Desigualdad
y abuso han sido los caballitos de batalla de la izquierda para derrotar
culturalmente a la derecha.
Generaron
una mentalidad, tras la caída del Muro del Berlín, en donde los malos son los
industriales, los comerciantes, los que generan riqueza y los buenos quienes no
pueden entrar en ese mundo. Es algo totalmente inconsistente en sus términos,
porque si más quieren lo mismo, los adelantados son los avanzados, no los
rezagados de toda la vida.
Descubrieron
que ponerse de víctima, da más resultado que ser triunfador y exitoso en la
vida.
El mismo nacionalismo provinciano que los
cuestionaba en la crisis del socialismo real, lo usaron en Occidente para
defender una alternativa diferente a la división del trabajo mundial.
Le
hicieron creer a la gente tonterías. El comunismo fracasó porque a Rosa
Luxemburgo, Lenin no le dio importancia y cosas así. Y si Rosa Luxemburgo
hubiera triunfado ¿hubieran sido diferentes las cosas?
Cuando
la derecha se sentía victoriosa en los años 90’ perdió de vista que un enemigo
oculto la esperaba en las sombras para darle la batalla decisiva. Los bienes de
consumo, para los cuales educamos a nuestros hijos, como decía, el bueno de Russell
W Davenport, pueden significar muy poco cuando homus dialecticus aparece como una mutación de homus economicus. Homus
economicus, decía Russel W. Davenport, crea los valores económicos bajo los
cuales vivimos, homus dialecticus es
el hijo contestatario que utiliza el modo de pensar del padre contra los bienes
de consumo que éste defendía.
Hemos
creado un mundo de valores en donde el desarrollo de la economía y el bienestar
colectivo equilibrado es lo que todos queremos, pero enfrentamos decía Russell
W Davenport, un tipo de hombre diferente en donde el consumo no vale nada y ser
pobre es un ideal de vida.
Siempre
acudo a aquel libro de Russell W Davenport, La Dignidad del Hombre, porque es el que aclara premonitoriamente
lo que ha sucedido. Es la angustia interior de aquel que comprende que el buen
revolucionario es el buen salvaje, mal llamado “hombre nuevo”. ¡De qué sirve
trabajar para un equilibrio macro económico, si a la hora de las elecciones
está en juego cualquier cosa, menos lo que realmente se hace por el bien de la
gente!
¡De
que sirve educar a nuestros hijos para que salgan a flote en la vida, si después
venimos a descubrir que lo único que importa es trabajar para que el parásito
social viva a expensas de los demás!
Abraham Lincoln dio la vida, Martin Luther
King, tenía un sueño, Barack Obama es la culminación de ese proceso, su punto
terminal y sin embargo, venimos a descubrir que el equilibrio macroeconómico
puede significar muy poco.
Lincoln
era un señor, que vertebró la economía desde el ferrocarril y le dio a Norte
América la unificación del territorio y porque era bueno, de los buenos buenos,
quería humanidad para una gran nación. Era republicano y eso parece que no
quieren entenderlo estos supuestos iluminados de la igualdad.
Luther
King sufrió las humillaciones que le van dando una llaga al alma y cuando uno
lo escucha o lo lee, fundamentalmente en aquel libro señero “Porqué no podemos
esperar”, entendemos que él estaba inscripto en la ardiente paciencia de los
que saben que al final una luz puntual los espera. Es un Mandela distinto, pero
esencial al respecto. Todos valoramos eso. Otra cosa es lo que está sucediendo
ahora.
Hoy
estamos ante una derrota cultural, muy parecida a la del Imperio Romano en la
época de la decadencia.
Un
día escuché este concepto por televisión. Los
Imperios caen cuando el concepto que expresaban deja de ser importante para los
demás. El Imperio Romano fue idealidad y cuando dejó de serlo,
sencillamente cayó.
El
emperador romano era consciente que en cualquier momento cualquiera podía apuñalarlo.
“De Bruto – el liberto- el puñal”, decían. Más allá de eso el Imperio Romano se
sobrevivió a sí mismo. La idealidad que encarnaba la romanización del Mare
Nostrum, estaba más allá de éste o aquel. El Imperio cayó y los barbaros
cruzaron el Rhin, atacando los acueductos y dejando a Roma sin agua, porque se
perdió la idealidad, lo sublime, el concepto.
Lo
que hoy está sucediendo en Chile es una muestra clarísima de todo esto. El
centro derecha está desquiciado en pequeñeces que lo conducen solamente a ver
qué lugar ocupan en el parlamento que se avecina. Les preocupa más su cargo
legislativo que defender la idealidad de un modelo exitoso.
Es
verdad que hoy el capitalismo, como decía Vargas Llosa no tiene teoría, pero
pregunto yo, ¿tampoco tienen memoria?