sábado, 5 de julio de 2014

La hora de las mujeres en política.

       Se avecina un tiempo político nuevo y se vuelve crucial interpretar alguna de las futuras ponderables que tenemos por delante.
       Hoy las mujeres ocupan lugares destacados en el ámbito laboral, como jefas, gerentas o empleadas y también, en el plano universitario, como profesoras y alumnas.
       A su vez, se ha dado lo que se dio en llamar la feminización de la pobreza. Se ha dicho no sin razón, que si para Nené Cascallar “El amor tiene cara de mujer”, en realidad la pobreza tiene cara de mujer y de niño. Tanto los cantegriles, como los asentamientos precarios, son realmente verdaderos matriarcados.
       No me cansaré de repetirlo una cosa existe políticamente porque existe socialmente y si deja de existir socialmente, entonces deja de existir políticamente.
       Esta presencia femenina en los ámbitos de la realidad social, laboral y política del Uruguay actual, se ha dicho que no tiene un correlato político. Se pierde de vista que si no lo tiene es por algo y no por capricho de alguien muy malo.
       A la mujer le cuesta hacer política porque tiene otras prioridades de vida que a sus ojos, son más importantes. No porque alguien cruel se haya empeñado en cerrarles el paso.
       No obstante eso, han existido mujeres con verdadera vocación por la cosa pública. El caso nunca bien ponderado de Alba Roballo es ilustrativo al respecto. Sentí una vez cuando dijo: “A mí la gente me quiere mucho y viene a escucharme, pero no me votan”. Había vivido la época en donde una mujer para poder ir a la Universidad de la República, tenía que disfrazarse de hombre.
       Si bien esa época quedó atrás, hay quienes mentalmente creen que las cosas son así y salen a despotricar contra una supuesta marginación, cuando han logrado en la vida mucho más de lo que sus abuelas y sus madres hubieran imaginado. Cuando se han abierto tantas puertas en la sociedad, quejarse, es un indicador claro de mediocridad.
       Si analizamos un poco la campaña que hemos vivido hacia la definición del candidato único de cada partido, podemos apreciar varias cosas que no se han sabido interpretar por parte de los análisis políticos que se hacen en la prensa.
       Danilo Astori no quería a $endic, por razones que apenas dio a entender en un momento y proponía a Mónica Xavier. Sabía lo que proponía, aunque al Partido Socialista le resultara una intromisión la opinión de otro que no es de allí. Una Mónica Xavier viviendo en una nube de frenteamplismo místico, si bien es algo muy fácil de refutar políticamente, no es tan sencillo ante una masa femineizada que siente así la política.
       Un poco lo que ocurre en Chile con Michelle Bachelet. Dio un viraje de 180 grados, frente a la Bachelet que fue en su momento y porque lo dice ella, las mujeres la aplauden con un fervor casi religioso. Lo que está indicando que en política no importa tanto lo que se dice sino quien lo dice y para quien lo dice.
       Mónica Xavier es una máquina de decir barbaridades, tan o más grandes que las de Topolansky y porque lo dicen ellas, está todo bien. No es de buen gusto contestarles.
       Todos saben que a Vázquez no lo puedo ni ver, pero cuando ganó en el Frente Amplio sentí un profundo alivio, porque la rival más temible que hubiéramos tenido en esta campaña hubiera sido Constanza Moreira.
       A diferencia de las otras mujeres no dice una cosa por otra y si bien cada tanto pone cara de desquiciada era realmente un peligro. Recuerda las mujeres que estaban con Fidel Castro en la primera época de la revolución cubana. Hijas de las mejores familias y con simpatías extraviadas. Después viene la purga, pero ese es otro tema.
       Hoy con Bachelet en Chile, Cristina Fernández en Argentina y Dilma Rousseff en Brasil, nadie puede creer que allí se llegó por cuota política y cosas así propias de la mujer frenteamplista que vota heladera y se sienta en los cargos políticos por un acuerdo entre capangas.
       En política nada es gratuito. El cargo hay que ganárselo y los liderazgos ni se inventan, ni se improvisan, apuñalando al delegado del delegado.
       Se le llama lista sábana a aquella en donde los que ocupan los cargos no se sabe quiénes son y la gente sin discriminación los votó a chiflido de los jefes máximos.
       El Partido Nacional –dicho sea esto sin pretender ofender a nuestro adversario fundacional-, tiene mujeres espectaculares que han sabido en estas internas ganarse su lugar en la política nacional. Es algo que debe enorgullecerle al partido porque lo pone al Uruguay a la altura de la realidad política actual.
       Todos sabemos que la figura dirigente máxima necesita equipo y que nadie gobierna solo y aislado por inspiración divina. El Partido Nacional tiene mujeres –no quiero dar nombres-, que han sabido organizar equipos, sostener los actos, traer y llevar gente del interior a Montevideo, en un despliegue de capacidad organizativa que es infrecuente en nuestro país, porque los uruguayos somos muy individualistas y participamos solamente, cuando hay ruido de urnas.
       Nadie las marginó, ni tampoco es ese sentimiento vindicativo el que tienen. Tienen la cabeza en cosas importantes y no una fruslería.

       El Frente Amplio dejó un flanco. No quise decir esto antes para no avivarlos, pero creo que ahora es la hora de las mujeres y el Partido Nacional.