Cada
día que pasa, no salgo de mi asombro: mientras se tortura a los niños y se
maltrata a los ancianos; se roba y se mata con total desparpajo; un
sindicalismo corrupto vive de la más baja politiquería y encima van en las
listas del Frente Amplio; Montevideo, la antigua “Coqueta”, hoy es la ciudad
más sucia y más cara de todo el país; el Uruguay bloqueado por Argentina va
camino a desaparecer como Nación en la Cuenca del Plata; Brasil está al borde
de un gran ajuste y, mientras la peste lame las paredes, hay gente que se puso
a discutir cuántos ángeles caben en la
punta de un alfiler, la inmortalidad del cangrejo, la cuadratura del círculo o
acerca de cuál puede ser el presunto sexo de los ángeles.
Es
evidente que estamos, gane quien sea, ante un cierre de época y hay quienes –felizmente
una minoría-, no se dan cuenta, no ven la gravedad del momento histórico que
estamos viviendo.
Del
Frente Amplio a esta altura, se puede esperar cualquier cosa. De otros, uno
espera que estén preparados para el desafío que se nos viene encima, en plena
desaceleración de la economía mundial y ante, lo que ya he venido analizando, el fin de la fiesta “progre”, tanto en
Brasil, como en Argentina.
Hay
gente que el árbol de la Vicepresidencia
no les deja ver el bosque de las responsabilidades
que en política se ejercen en el plano ejecutivo de la gestión concreta.
El
Partido Nacional es el único que está preparado seriamente, para revertir esta
condicionante histórica en que estamos. Eso no significa que en el adversario fundacional no exista
gente sumamente valiosa.
Se
ve que históricamente, al Uruguay le ocurrió una cosa, que se llama estulticia.
Se dice que hay estulticia cuando existe
una mezcla combinada de fanatismo y
mediocridad, todo junto a la vez.
La
estulticia es un fanatismo mediocre, para una mediocridad fanatizada; es mente
chica enfurecida con otro por cuestiones que sacadas del ámbito en que están
dadas, carecen de la más mínima importancia.
Se
lo ve a nivel sindical cuando hay gente que lo único que le importa es la del.
No se dan cuenta que no se reclama por
uno, se reclama por los demás y después el resto, está sobreentendido.
Se
lo ve a nivel cultural cuando una comandita, en vez de premiar la mejor obra de
arte, premia cualquier porquería porque es de los amigos.
Se
lo ve a nivel político cuando se cree y se piensa que lo único que importa es
el cargo parlamentario, perdiendo de vista, que la política es mucho más que un
lugar en el Parlamento y que incluso, como lo demostró el bueno de Jorge
Batlle, se puede influir, sin cargo
alguno.
En
el Frente Amplio se han pasado la vida escupiendo del plato en donde comen y,
hoy gobiernan como si fueran habitantes aéreos, que están sentados de
casualidad, en un puesto que carece de responsabilidades, ante quienes los
votaron y les están pagando el sueldo. Vinieron a refundarlo al Uruguay y todo
lo que los partidos fundacionales
que hicieron nuestro país realizaron, venimos a enterarnos, que estuvo mal.
El
Frente Amplio es el ejemplo más palmario de lo que no le puede suceder a un
partido serio y responsable, menos si ese partido fue gobierno durante mucho
tiempo.
Por
las nuevas leyes electorales el que pierde tiene que ubicarse, porque si hace
la de Ramírez o Constanza Moreira, va tan, pero tan mal, que después tiene que
esconderse para siempre.
Sarmiento
decía que la cuestión es entre civilización
o barbarie y me inclinaría a pensar que en el Uruguay de hoy, la cuestión es
más bien entre civilización o Vázquez.
Ya
llegará la hora en que los hombres civilizados discrepemos entre nosotros, cada
cual con sus posiciones, con sus ideas cada cual, pero con un horizonte abierto
y no delante de un precipicio de irresponsables y ladrones.