martes, 12 de noviembre de 2013

Mucha camiseta y poca vergüenza.

        “Sacar camiseta” en política significa aquella tesitura mediante la cual al individuo cuando se le hacen ver falencias en la orientación que lleva su partido, sin argumentar, sin poner ideas, sin saber explicar, ni fundar su pensamiento, se enfurece, encocora y gritando dice cosas tales como: “¡El partido nunca perdió una huelga!”, los de aquel bando “no tienen autoridad moral para decir nada de nosotros” y cosas así.
        No pone un solo juicio que sea de recibo al tema que se le quiere hacer ver. A esa actitud se le llama “sacar camiseta”.
        En el contexto político internacional actual lo hemos visto con Chávez y Kirchner, aunque si se lo analiza bien, son más camiseteros Maduro y Cristina. Kirchner y Chávez insultaban con criterios políticos en cambio sus continuadores, por pajarito o matrimonio, carecen totalmente de criterios y hacen del camiseterismo, su única forma protocolar de comunicación con el resto de la sociedad.
        Sacar camiseta para discutir en política, no deja de ser un acto de arrogancia. Alguien imagina a un profesor de matemática, pongamos por caso, gritándoles a sus alumnos: “¡Miren que dos más dos son cuatro! ¡Oyeron bien: “dos más dos son cuatro”!
        Si alguien sabe a ciencia cierta que dos más dos son cuatro no se pone así, es más, ni discute, parte de ese aserto y hace los cálculos que debe realizar, basado en tal premisa. Si en cambio, el profesor de matemática del ejemplo da esa respuesta es porque muy seguro no se encuentra en el hecho de que dos más dos sea cuatro.
        El fanatismo es duda contrapesada, el hombre que tiene certezas construye a partir de ellas, el que muy seguro no se encuentra es quien suele arremeter enfurecido como forma de auto engaño.
        Hacía tiempo que no se veía en el Uruguay un retorno al camiseterismo político como forma de comunicación con las masas. Un camiseterismo que a diferencia de los mentores del así llamado Socialismo del Siglo XXI y que en realidad es el Socialismo de los Señores Feudales, no se caracteriza por augurar el nacimiento de un mundo nuevo, sino que se auto complace en la frustración electoral de sus oponentes. El antecedente más próximo que existe es el de Nikita Kruschev en los tiempos de la guerra fría cuando la humanidad estaba al borde de una Tercera Guerra Mundial. Cuando le decían algo que no le gustaba contestaba furioso a los gritos: “¡Esto es una ciencia y vamos a vencer!”, bajo la mirada atónita de los que allí estaban. A nadie en política se le ocurría pensar que lo que él hace es científico y lo de los otros no, porque las categorías del pensamiento científico no están planteadas en el accionar político, o contestaba cosas tales como “irán a parar al basurero de la historia entre los trastos viejos de todos los tiempos”. Esa era la capacidad argumental que tenía Nikita Kruschev.
        En el caso de Vázquez el camiseterismo es un poco más sofisticado pero no menos relevante. No llega al nivel cerril de un Nikita Kruschev, pero mantiene intacto todos los reflejos pavlovianos. Cuando él no está de campaña, hablar de candidaturas “es cosa de blanquicolorado”, cuando se lanza a la campaña grita: “Se terminó el recreo, y ahora no paramos hasta octubre”. Solo le falta decir: “Aquí no hay más perro que el Chocolate y el Chocolate soy yo”.
        Openheimer les llama narcisistas-leninistas a la gente así, pero en el caso de Vázquez es imponderable, porque es como el Dios Jano de la Mitología Griega, una cabeza mira para un lado y la otra para el lugar exactamente opuesto. Puede hacer un giro político de Bush a Castro y volver. Son virajes de 360 grados.
        Grita como un infantil “se equivocó la paloma, vamos a ganar”, como si cantar victoria antes de tiempo fuera la mejor tarjeta de presentación ante la gente. Debe serlo para cierto tipo de gente que solamente se moviliza cuando ve ruido de urnas y lo hace diciendo que no quiere cargos en política.
        Si está tan convencido que va a ser el seguro presidente de los uruguayos, podría tener un discurso basado en temas de agenda presidencial y poner ideas propias de un estadista, de alguien que está más allá de las minucias políticas. Sería lo que la ciudadanía está esperando de alguien que visualiza con la banda presidencial a donde va.
        No falta quien diga: “Calláte, dejálo así. No avives a Vázquez”. Pero no se trata de eso. El que está convencido realmente que dos más dos son cuatro no saca camiseta, ni vive de un auto bombo narcisista y egocéntrico.