Se acuerdan cuando Lucía Topolansky quería
abrir un debate para eliminar las 19 Intendencias y pasar a un país
regionalizado. Como simpatiza mucho con Cristina Fernández, quería un país de
provincias y estaba dispuesta a dar el debate.
Decía muy suelta de cuerpo: “La división
política del país es absurda así como está. Deberíamos ir hacia la
regionalización. Como tenemos creado el tercer nivel de gobierno con las
alcaldías, estas estarían dedicadas al trato más directo con los vecinos” .
Fue la primera época del reformismo
frentista: la etapa de la reforma
territorial.
El Uruguay iba a tener 4 o 5 grandes provincias
con las alcaldías resolviendo lo local, de modo que el centralismo montevideano
los iba a fagocitar presupuestalmente, de una forma jamás vista en la historia
nacional.
Los Intendentes progre tenían que entender la miserable maniobra blanqui colorada
que condujo a que el Uruguay tenga 19 departamentos. Para su idea -por suerte
había leído la Constitución en este tema-, no era necesario reformar la
Constitución, sino que se podría incluir en la reforma de la ley de
Ordenamiento Territorial y eso era algo que el Parlamento inmediatamente iría a
considerar.
Los progre
de sus Intendencias le tuvieron que decir así: “Topolansky no se dan las condiciones subjetivas de carácter cultural en el
Uruguay, como para convertir zonas en regiones nuevas”.
Para la gente que vive en un departamento
del interior, perder la identidad es algo a lo que no está dispuesto a
renunciar.
El intendente de Rocha, el
frenteamplista Artigas Barrios fue claro y le dijo: “Mirá Topolansky, no se
puede gobernar afectando las identidades, cada departamento cuida su chacrita,
y aquí en Rocha decimos que vivimos en la República Oriental de Rocha por donde
sale el Sol de la Patria. Puede parecerte absurdo, pero mirá que no lo es,
Topolansky. Soy frenteamplista y en lo único que me aplauden, es cuando digo
estas cosas”.
La senadora Topolansky en ese momento
sufría horrores. Kilos, porque nadie le daba bolilla y le llevaba el apunte. Ella
creía que el Congreso de Intendentes es como las coordinadoras del Frente
Amplio, en donde larga un bolazo y los demás, como comadrejas se ponen a
cuchichear. Una forma de posicionarse en el escenario político, en donde cuando
encuentra acuerdo interno, sale a insultar hacia afuera, acusando a los blancos
y los colorados de las cosas más horribles, por haber generado 19 Intendencias.
Como cualquiera puede entender estamos
delante de una fantasía disuasiva. Evidentemente,
en el Frente Amplio cada vez eran menos y paria la suegra.
Con el nido en un lado –como los teros-
y gritando en otra parte le sacaban el
culo a la jeringa a los brutales problemas internos que tienen ante la
incapacidad de gestión de esa fuerza política.
Con mucha pena y sin ninguna gloria, la
propuesta de Topolansky allí quedó. Todos sabemos que los comentarios de reformas operan como distractores de los reales
problemas que vive Uruguay.
Pasada
la graciosa ingeniosidad de una reforma
territorial crearon una comisión para analizar una reforma constitucional. Eso iba a ser un trabajo minucioso comité
por comité. Era algo que no estaba contemplado inicialmente, pero que habida
cuenta de su importancia había que definirla en dos grandes bloques temáticos.
Indudablemente Hugo Chávez sabía para qué
y cómo, pero una cosa como el Frente Amplio, duda sobre para qué la
necesita y qué mecanismos va a usar.
Tampoco tenían claro los pasos a seguir,
porque o por el 10 por ciento de los ciudadanos presentaban el proyecto de
reforma constitucional que tiene que ser sometido a la decisión popular, en la
elección más inmediata. O, el otro mecanismo es por dos quintos del total de
componentes de la Asamblea General, presentados al Presidente de la misma, los
que serán sometidos al plebiscito en la primera elección que se realice. Tiene
que votar por Sí, la mayoría absoluta de los ciudadanos. Una ley constitucional
exige los dos tercios, y ellos no los tienen. La única salida que les quedaba
era llamar a una Convención Nacional Constituyente, pero después de ganar las
elecciones.
Preparando el terreno para un sartenazo a la venezolana se
lanzaron a la pugna por el candidato único en las recientes elecciones internas,
pidiendo un nuevo sistema unicameral. Estaban evaluando la convocatoria para una
Asamblea Nacional Constituyente.
Como lechuzonas locas salieron por todo
el país a decir cualquier disparate sobre la Constitución que hoy nos rige. El
gran problema que tenían son los contenidos, los ejes temáticos que querían
modificar, porque ni Korzeniak sabía lo que buscaban.
Pasadas las elecciones internas algo no
les gustó de los resultados y empezaron con otra mursimónica. Hay que terminar con las internas, cada
fuerza política elige sus autoridades como quiere.
Se dejaron de escorchar con la reforma constitucional y empezaron a
romper los quinotos con la reforma
electoral.
Las
cosas de Lucía Topolansky hay que tomarlas como de quien viene, pero lo del
doctor Vázquez es preocupante.
Si la actual reforma constitucional se
la mira desde un punto de vista global, llama notoriamente la atención el
comportamiento del doctor. La reforma funcionó a las mil maravillas en 1999,
volvió a funcionar muy bien en 2004 cuando Vázquez gana, siguió siendo buena en
2009 cuando Mujica triunfa y ahora, después de tres veces de operar, -con 15 años
de existencia-, justo ahora, aparecen todas las cosas malas que jamás nadie se dio
cuenta.
La reforma les sirvió en la época de la acción política permanente en cambio
ahora, cuando el horno no está para bollos y es más lo que les conviene callar
que decir, la reforma hay que acortarla y nadie debe saber realmente, qué
representatividad tienen esos grupu
pulitico, de la inenarrable sopa de letras en que está compuesto el Frente
Amplio.
Le molesta al doctor la transparencia
que permite ver quién es quién en
cada partido político. A Vázquez no le sirve nada, ni el balotaje, ni el
momento en que se hacen las elecciones municipales. Quien no soporta más la
verdad que arrojan las urnas cuando
cantan es precisamente, esa fuerza política, porque hoy el Partido Nacional
y el Partido Colorado ya no se manejan
con encuestas.
Nadie que esté en su sano juicio lanza
la idea de una reforma territorial, constitucional o electoral, sin acordar
nada con fuerzas extra partidarias. Tiene que estar mal de la cabeza, porque
las mayorías que necesita no las suministra un solo sector o partido.
Habría que evaluar hasta donde el
descreimiento interno de esa fuerza política, amenaza con paralizar a los
ultras que solo sirven para ensobrar listas gratis. De repente, ni enamoran,
ni cautivan, ni convencen y solamente, el auto bombo de los que quieren un
carguito es el único factor de unificación que tienen. En una de esas hay algún
cangrejo debajo la piedra y para ir a más, los pronunciamientos populares son
un estorbo. De pronto, la falta de ideas y planteos serios conduce a
esgrimir fantasías disuasorias y cortinas de humo para tapar el barril de pólvora
que significa el momento económico que vivimos en la región. Quizás al iniciarse la cuenta regresiva, crean
que manteniendo el potencial anterior a la reforma constitucional –esto es,
volviendo a ser un tercio del electorado-, puedan tener la chance que cuando lo
eran, no la tuvieron. Tal vez la mediocridad chata de una burocracia sin representatividad
alguna, se sienta cuestionada por el hecho de ver que a otro lo votaron y
representa concretamente algo. Por ahí lo que les complica más de una interna transparente y democrática,
en donde pasados los comicios todos sabemos delante de que cosa estamos en política,
sea la dificultad que van a tener para darle legitimidad de ejercicio a un aparato en paralelo sin legitimidad de origen.
Habría que analizar cuál puede ser
la causa por la cual hoy es muy malo, lo que durante 15 años fue tan bueno.