domingo, 13 de julio de 2014

Este año cierra el Zoológico

       Que desconcierte Vázquez tejariola y heladera sonriente, es completamente entendible, no son equilibrados, son equilibristas.
       Que desconcierte la chiruza Constanza Moreira es comprensible; ella y “los ultras” están dilucidando y platicando donde se meten, después de tamaña metida de pata.
       Que desconcierte Astori coqueteando con los rusos, es más una señal de algo que está ocurriendo en las finanzas que el Frente Amplio precisa para la campaña.
       Que desconcierte “El perro” justificando asesinatos, hay que tomarlo como de quien viene; un verdadero izquierdo humano, un lisiado moral, un patovica por razones genéticas.
       Que desconcierte el flamante aspirante vernáculo a Premio Nobel del insulto florido, es completamente lógico; desde que convirtió al Uruguay en Provincia Argentina, le asignaron un rol bien definido en la Cuenca del Plata: El de ser el Presi de la Réplica.
       Pero –y el pero aquí importa y valla cómo-, que desconcierte el Ministro de Economía, Mario Bergara, no deja de ser, por decir lo menos y moderar el juicio, delicado y preocupante.
       A comienzos de año, allá por  febrero amargo, era un convencido que no estaba claro el rumbo argentino, en cambio ahora, que 415 emprendimientos colapsaron, el puerto de Montevideo perdió su carácter hub, y Argentina le sabotea a Uruguay su comercio bilateral por los cuatro costados, el hombre muy suelto de cuerpo sale a decir que “Es una visión miope querer que a Argentina le vaya mal, porque lo mejor es que nos vaya bien a todos”.
       Es como Toto pan y agua, nació de un repollo, se crió en un orfelinato y cuando era grande y salió de allí, su consigna de vida era: “Haz el bien, sin mirar a quien”. Cuando le ocurrían a él y los desamparados que lo acompañaban, las cosas más horripilantes, la resolvía fácil, se subía a una escoba y se iba con todos volando al cielo.
       Es evidente que mientras la industria de la bebida y la alimentación caen; se paraliza la industria, el comercio exterior decrece, y la vestimenta disminuye sus ventas, porque la tercera parte de la población fue a vestirse a Argentina, sin embargo, en una estampida monetaria, al Uruguay le están entrando depósitos no residentes, que planchan el dólar y generan lo que en economía se llama, la “enfermedad holandesa”, o “burbuja de los tulipanes”, mejor conocida entre nosotros como de “plata dulce”, porque son fondos frescos que planchan la variable monetaria, generando un retraso cambiario que vuelve imposible producir un alfiler. El valor de cambio que adopta el dólar, pierde total relación con su valor de uso.
       Hay que vivir como en un país banana o de cuarta, comprando todo de afuera y sin producir nada.
       Si el vecino país camina a pasos agigantados hacia una virtual cesación de pagos, con todo lo que eso significa, nadie entiende bien la razón por la cual, no se sale a buscar nuevos mercados.
       Son gobernantes que están de florero y se sientan en el cargo a opinar de cualquier cosa; la ven de afuera y no asumen responsabilidad por absolutamente nada, de lo que su cartera o directorio está haciendo.
       Decir que “Argentina, inició el camino de la dirección correcta”, puede ser válido para la cantidad enorme de quirimbos argentinos que suelen quedar con la colita al aire y perder todo el ahorrito que tenían, mientras el tucanaje grita: “¡NERÓN, NERÓN, QUE GRANDE SOS!” y Argentina, apagando el incendio con gasolina, va entrando en un nuevo círculo del Infierno del Dante.
       Pueden tener esas declaraciones en el Parlamento otras lecturas posibles. O está loco de atar o les da el Sí del Loco a los argentinos, para que se suiciden más rápido.
       Es muy difícil aquí avizorar las motivaciones que se mueven tras las bambalinas, ante semejante disparate.
       En cualquiera de los dos casos, una sola cosa es cierta: Va a haber efecto contagio, como que hay Dios.
       Bergara a la ex suegra puede decirle lo que quiera –por algo se divorció-, a ninguna madre le gusta que la hija se haya casado con un bandido, pero largar esa perdiz ante parlamentarios, no deja de ser una tomadura de pelo.
       Si ante algo tan obvio y tan grueso afirma eso: ¡Quién puede creerle que el brutal déficit que dejaron es perfectamente manejable!
       A partir del fallo del Juez Griesa, Argentina comienza a tener problemas con el comercio exterior y los capitales golondrinas disparan con una volatilidad que está más allá de una surestada soplando inclemente. La banca uruguaya empieza a vivir un florecimiento y el Pampero, la acaricia, la acaricia. Ante eso, decir “que todos los indicadores muestran que la economía Argentina creció a partir del fallo judicial”, es como decirle a un enfermo terminal, un poco antes de que le hagan la eutanasia, que recién ahora comienza a estar bien. Puede ser una muy buena mentira piadosa para sobrellevar los últimos días de vida de un desahuciado, pero eso mismo dicho ante legisladores cuya función es controlar políticamente la Administración Central, empieza siendo un indicador muy fuerte de que a Mario Bergara, no se le puede creer nada.
        Es estar sentado encima de una plataforma de mentiras a sabiendas, mientras la mala fe y el engaño dan la tónica del manejo de una gestión ministerial.  
       Realmente uno queda asombrado con hombres así, porque son los únicos que generan incertidumbre. Se puede mentirle a mucha gente, durante mucho tiempo, pero no se puede mentirle a tanta gente, durante tanto tiempo.
       Si él a principios de año no tenía claro, ni el rumbo, ni la lógica de conducción, ni siquiera quién estaba al mando de la economía argentina, ni tampoco cuál es el punto de estabilización, no se entiende la razón por la cual, cuando Capitanich desde Argentina salió y dijo: “Consideramos inadmisible la intromisión sobre decisiones que tiene un país soberano como Argentina” y le pide al Uruguay, en el preciso instante que nos bloquean y asfixian, “reciprocidad desde el punto de vista del respeto”, ahora Mario Bergara de un giro de 180 grados y diga que Argentina va por buen camino.
       Tiempos hay para cada cosa, dice el Eclesiastés. Tiempos para expulsar a Sarratea, también.