El mono es siempre mono y el tero es tero
y vos sos cualquier cosa si es que hay dinero
el mono es siempre mono y el tero es tero
vos sos azul o rojo, si es que hay dinero
Ya no te creo, hombre, ya no te creo
tantas palabras, hombre, tantos enredos
ya no te creo, hombre, ya no te creo
de compañero, hombre, prefiero al perro.
Horacio Fontova "Ya no te creo hombre"”
Compañero
en latín es aquel con quien se comprarte el pan. Ese era el error más grande de
Liber Seregni, llamarle compañero a cualquiera que hablara con él, como si en
ese siempre hecho, el de conversar, tuviera que existir de antemano una
definición de afinidad política.
El
sectarismo terrible de Seregni lo condujo a un techo político insuperable.
Vázquez vino a romper ese techo de seregnismo asustadizo. Gritaba barbaridades del tipo “Comunismo
cayó, ahora sí podemos” y le pedía a todo el mundo que cambie.
“Podemos”
era el grito de guerra en la época en donde todo el seregnismo y el partido
comunista en pleno se reconocían con una sola consigna: “No va la cosa”. Lo que
significa que estaban de acuerdo con la política que hacían los blancos y los
colorados, pero por razones de perfil, hacían solamente oposición
parlamentaria.
Seregni
quería reconciliarse. Cuando le preguntaron si guardaba rencor dijo: “No, en
absoluto. Los entendí”.
Murió
pidiéndole “Al padre Artigas”, más luz. Quiso ser un cacho de artiguismo y
terminó disparando para el monte como Fernando Otorgues. Vázquez lo defenestró,
al punto que al final no lo dejaban entrar en ningún local del Frente Amplio.
Seregni
tuvo el mismo destino que Eugenio Gómez y Emilio Frugoni. Cuando los
defenestran mueren en la más absoluta orfandad política. Van del aplauso fácil
y las aclamaciones colectivas a la patada, también fácil, cuando ya no les
sirve más.
Es
un claro indicador del hecho político que lo diga ese tipo de gente, no tiene
la más mínima importancia en términos absolutos.
A
mi entender el gran error que cometieron los blancos y los colorados fue
agraviarse de los insultos de estos elementos. Debieron, creo yo, no darles la
más mínima importancia.
Cuando
asumen el gobierno, en Estados Unidos le preguntan a Astori qué política
económica iba a llevar y contesta: “La misma que los blancos y los colorados”.
Le hacen ver que va a tener similares problemas sociales que ellos y Astori
contesta “No, porque gobernamos nosotros y sabemos calmarlos”.
En
ese momento un suspiro de alivio muy grande se vivió en la City financiera
montevideana. Los operadores financieros se miraban a los ojos contentos.
Cambio todo, pero para que todo siga igual. Era el gatopardo de Lampedusa
redivivo, un garibaldino combativo que cuando llega a ocupar cargos de
responsabilidad mira el blasón familiar y le es fiel a sus abuelos. Sabe qué
intereses defender y cuáles no.
Como
dice Mujica, Astori les es fiel, aunque el frenteamplista de a pie no entienda
ni jota qué es lo que quiere decir con eso.
Fiel
en el Frente Amplio quiere decir: “El espectáculo debe continuar” y hay que
enamorar a la gente mintiendo.
Si
Seregni se equivocó usando la palabra compañero con cualquier cosa que se le
acercara, Vázquez acertó: hoy el perro es el mejor compañero del hombre.
Hay
un hecho político de fondo en todo esto que hay que entender claramente.
El
tema Vázquez está ligado al drama de Allende en Chile y cierra como cóncavo y
convexo. No desea que le suceda lo mismo, pero los reflejos condicionados
pavlovianos de la gente que lleva, lo conducen a eso, aunque no quiera. A
diferencia de Allende, sabe calmarlos y todos se lo reconocemos. Eso sí, que no
venga a despotricar contra supuestas derechas netas, porque él es el único a la
derecha en el Uruguay, los blancos y colorados son el centro político. Vázquez
y Astori están contra los blancos y los colorados porque tienen Síndrome de
Estocolmo.
Allende
gobernaba con un tercio mayor circunstancial y como no tenía mayoría
parlamentaria, agarraba cualquier decreto de la época de Uribe y justificaba
con “resquicios legales” las expropiaciones indirectas de gente que se lanzaba
a quitarle la propiedad a los demás. Es un poco lo que está pasando ahora en el
Uruguay. El propietario tiene que demostrar que es el dueño, el ocupante
ilegal, pasado un año, puede quedarse allí para siempre.
El
gran error de Salvador Allende fue llamar a Fidel Castro. Los partidarios le
pedían que había que agarrar las armas de una vez y Allende lo llama a Castro
para que los calme. Castro es un especialista en Latinoamérica en desvertebrar
guerrillas y sabe hacerlo en términos profesionales. Los tecnifica y los anula
todo junto a la vez.
Castro es un experto en condiciones objetivas, subjetivas, táctica y estrategia y fue a
explicarles que lo de Cuba era excepcional e irreproducible. Le salió el tiro
por la culata, en vez de calmar a los ultras de Allende, los enardeció más.
Cuando
se fue Castro de Chile, el clima político empezó a complicarse. Hasta para los
tupamaros que estaban ahí y se pusieron a estudiar a Marx, era invivible la
atmósfera moral.
En
ese momento Seregni en el Uruguay estaba muy preocupado. Porque él tenía una
afinidad muy especial con Salvador Allende y ese hecho le generaba problemas en
plena campaña electoral.
Castro
cometió, además el gravísimo error desde Chile, en pedirle al pueblo uruguayo
que vote al Frente Amplio. En ese momento la campaña electoral se picó seriamente y la atmósfera moral uruguaya empezó a parecerse a la chilena. Fidel Castro Ruiz, lo sabemos todos, menos el Partido Comunista en el Uruguay, es el abrazo del beso de la muerte y le dio a Salvador Allende el puntillazo final que se necesitaba para ponerle fin "A la vía Chilena al socialismo", como se le decía. Desde Chile le dio a Seregni, lo que se llama un apoyo palma, que consiste en liquidar lo que dice defender.
Había
para mucha gente, a partir de ese momento, dos caminos claramente diferenciados: Pacheco o Seregni y
subidos a ese hecho, ninguneaban al Partido Nacional. A los dos extremos le
servía esta situación para impedir el triunfo de Wilson.
Cuando
Seregni sale de la cárcel, las primeras declaraciones que hace en Búsqueda son
instructivas de esto que vengo diciendo: Dice Seregni “Allende me dijo a mí,
cuidado con los ultras” y al otro día un profundo suspiro de alivio recorrió el
país. Era otro Seregni.
Es
evidente que el General era un
liquidacionista a lo Georges Clemenceau, un hombre que si bien a los 15 años
peleo en la Comuna de Paris, en edad adulta entendió el interés nacional, aunque
eso implicara hacerse odiar por los ultras.
Lo
que lamentablemente, no entendió tan esbelta criatura es que esa fuerza política
vive del ultrismo anacrónico y con eso no va a ningún lado, pero si deja esa
retórica incendiaria, desaparece para siempre del mapa político. En eso Vázquez
la tiene clara. Cuando llegan las elecciones hay que armar conventillo y
despotricar sin ideas, sino, “no enamora” a esa gente.
¡No
se dan cuenta que es una neurosis política que va de la Más dures a la Marx
durex y de allí a la maduré
sindical, como si el pueblo uruguayo tuviera su adolescencia mal resuelta!

