“Adiós muchachos compañeros de mi vida
barra querida de aquellos tiempos
me toca a mí, voy a emprender la
retirada
debo alejarme de mi buena muchachada.“
Música: Julio César Sanders
Letra: César Vedani
Recuerdo
que una vez, en una Huelga General contra un Ministro de Economía, el jerarca
sale y dice: “Por qué me dicen eso, si yo
también soy asalariado y trabajador. Eso de que ustedes son los trabajadores,
no es así. Yo también soy trabajador y percibo salario. ¡Qué interés puedo
tener yo, en estar contra mí mismo”.
Lo
que ocurre en el Uruguay es algo difícil de entender a primera vista. En la
Argentina, el peronismo la emprende contra cierto tipo de empresario, determinados
sectores sociales, cierta clase de personas y no comete el error de atacar en bloque. Cuestiona políticamente a la
dirección y a alguna gente que los apoya.
En
el Uruguay por el contrario, un tipo de trabajadores le declaró con envidia galaica, -envidia de dibujito
animado-, la guerrita al otro y una capa de profesionales corporativista, está enfrentado con los
demás. Mientras el peronismo en la Argentina hace su lucha sin combatir “el enemigo de clase”, en el Uruguay combaten “el enemigú”, como le dicen en Cuba,
sin hacer otra cosa que la de enfrentar sistemáticamente, a los demás trabajadores.
Lo
de aquí es lucha de inter clase. Eso
explica la existencia de sindicatos que están para defenderse a ellos mismos y
más nadie. Profesionales enemigos de las librerías, porque sienten que
cualquier publicación, se está entrometiendo en el área suya. Internet, también
les molesta, dado que cualquiera puede conocer, lo que el señor o la señora consideran, que solamente ellos, están
en condiciones de saber. Los señores y las señoras universitarias, son poseedores
del saber permitido. El que entra a
una librería tiene un pseudo saber, un conocimiento que no es de calidad.
Cuando
uno piensa en las cosas que han ocurrido y las ve a la luz de este punto
terminal en que se encuentra la sociedad uruguaya, es evidente que lo que se
han pasado haciendo, es una guerrita de algunos asalariados, contra otros.
Recuerdo
que cuando asumió de Presidente de la República, el doctor Tabaré Ramón Vázquez
Rosas,
la gente del PIT-CNT afirmaba: “No se lo
puede combatir como si fuera la derecha, hay que darle tiempo” y como
papagayos salían a decir que “Hay que
darle tiempo, al hombre”.
Es
evidente que estaban razonando en estrictos términos marxistas.
Estaban
diciendo: “Este es un gobierno pluri clasista,
que si bien tiene mucho, por su composición heterogénea de los demás, no se lo
puede combatir, como si fuera el enemigo de clase, porque representa otra cosa
y tiene otro carácter, lo que va a hacer”.
Era
el año de gracia de 2005, con muchos garibaldinos en los Conventos, en donde los que no eran frentistas,
también miraban la situación, con un signo de interrogación. “¡Vamos a ver qué va a pasar!”, decían.
En
ese momento, pocos eran conscientes, que detrás de tanto sermón laico, se
escondía una venganza contra la clase
media, como había quedado suficientemente claro, en la campaña electoral
del 99’, en donde Jorge Batlle los enfrentó en el tema del Impuesto a la Renta
y los hizo papilla.
No
nos olvidemos que gracias a su brillante lucha contra el Impuesto a la Renta,
ganó la elección.
Hoy
vivimos otros tiempos, ya no son tiempos de
Rosas.
Ahora
están con el Derecho Tributario, como aquellos que llevan la Biblia debajo del
brazo; lo que está indicando que en plena desaceleración de la economía, van
para más y peor de lo mismo.
“Los muchachos
peronistas” son capaces de gritar “Nerón, Nerón, que grande sos”, pero
nunca de enfrentar a un grupo de trabajadores contra otro. Sería algo así como un delito de lesa humanidad, o más bien, de lesa clase obrera.
En
la Argentina menean el rabito de filisteo a
la italiana, en el Uruguay se organizan contra alguien, con envidia galaica.
No
es que aquí no pueda haber peronismo, sino que el lote de cosas para dar es
muy magro. Allá hay mucha plata en juego, aquí, chaucha y palito. Por eso
viven a los codazos, los pellizcos y las patadas por debajo del paño. Por eso
hablan entre ellos en una jerga rara para los demás. Por eso se organizan como
partidos indirectos que nunca dejan en claro, lo que quieren decirle a Doña
Juana, Doña María y Don José.
Eso
sí, hablan para Doña Soledad.
El
peronista, lo primero que observa cuando viene al Uruguay es al PIT-CNT, y los
desprecia, no porque el Uruguay sea la Provincia argentina que perdieron, sino
porque ve, que con un sindicalismo así, algo anda mal en la cabeza de los
uruguayos. Desde su punto de vista obrerista
tiene razón. Lo que no se da cuenta, que en un país de pequeño y mediano
productor, de comercio chico y de funcionarios públicos, el sindicalismo no tiene la más mínima importancia, entre
nosotros.
La
gente dice “Ahí vienen los del sindicato”,
como quien se ve venir, un allanamiento policial.
Ya
rasgada está la maja del engaño y caído
el velo.