Se
avecina un tiempo político nuevo y se vuelve crucial interpretar alguna de las
futuras ponderables que tenemos por delante.
Hoy
las mujeres ocupan lugares destacados en el ámbito laboral, como jefas, gerentas
o empleadas y también, en el plano universitario, como profesoras y alumnas.
A
su vez, se ha dado lo que se dio en llamar la
feminización de la pobreza. Se ha dicho no sin razón, que si para Nené
Cascallar “El amor tiene cara de mujer”, en realidad la pobreza tiene cara de mujer y de niño. Tanto los cantegriles,
como los asentamientos precarios, son realmente verdaderos matriarcados.
No
me cansaré de repetirlo una cosa existe
políticamente porque existe socialmente y si deja de existir socialmente, entonces deja de
existir políticamente.
Esta presencia femenina en los ámbitos de la
realidad social, laboral y política del Uruguay actual, se ha dicho que no
tiene un correlato político. Se pierde de vista que si no lo tiene es por algo
y no por capricho de alguien muy malo.
A
la mujer le cuesta hacer política porque tiene otras prioridades de vida que a
sus ojos, son más importantes. No porque alguien cruel se haya empeñado en cerrarles
el paso.
No
obstante eso, han existido mujeres con verdadera vocación por la cosa pública.
El caso nunca bien ponderado de Alba Roballo es ilustrativo al respecto. Sentí una vez cuando dijo: “A mí la gente me quiere mucho y viene a escucharme, pero no
me votan”. Había vivido la época en donde una mujer para poder ir a la
Universidad de la República, tenía que disfrazarse de hombre.
Si
bien esa época quedó atrás, hay quienes mentalmente creen que las cosas son así
y salen a despotricar contra una supuesta marginación, cuando han logrado en la
vida mucho más de lo que sus abuelas y sus madres hubieran imaginado. Cuando se
han abierto tantas puertas en la sociedad, quejarse, es un indicador claro de
mediocridad.
Si
analizamos un poco la campaña que hemos vivido hacia la definición del
candidato único de cada partido, podemos apreciar varias cosas que no se han
sabido interpretar por parte de los análisis políticos que se hacen en la
prensa.
Danilo
Astori no quería a $endic, por razones que apenas dio a entender en un momento
y proponía a Mónica Xavier. Sabía lo que proponía, aunque al Partido Socialista
le resultara una intromisión la opinión de otro que no es de allí. Una Mónica
Xavier viviendo en una nube de frenteamplismo místico, si bien es algo muy
fácil de refutar políticamente, no es tan sencillo ante una masa femineizada que siente así la política.
Un
poco lo que ocurre en Chile con Michelle Bachelet. Dio un viraje de 180 grados,
frente a la Bachelet que fue en su momento y porque lo dice ella, las mujeres
la aplauden con un fervor casi religioso. Lo que está indicando que en política
no importa tanto lo que se dice sino
quien lo dice y para quien lo dice.
Mónica
Xavier es una máquina de decir barbaridades, tan o más grandes que las de
Topolansky y porque lo dicen ellas, está todo bien. No es de buen gusto
contestarles.
Todos
saben que a Vázquez no lo puedo ni ver, pero cuando ganó en el Frente Amplio
sentí un profundo alivio, porque la rival más temible que hubiéramos tenido en
esta campaña hubiera sido Constanza Moreira.
A
diferencia de las otras mujeres no dice una cosa por otra y si bien cada tanto
pone cara de desquiciada era realmente
un peligro. Recuerda las mujeres que estaban con Fidel Castro en la primera
época de la revolución cubana. Hijas de las mejores familias y con simpatías
extraviadas. Después viene la purga,
pero ese es otro tema.
Hoy
con Bachelet en Chile, Cristina Fernández en Argentina y Dilma Rousseff en
Brasil, nadie puede creer que allí se llegó por cuota política y cosas así propias
de la mujer frenteamplista que vota heladera y se sienta en los cargos
políticos por un acuerdo entre capangas.
En
política nada es gratuito. El cargo hay que ganárselo y los liderazgos ni se
inventan, ni se improvisan, apuñalando al delegado del delegado.
Se
le llama lista sábana a aquella en
donde los que ocupan los cargos no se sabe quiénes son y la gente sin
discriminación los votó a chiflido de los jefes máximos.
El
Partido Nacional –dicho sea esto sin
pretender ofender a nuestro adversario fundacional-, tiene mujeres
espectaculares que han sabido en estas internas ganarse su lugar en la política
nacional. Es algo que debe enorgullecerle al partido porque lo pone al Uruguay a
la altura de la realidad política actual.
Todos
sabemos que la figura dirigente máxima necesita equipo y que nadie gobierna
solo y aislado por inspiración divina. El Partido Nacional tiene mujeres –no quiero
dar nombres-, que han sabido organizar equipos, sostener los actos, traer y
llevar gente del interior a Montevideo, en un despliegue de capacidad
organizativa que es infrecuente en nuestro país, porque los uruguayos somos muy
individualistas y participamos solamente, cuando hay ruido de urnas.
Nadie
las marginó, ni tampoco es ese sentimiento vindicativo el que tienen. Tienen la
cabeza en cosas importantes y no una fruslería.
El
Frente Amplio dejó un flanco. No quise decir esto antes para no avivarlos, pero
creo que ahora es la hora de las mujeres y el Partido Nacional.