A
la delincuencia algo debe estarle pasando, porque hasta ahora, tanto éste como
el anterior gobierno cada vez que se les hacía ver la inseguridad ciudadana contestaban diciendo que eso era una simple “sensación térmica”. Recientemente,
Vázquez dijo que estaba sobredimensionado ese tema y que a él le importaba
saber en qué año nació el delincuente, porque si fue antes de 2005, no era
cuestión que le incumbiera.
No
solo Vázquez piensa así, del hermano para abajo, todos razonan igual. Piensan
que porqué son distintos, son otra cosa,
un tipo diferenciado de humanidad, otra
manera de ser, aún creciendo la delincuencia, esas cosas a ellos,
no les puede suceder.
Cualquiera
que esté en su sano juicio comprende que los delincuentes no roban preguntándole
el color político a la víctima y por ende, los
hombres de poca ideología no entienden esa indiferencia glacial ante el
delito.
Todos
recordamos que en 2009, en un acto político inconstitucional al final de su
mandato, Vázquez dijo –lo vimos todos por televisión-, “Pobrecito el delincuente”.
Perplejos,
atónitos y sin poder entender hemos escuchado reiteradamente, un día sí y otro
también, que lo de la inseguridad ciudadana es un invento, una exageración, una
“simple sensación térmica”, como la que puede sentir un portero de edificio que
sale del hall con estufa y tiene que abrir en pleno invierno la puerta del garaje.
Si ese mismo hombre hubiera trotado por la rambla, no sentiría el frío horrible
que sufre al abrir la puerta. “La sensación térmica”, -frio polar-, no expresa
la realidad del frío –otros caminan tranquilos-, y por ende, sólo a él, le
parece mucho.
Con
la delincuencia sucede algo igual, resulta ser la sensación de aquellos que
viven sin conocer las cosas.
No
cabe duda que Vázquez viene de la tejariola,
porque hasta el más desavisado sabe que esa es una zona roja de las peores.
Lo
increíble es que los demás en el Frente piensan igual. En la elección pasada el
mujiquismo le dijo a todo el mundo, que “los buenos”, en Montevideo, son los
que viven de Avenida Italia para arriba, “los malos” hacia abajo y cuando más
se aproximan a la costa, “más malos son”. Debe ser esa la razón por la cual se
fueron a vivir a la Costa balnearia de Oro.
Esta
demencia –demencia en psiquiatría quiere decir imagen sin juicio, delirio en cambio significa, juicio sin imagen-,
responde a una mentalidad que es coherente con el comportamiento que siempre
han tenido: Creer que el delincuente es una víctima de las circunstancias, un
producto del medio y que da esa respuesta como reacción a un orden social
injusto.
Lo
increíble de todo esto es que también desde posiciones garantistas en Victimología,
existen jueces que piensan igual. Razonan así: Si el hambre es violencia y la violencia de arriba genera la violencia
de abajo, entonces la propiedad es un robo y si bien el delito de propiedad nos
violenta, no deja de ser una consecuencia de la violencia institucionalizada
que conduce a la propiedad. De todo eso se colige que ese asunto no se resuelve con medidas punitivas,
Hoy
por hoy, están en una contradicción de carácter argumental, porque si vivimos
en el mejor de los mundos posibles después de 10 años de gobierno de ellos, no
se explica la razón por la cual creció a un ritmo imparable el robo, el
arrebato, la rapiña, los copamientos, las violaciones y los asesinatos. Debe existir
violencia de arriba, pero resulta
que los que están allí son ellos, por tal motivo, es algo que no puede ser, es
una “sensación térmica”.
Recuerdo
haber oído hace años atrás a Daisy Tourne decir: “A mí me robaron y ahí entendí. Es como sentirse no respetada en la
integridad”. Vaya uno a saber, viendo simplemente a Daisy Tourne duchándose
en Facebook, qué fue realmente lo que le
sucedió.
Estamos
hablando de gente que en vez de combatir la delincuencia, estuvo siempre en
contra del policía y que por los años 90’, cada vez que había un operativo
policial, les gritaba a estos servidores públicos que dan la vida sin pensar en
remuneración económica alguna, “Milico, tarado, también sos explotado”.
Junto
a esto, los hombres de poca ideología,
los que tenemos una enorme limitación
teórica y por ende, somos atrasados,
nunca entenderemos la razón por la cual un Ministro del Interior, en los
tiempos del gobierno de Vázquez, presentó un proyecto de ley para aminorar las
penas y sacar presos de la cárcel. No falta quien diga: “Pobrecito José Díaz, él no tenía la bola de cristal para saber que el
59% iba a ser reincidente”, pero en realidad, ese no es el tema de fondo.
José
Díaz –ese izquierdista sin complejos-, como lo definía un semanario frentista
de los viernes, era coherente con toda la mentalidad enfermiza de esta gente. Estaba liberando
a los presos por luchar.
Los
estaba sacando de la cárcel con rejas de una institución represiva y mandando a
la otra cárcel sin rejas del sistema en que vivimos, con la sana finalidad de
que la sociedad asuma.
Sabido
es que quienes pagaron las consecuencias fueron los más desvalidos: los
trabajadores que esperan el ómnibus en la noche, los jóvenes que salen de
estudiar, los taximetristas, las mujeres y los ancianos.
En
los últimos años, varias figuras políticas han sido víctima de robos. Entre
ellos Danilo Astori, Sergio Abreu, Larrañaga, Saravia, Daniel Martínez, Raúl
Sendic, Julia Muñoz.
En
el Frente, siempre estuvieron convencidos, que justo a ellos, no les iría a
ocurrir nada de todo este desquicio que generaron. ¡Cómo van a hacerle eso a una
persona, que desde “otro ámbito”,
está luchando contra el sistema!. Es impensable, no entra en la ideología.
Ahora
en cambio, nos encontramos que la alegría va por barrios y en consecuencia, se
termina una demencia, en el preciso momento que comienza el delirio: “¿Por qué a mí me hacen esto?”