viernes, 29 de noviembre de 2013

Una vela a Dios, otra vela al Diablo.

       Todos estamos viendo que el próximo gobierno de Vázquez parece ser la suma exacta de todo lo que no debió haber ocurrido durante su gestión. Una vela a Dios, otra vela al Diablo y como un gran encantador de serpientes, porque él lo dice, así tiene que ser, aunque no se entienda bien la razón de esas contradicciones tan, pero tan grandes.
       Un Ministro de Relaciones Exteriores, como Reynaldo Gargano, ¿qué hacía allí? Le llegó incluso a faltar el respeto delante de todo el mundo y sin embargo, no fue capaz de removerlo. Una cosa como José Díaz, verdadero inepto y cínico, todo junto a la vez, ¿tuvo que esperar al estropicio para recién entonces removerlo, cuando el mismo José Díaz salió reconociendo por televisión que él no se sentía capaz para ejercer ese cargo?
       Se pensaba en aquel entonces, a partir de ciertas declaraciones de Lourier que el del Frente era un gobierno en disputa y por ende, había que ser comprensivo de las contradicciones tan fuertes que tenía en su gestión. Era la primera gestión frentista, “había que darles tiempo” decían, y como papagayos repetían por todos los rincones del país: “la herencia maldita no se termina en un día” y cosas así.
       Eran seres impolutos moralmente que venían a redimirnos a los uruguayos de nuestras flaquezas blancas y coloradas. Estaban tocados por el Altísimo para dirigir los destinos de la República en un proceso de reconstrucción, de refundación nacional, en donde nada de lo de antes les venía bien, ni siquiera los símbolos nacionales antigüistas.
        Todo lo que el Uruguay hizo desde su nacimiento a la vida independiente, estaba mal, eran “los blancos y colorados que destruyeron el país”, decían, ignorando que al Uruguay lo hicieron y construyeron los blancos y los colorados. Bien cosa de gente que operó toda la vida como si fueran habitantes aéreos en nuestro país.
       Parecían sacados del principismo, pero a diferencia de aquellos hombres que eran, como bien los definió Real de Azúa, trotskistas del liberalismo, estos eran estalinianos de la social democracia.
       Los principistas al final se integraron a los partidos tradicionales y desde allí, no desde el rincón de las arañas del mundillo académico, ejercieron su acción benéfica predicando el liberalismo. Unos se hicieron blancos, otros colorados, otros se fueron del país y lo defendieron en momentos difíciles al Uruguay, como fue el caso de Agustín de Vedia y otros fueron incomprendidos y expulsados del partido en que estaban, y todo ese proceso, con sus idas y venidas, hace a la riqueza que los partidos tradicionales tuvieron en el proceso que llevo a la civilidad del Uruguay y su entrada en la época moderna.
       En aquel entonces había un disociamiento jurídico en el Uruguay; mientras en la campaña regía el Derecho Virreinal, el parlamento legislaba sujeto a rigurosa doctrina francesa, como explicaba Pivel Devoto. La tarea de los principistas no podía ser llevada a cabo por ellos solos, porque exigía el empalme que sólo los caudillos tradicionales locales podían darle.
       Todo eso a Vázquez y su elenco le molesta profundamente, los saca de quicio, lo que está indicando el talante moral de carácter iliberal que representan.
       ¡Por qué ese desprecio a los blancos y los colorados si son quienes hicieron al país y supieron integrar incluso tendencias nada caudillistas, “doctores”, que al final terminan siendo los gestores del Uruguay moderno! No cabe en una cabeza cuerda criticar a los que hicieron el país, como si el Uruguay lo hubiera construido el partido socialista y luego los blancos y los colorados vinieran a destruirlo. Es una lógica tan demencial, como alterada esquizofrénicamente.
       Con esa retórica interna para consumo de tiquis miti y cacatúa  de comité de base frentista, sale por el mundo a vanagloriarse del prestigio internacional que el Uruguay tenía en ese momento y a vestirse con los méritos ajenos de aquellos a quienes al venir acá desprecia y critica, un día si y otro también.
       No satisfecho con eso la emprende contra la gran construcción que los blancos y los colorados supieron crear, que fue la sociedad de oportunidades que el Uruguay supo darse, en donde la clase media y el acceso a la educación fueron los vehículos del progreso.
       Liquida el ahorro interno, agobia impositivamente a quien más trabaja y como un curita laico es una caja de sorpresas que dice cualquier cosa, menos de los temas de la gestión que está llevando a cabo.
       Hoy el Frente lo lleva de candidato a la Presidencia de la República otra vez y “la fuerza política” expresa claramente algo más que una disputa interna. El próximo no va a ser un gobierno en disputa, sino antes bien, un gobierno de fachada para las más feroces expropiaciones indirectas. Todos sabemos que así son las etapas que conducen a la gran involución semi feudal que el socialismo expresa.
       Están todos para lo mismo, para agobiar aún más al que trabaja, incluso a quien lo hace en dos lados –como deja claro las expresiones de Mujica-, sólo que por razones tácticas, unos al estilo del Frente Liber Seregni entienden que no es inteligente mostrar la hilacha y otros “son muy ansiosos”, como dice Mujica.

       Esperemos que el Uruguay despierte de este gran golpe en la nuca que significo el Frente Amplio sobre la conciencia general de la gente.