lunes, 23 de junio de 2014

Lo que realmente le molesta a Argentina de nuestro país.

        Mientras el gobierno argentino prepara más medidas contra Uruguay, en donde están afectados más de 400 emprendimientos económicos y muchísimos puestos de trabajo, el PIT-CNT descubre que “no somos una isla” y al ver caer el comercio bilateral con Argentina, recién ahora se da cuenta que esas medidas van “a tener impacto en el empleo”.
          En ese mismo momento, los ultras de Gualeguychú se sienten inspirados –o costeados-, y 400 energúmenos bloquean el puente por 45 minutos. Se ve que negar la servidumbre de paso por un día sale caro.
        Festejan la buenísima “capacidad de convocatoria” que tienen, expresando que lo único que les importa es el divertimento movilizador. Quieren paralizar el dragado del río Uruguay, aunque este dragado sea muy bueno para dinamizar el puerto argentino de Concepción del Uruguay y los uruguayos de Paysandú y de Fray Bentos. Ellos saben perfectamente que UPM no solo no contamina, sino que bajo tan estrictos controles, hoy el río Uruguay está más limpio que antes.
        Creo yo, que no van a llevar el litigio a La Haya, por varias causas: Porque sale caro y Argentina es, lo he dicho muchas veces, la crónica de una muerte anunciada y porque lo que está en el fondo de todas estas medidas, no son los objetivos que se esgrimen. Lo que a Argentina le indigna de Uruguay, es que un país tan chico haya logrado una refinanciación de los bonos de deuda a un 5%, cuando ellos tras largas negociaciones lograron refinanciarlos al 25%. Ese es el núcleo de la indignación Argentina. No le pueden perdonar a Jorge Batlle el olfato económico que le permitió a Uruguay, superar el efecto contagio.
        Mientras el juez de Nueva York Thomas Griesa no lo puede ni ver al gobierno argentino, por la sencilla razón de que se han pasado incumpliendo absolutamente, todas sus obligaciones internacionales, Argentina entra en una espiral crítica: lo que en economía se llama estanflación que significa en buen romance estancamiento con inflación. Si emite, tiene inflación y si deja de emitir entra en un estancamiento. Haga lo que sea, no logra resolver nada. Una situación bastante parecida a la que vivió Europa en los tiempos de la post guerra, cuando llegó la hora de la verdad en economía y descubrieron que tras una contienda bélica, económicamente, pierden todos.
        ¿Hubo guerra en Argentina, país que hoy tiene las mismas tasas de riesgo que Ucrania, o será que el matrimonio K fue letal y mortífero para una economía que mientras crecía al 7,5% anual, por el otro lado, la arrasaban robando del modo más inconcebible?
        Cada vez que Argentina entra en crisis, una constante suele ser el hecho de que malviniza la relación con sus vecinos. Los conflictos que tiene con Chile, Paraguay y Uruguay son distintas perlas en el collar de un país que se hunde. Se sienten herederos del Virreinato del Río de la Plata y no se dan cuenta que hace rato que perdieron el investment grade que son calificaciones crediticias que implican bajo riesgo de impago. Cuando la incertidumbre por los pagos es muy baja, se abre para el país la posibilidad de traslado de capitales entre naciones, sin ningún tipo de traba. Esa libertad de circulación de capitales que hace a una economía abierta al mundo, la ostentan solo aquellos que tienen investment grade.
        Argentina perdió el investment grade en los tiempos de Illia cuando se mandó una mejicaneada con los ahorros de los depositantes. Desde el año 63’, nunca más la banca argentina volvió a ser confiable.
        Lo vuelve a perder en los tiempos de Onganía, cuando tras otra mejicaneada, cierra el paso definitivo.
        Con el corralito y el corralón, todo junto a la vez, también perdieron el investment grade los bonos de deuda. Kirchner tuvo que valerse de Venezuela para poder entrar esos bonos que no se los aceptaba nadie.
        Argentina es considerada hoy, el país de los fondos volátiles.
        Como capitanes de un barco que se hunde empiezan a despotricar al estilo chavista contra todo el mundo; no convencen a nadie.
        No me cansaré de repetirlo, el capital es una relación social entre cliente y vendedor, empleado y empleador, propietario e inquilino. Cuando se va el capital, también se va la mano de obra calificada.
        Cuando la devaluación de Martínez de Hoz, tras la guerra de las Malvinas, se fueron de Argentina 2 millones de profesionales, la mayoría para Brasil. Cuando el colapso del Plan Austral de Alfonsín, ocurrió lo mismo, pero en una disparada para todos los lugares del mundo. Cuando el corralito y el corralón de fines de 2001, hubo gente que huía con lo puesto. En cada cimbronazo cíclico, que a esta altura parecen los círculos del infierno del Dante, huye junto al capital también, el trabajo, esto es, los mejores trabajadores especializados.
        Cuando la clase media argentina dispara con sus ahorros y la city montevideana se llena de gente angustiada tratando de protejerse, es porque algo muy gordo se viene allí. Nadie cree en la moneda local argentina y la historia parece ser inveterada desde tiempos añejos, a la fecha. El capital es el precio de la libertad y a nadie le hace gracia, marchar por el camino de la servidumbre a la que el peronismo quiere condenarlos.