Al parecer en este momento, un fantasma
atraviesa el Uruguay. El cuco de la Restauración.
La Europa de la Restauración es un período
que va de la derrota del Imperio Napoleónico (1814 y 1815) a la Comuna de París
de 1848. Es una etapa signada por la necesidad de ponerle fin al desquicio que
generó la Revolución Francesa en ese momento. Es falso que los monarcas no
quisieran un cambio, nadie se oponía a las ideas liberales, sino a las prácticas
liberticidas que vinieron asociadas.
En el Rio de la Plata, aprovechando la
bolada, Juan Manuel de Rosas se decía Restaurador, porque quería volver al
Virreinato, pero sin los españoles.
Resulta que ahora, venimos a enterarnos
por boca de un iluminado muy parecido a aquellos que Jules Michelet,
historiador de la Revolución Francesa, tipificaba como enfermos mentales, que
si no ganan ellos se avecina una suerte de Restauración.
Jules Michelet vio en el jacobinismo de
su tiempo la gran confusión moral de gente que estaba mal de la cabeza, una
sociedad ciega, que había entrado en un proceso de autodestrucción. La
Restauración no existió porque la aristocracia insensible solo supiera bailar
el Danubio Azul, se volvió una necesidad ante la anarquía generada por las prácticas
liberticidas. Muchas almas vulnerables sufrieron la Restauración como algo que
ofende su delicada sensibilidad y entonces nace el Romanticismo como una forma
de rebeldía cultural.
La Restauración, para una cabeza enferma
de ultrismo afrancesado frenteamplista, significa
la paz, el orden, el imperio de la ley, los derechos del contribuyente, el respeto
a las libertades, la protección a la propiedad privada, legislar en conformidad con la Consitución. Como vinieron a
guillotinar a todo el mundo generaron en la sociedad uruguaya un cambio
irreversible: Que pague más el que se rompe el alma trabajando y que viva de
arriba el pichaje más prepotente. No tienen una utopía, tienen sí una ectopía. Todo Vázquez es ectópico y fuera de lugar, se podría hasta decir que el cáncer tiene Vázquez.
Luther King tenía un sueño -una utopía- que al final
se hizo realidad y hoy un negro es Presidente de Estados Unidos. Tener utopías
es muy bueno, porque la utopía es como el horizonte, se aleja cuanto más nos aproximamos. En el momento histórico de Luther King, lo que él quería era
inviable, pero la realidad histórica posterior hizo que fuera algo inviable
viabilizado.
El Frente Amplio en cambio no tiene un
sueño, tiene por mala conciencia, una pesadilla: La Restauración. Ellos
representan la época de la dominación
pacífica en el Uruguay y están preparando una estampida para no dejar
gobernar si ganan otros.
Si pierden, el descrédito va a ser total.
Quiero verlos en el futuro hacer oposición y gritar mientras menean el rabito
de filisteo, “No estoy de acuerdo”, cuando todos sabemos que están de acuerdo.
Se viene el Restaurador, solo que se
termina el martín fierrismo de los gauchi políticos, Juan Manuel de Rosas queriendo invadir el Uruguay y la niña Manuelita impidiendo cualquier acuerdo.