A
mi hijo chico le pregunté si había ido a votar y me dijo que no. Averiguando
por qué, me dice que ninguno lo convence.
Es
la visión de un chiquilín de 18 años, hijo de un padre que jamás le impone a
nadie su manera de pensar y respeta la libertad de conciencia que el hombre
expresa cuando participa en algo tan sagrado como un cuarto secreto, que si es
secreto, es por algo.
Hoy
existen aproximadamente, 200 mil chiquilines en la situación de tener que votar
por primera vez en su vida y tengo la impresión, que en términos generales, la
baja participación de esta faja etaria y la alta participación de los veteranos,
está expresando un sentimiento general.
En
mi época los hijos votaban de un modo muy distinto a los padres. Había una
lucha generacional y yo entendí, desde mi punto de vista, que si el padre o la
madre quiere imponerle al hijo o la hija su manera de votar y pensar, está
cometiendo un error gravísimo, porque está supeditando su afecto, a una
violencia indirecta que ejerce, sobre la libertad interior de otra persona.
El
voto es un acto libérrimo, no un valor inducido. Esa es la causa por la cual
soy, en lo personal, de los que piensan que no debiera ser obligatorio.
Si
no fuera obligatorio, ya sabemos quién ganaba. Triunfaba aquel que fue votado
por aquellos que ejercen la libertad de conciencia y no la imposición de un
contexto social o familiar. Es la partidocracia la que quiere el voto
obligatorio y el dirigente sin rostro humano, el dirigido, la heladera. Ya
sabemos quiénes son, no hace falta decirlo.
La
partidocracia hoy está herida, por eso pide elecciones primarias –internas-
obligatorias, porque no puede entender que las primarias miden una cosa, las
parlamentarias otra. Los politólogos, no tienen ningún interés en instruir cívicamente
a la gente. Le erraron como a las peras en el Partido Nacional, pero no a boca
de teléfono, que solo sirve para hipótesis tentativas de trabajo, sino también,
a boca de urna, que ya es decir.
Estos
nuevos votantes, los que hoy tienen 18 años, miran el panorama político, sin
sentirse motivados por ninguno.
El
partido que tiene la responsabilidad de revertir esta situación es el nacional.
El
gran tema que el Uruguay actual expresa en este cruce de caminos que las
elecciones de este año plantean, creo yo, es este: ¡Qué decirle a los jóvenes de
hoy! Al joven que tiene celular, computadora, tablets, acceso a Internet, pero
que un sistema educativo gobernado por la izquierda, lo único que ha logrado es
la apatía total y generalizada.
Parece una paradoja. Todo lo contrario a lo
que Gramsci quería.
En
lo personal a mi hijo le mostré conversando toda la pérfida moral que significa
el Frente Amplio y no saque camiseta, ni lista alguna.
¡Cómo
calificar a una persona como Vázquez que lanza la campaña diciendo que va a
poner más impuestos, un Congreso del Frente Amplio le impone a la fuerza una
mayor carga impositiva y cuando gana la interna, en sus 10 primeras medidas de
gobierno, sale diciendo que va a bajar los impuestos! Hay que ser medio
deficiente mental para no darse cuenta que estamos ante la última expresión del
cinismo, la hipocresía y el desparpajo.
¡Cómo
calificar una cosa como Astori que en la elección que gana Vázquez dijo que ponía el Impuesto a la Renta porque
iba a bajar el IVA y no bajó nada y, ahora para incautos, dice que va a
bajarlo!
¡Cómo
calificar a Astori que sale diciendo que la oposición carece de plan económico
de gobierno, cuando el único plan que él tiene es seguir agobiando
impositivamente a las capas medias, y destruir el ahorro interno y la inversión
nacional!
¡Cómo
calificar gente que compra un Javier de Haedo como quien compra jabón en el
Supermercado, y Javier de Haedo sale diciendo que de los impuestos mejor no se
hable este año! Creen que nos chupamos el dedo.
Están
convencidos que la patota del “Comando Revolucionario” un poco antes de las
elecciones metiendo pechera, ha de intimidar a todo el mundo. Hay que
agradecerle a Tabaré Ramón Vázquez Rosas, porque “los está tranquilizando”.
Hay
que darse cuenta que el Uruguay hoy juega el destino de las capas medias. En
otro tiempo la clase media estaba confundida y tras el amargo despertar
frentista, hoy está abriendo los ojos.
¡Puede
un profesional universitario ejercer, cuando al otro día tiene que pagar
impuestos, cuando todavía no empezó, ni siquiera a percibir honorarios!
¡El
Uruguay ha de seguir siendo gobernado por parias y deficientes mentales que de
lo único que entienden es de murga, canto popular y vida del Che Guevara y no
se dieron cuenta que para ocupar un cargo político hay que saber algo, aunque
sea un poco, de Derecho Constitucional y Derecho Administrativo!
¿Pertenecen
a otra categoría de ciudadanos? ¿Son impunes y pueden hacer lo que quieren,
incluso un experimento a lo Soros?
Si
es así, habrá que hacer las valijas y disparar con lo puesto.