domingo, 10 de noviembre de 2013

Chile va camino a la uruguayización.

       El término “uruguayizarse” puede parecer novedoso en política, pero si se lo piensa bien, no lo es. Se refiere a un proceso en donde cuando la economía comienza a mejorar y crecer gana en forma aplastante, sin dejar margen a nadie, un sector adverso y enemigo del desenvolvimiento económico que lo único que sabe hacer es ponerle un palo en la rueda al proceso que se inicia, luego de años de estancamiento y decadencia.
       Son nostálgicos de todo aquello contra lo cual en su momento se levantaron enfurecidos, incluso poniéndose al margen del estado de derecho. Algo raro, pero real, que bien podríamos llamar de uruguayización de la política y la economía.
       Gobiernan sin representar a ningún sector específico de la industria, el agro o el comercio y tienen de saeta un sector sindical corporativista al mejor estilo mussoliniano.
       No miran con malos ojos el robo y la delincuencia porque es la forma de atacar la propiedad privada por métodos indirectos de expropiación en donde vale todo, desde las ocupaciones de fábrica hasta la intromisión de la Dirección General Impositiva sin orden judicial alguna.
        Solo, pura y exclusivamente saben aumentar la carga impositiva –no tienen otra herramienta para obtener recursos- olvidando que es una ley del derecho tributario el hecho cierto de que cuando más grande es la presión, mayor es la evasión. No se dieron cuenta que si existe Panamá, las Islas Caimán y las Bahamas es porque la presión fiscal en Estados Unidos es de tal entidad que las empresas buscan poner la casa matriz en Islandia y disparan a China o Méjico. El que realmente no quiere la evasión es aquel país que baja la presión y deja trabajar confiando que el sector privado es más eficaz para distribuir recursos genuinos que el Estado.
       Uruguayizarse es entrar en la pendiente de la decadencia en pleno apogeo económico, al punto que se puede vivir en un miasma social pese al crecimiento.
       Peor que eso es el hecho de que en términos políticos ninguna opinión votada por la gente y con representación parlamentaria importe, sino pura y exclusivamente la de aquellos que quieren más asistencialismo, como si el dinero fuera un maná que llueve del cielo y estuviera en manos de gente muy mala y egoísta.
       Uruguayizarse es lo peor que le puede ocurrir a un país que se encuentra entre dos gigantes que no lo respetan, pero saliendo del enclave regional en donde opera la uruguayización, se puede coextender el concepto a cualquier otro país que inició con mayor sabiduría la senda del crecimiento y que hizo bien las cosas durante este período, pero que no logra políticamente enamorar al electorado.
       Quién habla claro en Chile es Evelyn Mathei. Dice en un reportaje al Mercurio: “Esta no es una elección más. El programa de gobierno de mi contenedora encierra un enorme peligro para el futuro de nuestro país. No descarta la asamblea constituyente; propone un cambio total a la Constitución; insiste en una reforma tributaria brutal para la salud de las pymes y con ello para el empleo y las remuneraciones. Esta no es la misma Michelle Bachelet de hace cuatro años. Nuestro electorado debe saber lo que nos estamos jugando: un giro total y absoluto de lo que Chile ha venido haciendo en los últimos 25 años. La gente lo pensará en la medida que se acerque el día de la elección y es mucho más racional de lo que uno cree”. Esperemos que predomine lo racional en el electorado chileno, aunque las encuestan dicen otra cosa distinta.
       Dice allí apelando a la racionalidad del electorado: “Pero no creo que la gente quiera tirar por la borda todo lo que ha conseguido con tanto esfuerzo. Si nos enfrascamos en discutir una nueva Constitución durante cuatro años ¿Quién estará preocupado en solucionar los problemas de la salud, educación, capacitación de los trabajadores?
       El Uruguay en esto ha sido un ejemplo de lo que no hay que hacer. Se pasó la vida cambiando de Constitución, volviendo difícil de aplicar leyes creadas al amparo de otra Carta Magna en un sistema jurídico hipertrofiado que es como un campo minado, cualquier cosa puede ser inconstucional porque violenta la última reforma.
       Derrochó en eso energías dignas de mejores entusiasmos y se despreocupó completamente de los grandes temas nacionales. Siempre girando en torno a lo politiquero del presidencialismo al colegiado y de este al presidencialismo, siempre diciéndole a la gente que lo hacen para achicar los cargos políticos cuando uno ve que lo único que saben hacer es agrandarlos de reforma en reforma.
       Si Chile se embarca en una cosa así le va a ser muy difícil salir después, porque no falta quien cuando quiera rever las cosas se vea obligado a plantear otra reforma constitucional, que venga incluso a complicar todo lo legislado en el proceso de la Constitución que se quiere dejar atrás.
       En el caso chileno la reforma constitucional es para crear más cargos políticos y aumentar la carga tributaria, degradar el nivel de enseñanza y castigar al que trabaja y logra salir a flote en la vida. Es claro que todo esto conduce a la uruguayización de la política y la economía chilena. Es más, parece que estuvieran asesorados por gente de aquí.
       Una nueva Constitución bajo Asamblea Constituyente implica montar un tinglado político para la tribuna que no le va a hacer ningún bien a un país que es hoy la octava economía del mundo y el que más inversiones per cápita recibe en América Latina. Es una lástima lo que está ocurriendo en Chile.
       La gente tendrá que aprender a distinguir el verdadero rostro de la ambición mediocre allí en donde se le promete lo que cualquiera sabe que no le van a dar.
       Tendrán que entender que en economía no existen milagros y que Chile hizo un gran esfuerzo para conquistar la posición que hoy tiene y que es la que le permite campear con mayor eficacia la desaceleración de la economía que ya empieza a sentirse en todos lados.
       Tendrán que preocuparse por la política, entendiendo que cuando el hombre se desentiende de la misma, es ésta la que termina haciéndose cargo de lo que solo a él le compete.
       Si para entender esto hay que tirar por la borda 25 años de esfuerzo constante y sostenido ¡qué triste son los caminos que conducen al crecimiento intelectual de los pueblos!