Cuando
yo era chico, en los tiempos de Radio Artigas, en donde entre Targo
y mate cantaba Carlos Gardel a las 8 de la noche y después venía España Cañi y ahí
sacaba la radio y ponía Clarín, el tanguero de aquella época, estaba dividido
entre Carlos Gardel y Agustín Magaldi.
Gardel
fue un cantor de voz aflautada y gracias a la operación en la garganta que se
hizo, pasó a ser un cantor de voz timbrada, que transluce una sentida emoción, pero
Magaldi mantuvo su voz.
Con
el tiempo Agustín Magaldi desaparece y hoy nadie se acuerda de él. Sin embargo,
gracias a esa cosa maravillosa que se llama Internet, escuchar a Magaldi es
reconfortante, hoy en día.
Agustín
Magaldi lo escuchaba mucha gente. Esta voz
sentimental de Buenos Aires, murió a los 39 años, porque como nos enseñaba
Florencio Sánchez, los elegidos de los dioses mueren jóvenes.
Todos
lo recuerdan como un hombre bueno, que manejaba códigos de nobleza. Nunca quiso
desplazarlo a Gardel, como quería, por ejemplo, Charlo; él y Corsini fueron al velatorio
y entierro de Carlitos, invadidos por mucho dolor.
A
Magaldi en aquel entonces, se lo escuchaba en los Frigorificos y entre mafras de toda índole, era un hombre
que hacía recapacitar al servicio del
camino del bien.
Hoy
vamos a un acuerdo con los rusos en el preciso instante en que masacran a
Ucrania y con los chinos en el momento en donde su sistema financiero, anclado
al norteamericano, tiene un excedente monetario, que no puede volcar al
mercado.
Hoy
estamos en una burbuja en dónde los únicos que manejan los grandes flujos de
capital son las grandes corporaciones que no pueden volcar ese dinero al
mercado, porque estallaría una inflación descomunal y caería el dólar, como
divisa de pago y repago.
Hoy
lo rusos están de vivos y estamos en las puertas de una nueva guerra fría.
Una
cosa es venderles vino y pájaros de colores criados con alpiste especial y otra
lo que ronda, ante una Argentina que van a sostener ante una virtual cesación
de pagos, como la soga sostiene el
ahorcado.
Se están frotando las manos y a una Argentina
que nadie quiere la van a usar como trampolín, para obtener lo que no pudieron
en la línea Vladivostok, Santiago,
Montevideo. Ahora los argentinos van a trabajar para los rusos y ese país está
llamado a ser como Cuba, a quién le condona 35 mil millones de dólares. Lo que
está indicando que tienen planteado todo un plan operativo en etapas.
Están en las puertas de un desastre muy
grande y no es nada improbable, que empiecen a patear el tablero geopolítico
mundial.
Buscan
en el Uruguay, como en Bolivia o Ecuador, puntos de apoyo nepalino.
No
sé por qué, escuchar a Agustín Magaldi, me resulta reconfortante.