domingo, 13 de julio de 2014

Así de embebido, de jodido y muerto es la cosa.

       El otro día, conversando con un muchacho del Frente Amplio, me decía: “Fijesé señor, yo era frenteamplista de toda la vida. Estaba entusiasmado, salía de pegatinas, volanteaba, me sentía feliz y ahora me siento muy mal. Me dijeron que no iban a pagar la deuda externa y resulta que se jactan de ser buenos pagadores; que iban a pelear contra Estados Unidos, trajeron a Ortega y Tomas Borges al Uruguay, quise ir de brigadista a Cuba y de un puazo mandaron a otro, para terminar encontrando que en forma inconsútil trajeron a Bush; me decían “bó, a la base” y gobernaban sin rendir cuentas a nadie; a mí enseñaron que el salario es trabajo enajenado y capital y vengo a descubrir que es una renta; me decían un día sí y otro también, que iban a gobernar para el pequeño y mediano productor, el ama de casa, el jubilado y a los únicos que exoneran de impuestos es a las grandes multinacionales; cuando dije todo esto en el sindicato, empezaron a decir “cuidado con el ultra” y me tuve que ir, porque casi me agarran a las piñas entre varios; empecé a moverme con la gente del 26 de marzo y son el Plenario en un taxi; Argentina se va al carajo y agachan la cabeza; me miran mal si fumo y quieren que sea un falopero; me dijeron que el aborto es la argucia del capitalismo para matar a los futuros guerrilleros en el vientre y eximirse de matarlos en la cárcel y en vez de despenalizarlo, lo legalizan; que para hacer la revolución hay que tener bien puestos los huevos y resulta que ahora los brizcos me miran descaradamente la bragueta; cuando quise decir algo en la Coordinadora me zamparon “Este no es el ámbito para discutir esas cosas. Eso grupo político.”; realmente es una amargura muy grande la que tengo.”
       Ante lo cual le pregunto: “¡Qué votaste en las internas”.
       Me contesta: “Fui y vote en blanco”
       A lo que le digo: “¡Pero si no eran obligatorias! ¿Votaste en blanco, como si la nada fuera un sector político?”
       “Sí”, me dice.
       Le pregunto: “Y ¿por qué?” y cabizbajo me dice: “Porque ya no creo en más nadie”.
       No supe que decirle porque indudablemente, el que se bautiza con fuego, no cambia de nombre.
       Después de oír eso, me quedé pensando: ¡Cómo se puede tener la desfachatez de mentir a sabiendas y hacer oposición de mala fe, creyendo que jurar en vano carece de consecuencias en la vida!
       Todo, hasta la ridiculez, les venía bien para hacer oposición y ahora, ante un país que se va al diablo, con una Argentina en virtual cesación de pagos, la delincuencia ensoberbecida asaltando y matando con total desparpajo, resulta que como ya no pueden echarle la culpa a nadie y son la única herencia maldita que hay aquí, quieren sacarse el lazo con las patas.
       Argentina es un país politizado, pero el Uruguay no; el nuestro es un país partidizado, que no es lo mismo. Cuando el individuo se desengaña de su partido, se desentiende de toda la actividad política como tal.
       Deja de creer, ya no participa, tampoco le interesa y la ve de afuera, como si fuera un habitante aéreo. Se queda sin piso social en donde asentar su estructura anímica.
       David Riesman en “La muchedumbre solitaria”, expresa claramente que el hombre cuando no está dirigido ni por la tradición, ni por los otros, empieza a dirigirse internamente, desde un individualismo ciego.
       La fuente de dirección para el individuo es “interior”, y va tomando un carácter tan rígido, como altamente individualizado. Vive por y para la del y es capaz de cualquier felonía moral.
       Debe ser por eso que destruyen la educación, porque el tipo de gente que generaron, hoy los condena.