Hay
que ponerle punto final a este mal sueño que se llama Frente Amplio y amenaza
convertirse en pesadilla, bajo lo que Émile Durkheim, en sociología, llamaba anomia, que en buen romance quiere
decir, la falta de normas o a la
incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos de lo
necesario para lograr las metas de la sociedad.
La
anomia es lo que explica la conducta
desviada. No rompen con las leyes, sino con las normas, los institutos
sociales consuetudinarios, bajo los cuales hemos vivido.
La
mayor presión conducente al desvío se da, nos dice Émile Durkheim, entre los
grupos socio económicos más bajos y las conductas desviadas son: el crimen, el
suicidio, los desórdenes mentales, el alcoholismo y demás. Se supone que la
anomia es un colapso de la gobernabilidad por no poder controlar esta emergente
situación de alienación experimentada por un individuo o una subcultura, hecho
que provoca una situación desorganizada que resulta en un comportamiento no
social.
La
anomia es en este caso una
disociación entre los objetivos culturales y el acceso de ciertos sectores a
los medios necesarios. La relación entre los medios y los fines se debilitan.
El
que se encuentra en estado de anomia
nos decía, hace muchos años atrás, ese gran catedrático de sociología que fue Isaac
Ganon, no puede favorecer la solidaridad orgánica de la sociedad, porque des institucionaliza
los códigos morales de las instituciones que nos rigen.
Concretamente,
según Durkheim, la anomia implica la
falta de normas que puedan orientar el comportamiento de los individuos.
Según
Carlos Nino la anomia en el caso de
Argentina se explica por la forma en que se transita por los espacios públicos,
cómo estos son cuidados, la naturalidad con que se evaden las responsabilidades
cívicas, la forma en que se contamina el ambiente, la extensión de la
corrupción, y demás. Viven en la falta
de códigos morales, en la ilegalidad, en el irrespeto a las normas y les exigen
a los otros la más pulcra moralidad.
Cuando
les conviene se apartan de la ley o desconocen el principio de autoridad que
dicta las normas en cuestión.
Dice
Carlos Nino que cuando la anomia se
vuelve “boba”, todos quedan perjudicados. No es que la ley no haya contemplado
ese aspecto, sostiene, tampoco son necesidades que haya que satisfacer al
margen de ella, sino que se vive en la
inobservancia producto de una gran disfuncionalidad.
Lo que analiza Carlos Nino, para ser
entendido, es a individuos que tienen propósitos incompatibles con los de los
demás.
A
Nino no le importa ni la moralidad, ni la legalidad, sino el hecho de si se es
eficiente o no para controlar la situación. La distancia entre las expectativas sociales
y los caminos concretos para alcanzarla es tan grande, que ante esto aparecen
distintas modalidades para encontrar un atajo:
· Dicen estar de
acuerdo con los propósitos que todos compartimos, pero como son distintos
resulta que tienen otra manera de resolver las cosas.
· Caen en el
piedeletrismo, observan la norma, pero ignoran los fines y burocratizan hasta
límites increíbles, lo que tienen que resolver.
· Viven en la “maniobra”,
la “chicana”, “el resquicio legal”, para beneficiarse en términos personales.
Ser
ético y pretender actuar moralmente, en esta situación general de descaecimiento colectivo, termina siendo una irresponsabilidad, porque para actuar moralmente,
hay que tener en cuenta los efectos y las consecuencias de lo que se hace.
Creo
que estamos en el punto más bajo al que la sociedad uruguaya
pudo haber caído en su historia. Estoy de acuerdo con Pedro Bordaberry cuando
dice, que los delitos de corrupción no
deben prescribir.