sábado, 7 de junio de 2014

Ya no te creo hombre.

El mono es siempre mono y el tero es tero
y vos sos cualquier cosa si es que hay dinero
el mono es siempre mono y el tero es tero
vos sos azul o rojo, si es que hay dinero
Ya no te creo, hombre, ya no te creo
tantas palabras, hombre, tantos enredos
ya no te creo, hombre, ya no te creo
de compañero, hombre, prefiero al perro.
Horacio Fontova "Ya no te creo hombre"”



       Compañero en latín es aquel con quien se comprarte el pan. Ese era el error más grande de Liber Seregni, llamarle compañero a cualquiera que hablara con él, como si en ese siempre hecho, el de conversar, tuviera que existir de antemano una definición de afinidad política.
       El sectarismo terrible de Seregni lo condujo a un techo político insuperable. Vázquez vino a romper ese techo de seregnismo  asustadizo. Gritaba barbaridades del tipo “Comunismo cayó, ahora sí podemos” y le pedía a todo el mundo que cambie.
       “Podemos” era el grito de guerra en la época en donde todo el seregnismo y el partido comunista en pleno se reconocían con una sola consigna: “No va la cosa”. Lo que significa que estaban de acuerdo con la política que hacían los blancos y los colorados, pero por razones de perfil, hacían solamente oposición parlamentaria.
       Seregni quería reconciliarse. Cuando le preguntaron si guardaba rencor dijo: “No, en absoluto. Los entendí”.
       Murió pidiéndole “Al padre Artigas”, más luz. Quiso ser un cacho de artiguismo y terminó disparando para el monte como Fernando Otorgues. Vázquez lo defenestró, al punto que al final no lo dejaban entrar en ningún local del Frente Amplio.
       Seregni tuvo el mismo destino que Eugenio Gómez y Emilio Frugoni. Cuando los defenestran mueren en la más absoluta orfandad política. Van del aplauso fácil y las aclamaciones colectivas a la patada, también fácil, cuando ya no les sirve más.
       Es un claro indicador del hecho político que lo diga ese tipo de gente, no tiene la más mínima importancia en términos absolutos.
       A mi entender el gran error que cometieron los blancos y los colorados fue agraviarse de los insultos de estos elementos. Debieron, creo yo, no darles la más mínima importancia.
       Cuando asumen el gobierno, en Estados Unidos le preguntan a Astori qué política económica iba a llevar y contesta: “La misma que los blancos y los colorados”. Le hacen ver que va a tener similares problemas sociales que ellos y Astori contesta “No, porque gobernamos nosotros y sabemos calmarlos”.
       En ese momento un suspiro de alivio muy grande se vivió en la City financiera montevideana. Los operadores financieros se miraban a los ojos contentos. Cambio todo, pero para que todo siga igual. Era el gatopardo de Lampedusa redivivo, un garibaldino combativo que cuando llega a ocupar cargos de responsabilidad mira el blasón familiar y le es fiel a sus abuelos. Sabe qué intereses defender y cuáles no.
       Como dice Mujica, Astori les es fiel, aunque el frenteamplista de a pie no entienda ni jota qué es lo que quiere decir con eso.
       Fiel en el Frente Amplio quiere decir: “El espectáculo debe continuar” y hay que enamorar a la gente mintiendo.
       Si Seregni se equivocó usando la palabra compañero con cualquier cosa que se le acercara, Vázquez acertó: hoy el perro es el mejor compañero del hombre.
       Hay un hecho político de fondo en todo esto que hay que entender claramente.
       El tema Vázquez está ligado al drama de Allende en Chile y cierra como cóncavo y convexo. No desea que le suceda lo mismo, pero los reflejos condicionados pavlovianos de la gente que lleva, lo conducen a eso, aunque no quiera. A diferencia de Allende, sabe calmarlos y todos se lo reconocemos. Eso sí, que no venga a despotricar contra supuestas derechas netas, porque él es el único a la derecha en el Uruguay, los blancos y colorados son el centro político. Vázquez y Astori están contra los blancos y los colorados porque tienen Síndrome de Estocolmo.
       Allende gobernaba con un tercio mayor circunstancial y como no tenía mayoría parlamentaria, agarraba cualquier decreto de la época de Uribe y justificaba con “resquicios legales” las expropiaciones indirectas de gente que se lanzaba a quitarle la propiedad a los demás. Es un poco lo que está pasando ahora en el Uruguay. El propietario tiene que demostrar que es el dueño, el ocupante ilegal, pasado un año, puede quedarse allí para siempre.
       El gran error de Salvador Allende fue llamar a Fidel Castro. Los partidarios le pedían que había que agarrar las armas de una vez y Allende lo llama a Castro para que los calme. Castro es un especialista en Latinoamérica en desvertebrar guerrillas y sabe hacerlo en términos profesionales. Los tecnifica y los anula todo junto a la vez.
       Castro es un experto en condiciones objetivas, subjetivas, táctica y estrategia y fue a explicarles que lo de Cuba era excepcional e irreproducible. Le salió el tiro por la culata, en vez de calmar a los ultras de Allende, los enardeció más.
       Cuando se fue Castro de Chile, el clima político empezó a complicarse. Hasta para los tupamaros que estaban ahí y se pusieron a estudiar a Marx, era invivible la atmósfera moral.
       En ese momento Seregni en el Uruguay estaba muy preocupado. Porque él tenía una afinidad muy especial con Salvador Allende y ese hecho le generaba problemas en plena campaña electoral. 
       Castro cometió, además el gravísimo error desde Chile, en pedirle al pueblo uruguayo que vote al Frente Amplio. En ese momento la campaña electoral se picó seriamente y la atmósfera moral uruguaya empezó a parecerse a la chilena. Fidel Castro Ruiz, lo sabemos todos, menos el Partido Comunista en el Uruguay, es el abrazo del beso de la muerte y le dio a Salvador Allende el puntillazo final que se necesitaba para ponerle fin "A la vía Chilena al socialismo", como se le decía. Desde Chile le dio a Seregni, lo que se llama un apoyo palma, que consiste en liquidar lo que dice defender.
       Había para mucha gente, a partir de ese momento, dos caminos claramente diferenciados: Pacheco o Seregni y subidos a ese hecho, ninguneaban al Partido Nacional. A los dos extremos le servía esta situación para impedir el triunfo de Wilson.
       Cuando Seregni sale de la cárcel, las primeras declaraciones que hace en Búsqueda son instructivas de esto que vengo diciendo: Dice Seregni “Allende me dijo a mí, cuidado con los ultras” y al otro día un profundo suspiro de alivio recorrió el país. Era otro Seregni.
       Es evidente que el General era un liquidacionista a lo Georges Clemenceau, un hombre que si bien a los 15 años peleo en la Comuna de Paris, en edad adulta entendió el interés nacional, aunque eso implicara hacerse odiar por los ultras.
       Lo que lamentablemente, no entendió tan esbelta criatura es que esa fuerza política vive del ultrismo anacrónico y con eso no va a ningún lado, pero si deja esa retórica incendiaria, desaparece para siempre del mapa político. En eso Vázquez la tiene clara. Cuando llegan las elecciones hay que armar conventillo y despotricar sin ideas, sino, “no enamora” a esa gente.
       ¡No se dan cuenta que es una neurosis política que va de la Más dures a la Marx durex y de allí a la maduré sindical, como si el pueblo uruguayo tuviera su adolescencia mal resuelta!
       ¡No se dan cuenta que son la izquierda neta disfrazada de cualquier cosa, que les dé cobertura para medrar!