“Sacar camiseta” en política significa
aquella tesitura mediante la cual al individuo cuando se le hacen ver falencias
en la orientación que lleva su partido, sin argumentar, sin poner ideas, sin
saber explicar, ni fundar su pensamiento, se enfurece, encocora y gritando dice
cosas tales como: “¡El partido nunca perdió una huelga!”, los de aquel bando “no
tienen autoridad moral para decir nada de nosotros” y cosas así.
No pone un solo juicio que sea de recibo
al tema que se le quiere hacer ver. A esa actitud se le llama “sacar camiseta”.
En el contexto político internacional actual
lo hemos visto con Chávez y Kirchner, aunque si se lo analiza bien, son más
camiseteros Maduro y Cristina. Kirchner y Chávez insultaban con criterios
políticos en cambio sus continuadores, por pajarito o matrimonio, carecen
totalmente de criterios y hacen del camiseterismo, su única forma protocolar de
comunicación con el resto de la sociedad.
Sacar camiseta para discutir en política,
no deja de ser un acto de arrogancia. Alguien imagina a un profesor de
matemática, pongamos por caso, gritándoles a sus alumnos: “¡Miren que dos más
dos son cuatro! ¡Oyeron bien: “dos más dos son cuatro”!
Si alguien sabe a ciencia cierta que dos
más dos son cuatro no se pone así, es más, ni discute, parte de ese aserto y
hace los cálculos que debe realizar, basado en tal premisa. Si en cambio, el
profesor de matemática del ejemplo da esa respuesta es porque muy seguro no se
encuentra en el hecho de que dos más dos sea cuatro.
El fanatismo es duda contrapesada, el
hombre que tiene certezas construye a partir de ellas, el que muy seguro no se
encuentra es quien suele arremeter enfurecido como forma de auto engaño.
Hacía tiempo que no se veía en el
Uruguay un retorno al camiseterismo político como forma de comunicación con las
masas. Un camiseterismo que a diferencia de los mentores del así llamado
Socialismo del Siglo XXI y que en realidad es el Socialismo de los Señores
Feudales, no se caracteriza por augurar el nacimiento de un mundo nuevo, sino
que se auto complace en la frustración electoral de sus oponentes. El
antecedente más próximo que existe es el de Nikita Kruschev en los tiempos de
la guerra fría cuando la humanidad estaba al borde de una Tercera Guerra
Mundial. Cuando le decían algo que no le gustaba contestaba furioso a los
gritos: “¡Esto es una ciencia y vamos a vencer!”, bajo la mirada atónita de los
que allí estaban. A nadie en política se le ocurría pensar que lo que él hace
es científico y lo de los otros no, porque las categorías del pensamiento
científico no están planteadas en el accionar político, o contestaba cosas
tales como “irán a parar al basurero de la historia entre los trastos viejos de
todos los tiempos”. Esa era la capacidad argumental que tenía Nikita Kruschev.
En el caso de Vázquez el camiseterismo
es un poco más sofisticado pero no menos relevante. No llega al nivel cerril de
un Nikita Kruschev, pero mantiene intacto todos los reflejos pavlovianos. Cuando
él no está de campaña, hablar de candidaturas “es cosa de blanquicolorado”,
cuando se lanza a la campaña grita: “Se terminó el recreo, y ahora no paramos hasta octubre”. Solo le falta decir: “Aquí no hay más perro que el Chocolate y el Chocolate
soy yo”.
Openheimer les llama narcisistas-leninistas
a la gente así, pero en el caso de Vázquez es imponderable, porque es como el
Dios Jano de la Mitología Griega, una cabeza mira para un lado y la otra para
el lugar exactamente opuesto. Puede hacer un giro político de Bush a Castro y
volver. Son virajes de 360 grados.
Grita como un infantil “se equivocó la
paloma, vamos a ganar”, como si cantar victoria antes de tiempo fuera la mejor
tarjeta de presentación ante la gente. Debe serlo para cierto tipo de gente que
solamente se moviliza cuando ve ruido de urnas y lo hace diciendo que no quiere
cargos en política.
Si está tan convencido que va a ser el
seguro presidente de los uruguayos, podría tener un discurso basado en temas de
agenda presidencial y poner ideas propias de un estadista, de alguien que está
más allá de las minucias políticas. Sería lo que la ciudadanía está esperando
de alguien que visualiza con la banda presidencial a donde va.
No falta quien diga: “Calláte, dejálo
así. No avives a Vázquez”. Pero no se trata de eso. El que está convencido
realmente que dos más dos son cuatro no saca camiseta, ni vive de un auto bombo
narcisista y egocéntrico.