couture: “Las leyes son como un traje. Si se engorda hay que agrandarlas, si se adelgaza, achicarlas”. 
       Mi sueño es un sueño fundado en la convicción de que solamente somos libres, cuando somos esclavos de la ley.