Mientras el gobierno argentino prepara más
medidas contra Uruguay, en donde están afectados más de 400 emprendimientos
económicos y muchísimos puestos de trabajo, el PIT-CNT descubre que “no somos
una isla” y al ver caer el comercio bilateral con Argentina, recién ahora se da
cuenta que esas medidas van “a tener impacto en el empleo”.
En
ese mismo momento, los ultras de Gualeguychú se sienten inspirados –o costeados-,
y 400 energúmenos bloquean el puente por 45 minutos. Se ve que negar la
servidumbre de paso por un día sale caro.
Festejan la buenísima “capacidad de
convocatoria” que tienen, expresando que lo único que les importa es el
divertimento movilizador. Quieren paralizar el dragado del río Uruguay, aunque
este dragado sea muy bueno para dinamizar el puerto argentino de Concepción del
Uruguay y los uruguayos de Paysandú y de Fray Bentos. Ellos saben perfectamente
que UPM no solo no contamina, sino que bajo tan estrictos controles, hoy el río
Uruguay está más limpio que antes.
Creo yo, que no van a llevar el litigio
a La Haya, por varias causas: Porque sale caro y Argentina es, lo he dicho
muchas veces, la crónica de una muerte anunciada y porque lo que está en el
fondo de todas estas medidas, no son los objetivos que se esgrimen. Lo que a
Argentina le indigna de Uruguay, es que
un país tan chico haya logrado una refinanciación de los bonos de deuda a un 5%,
cuando ellos tras largas negociaciones lograron refinanciarlos al 25%. Ese
es el núcleo de la indignación Argentina. No le pueden perdonar a Jorge Batlle
el olfato económico que le permitió a Uruguay, superar el efecto contagio.
Mientras el juez de Nueva York Thomas
Griesa no lo puede ni ver al gobierno argentino, por la sencilla razón de que
se han pasado incumpliendo absolutamente, todas sus obligaciones
internacionales, Argentina entra en una espiral crítica: lo que en economía se
llama estanflación que significa en
buen romance estancamiento con inflación. Si emite, tiene inflación y si deja
de emitir entra en un estancamiento. Haga lo que sea, no logra resolver nada.
Una situación bastante parecida a la que vivió Europa en los tiempos de la post
guerra, cuando llegó la hora de la verdad en economía y descubrieron que tras una
contienda bélica, económicamente, pierden todos.
¿Hubo guerra en Argentina, país que hoy tiene las mismas tasas de riesgo que Ucrania, o será que el
matrimonio K fue letal y mortífero para una economía que mientras crecía al 7,5%
anual, por el otro lado, la arrasaban robando del modo más inconcebible?
Cada vez que Argentina entra en crisis,
una constante suele ser el hecho de que malviniza
la relación con sus vecinos. Los conflictos que tiene con Chile, Paraguay y
Uruguay son distintas perlas en el collar de un país que se hunde. Se sienten
herederos del Virreinato del Río de la Plata y no se dan cuenta que hace rato
que perdieron el investment grade que
son calificaciones crediticias que implican bajo riesgo de impago. Cuando la
incertidumbre por los pagos es muy baja, se abre para el país la posibilidad de
traslado de capitales entre naciones, sin ningún tipo de traba. Esa libertad de
circulación de capitales que hace a una economía abierta al mundo, la ostentan
solo aquellos que tienen investment
grade.
Argentina perdió el investment grade en los tiempos de Illia cuando se mandó una
mejicaneada con los ahorros de los depositantes. Desde el año 63’, nunca más la
banca argentina volvió a ser confiable.
Lo vuelve a perder en los tiempos de
Onganía, cuando tras otra mejicaneada, cierra el paso definitivo.
Con el corralito y el corralón, todo
junto a la vez, también perdieron el investment
grade los bonos de deuda. Kirchner tuvo que valerse de Venezuela para poder
entrar esos bonos que no se los aceptaba nadie.
Argentina es considerada hoy, el país de
los fondos volátiles.
Como capitanes de un barco que se hunde
empiezan a despotricar al estilo chavista contra todo el mundo; no convencen a
nadie.
No me cansaré de repetirlo, el capital
es una relación social entre cliente y vendedor, empleado y empleador,
propietario e inquilino. Cuando se va el capital, también se va la mano de obra
calificada.
Cuando la devaluación de Martínez de
Hoz, tras la guerra de las Malvinas, se fueron de Argentina 2 millones de
profesionales, la mayoría para Brasil. Cuando el colapso del Plan Austral de
Alfonsín, ocurrió lo mismo, pero en una disparada para todos los lugares del
mundo. Cuando el corralito y el corralón de fines de 2001, hubo gente que huía
con lo puesto. En cada cimbronazo cíclico, que a esta altura parecen los círculos
del infierno del Dante, huye junto al capital también, el trabajo, esto es, los
mejores trabajadores especializados.
Cuando la clase media argentina dispara
con sus ahorros y la city montevideana se llena de gente angustiada tratando de
protejerse, es porque algo muy gordo se viene allí. Nadie cree
en la moneda local argentina y la historia parece ser inveterada desde tiempos
añejos, a la fecha. El capital es el precio de la libertad y a nadie le hace
gracia, marchar por el camino de la servidumbre a la que el peronismo quiere
condenarlos.