Paraguay
hoy nos está dando un ejemplo de dignidad republicana que hay que revalorizar,
en un contexto como el actual en donde cada día se ve cómo se va perdiendo el
marco axiológico de la República y en donde se ha vuelto crucial educar en
valores. Como decía José Pedro Varela: “Para
instituir la República, lo primero es formar los republicanos; para crear el
gobierno del pueblo, lo primero es despertar y llamar a la vida activa al
pueblo mismo; para hacer que la opinión pública sea soberana, lo primero es
formar la opinión pública; y todas las grandes necesidades de la Democracia,
todas las exigencias de la República, sólo tienen un medio posible de
realización: educar, educar, siempre educar!”.
Es tanto lo que se ha
perdido en lo que va de los últimos años, que cuando uno se encuentra con un
ejemplo de dignidad republicana, siente la distancia enorme que hay entre la
firmeza y la coherencia cívica de la forma de proceder republicana frente a la
descompostura moral en que ha caído el bolivarianismo.
Si
se repasan brevemente los hechos se puede ver con meridiana claridad que es lo
que ha ocurrido en este asunto.
Brasil
tenía un proyecto de apoyar un gobierno bolivariano bajo la presidencia de
Fernando Lugo. Detrás de todo esto está la figura de Marco Aurelio García,
rompiendo con 143 años de diplomacia brasilera, una de las más eficientes del
mundo.
Desde
el punto de vista marxista‑leninista de Marco Aurelio García, Lugo había ganado
el gobierno, pero la burguesía paraguaya tenía el poder y siguiendo a Lenin
planteaba el poder, como la cuestión central de toda revolución.
Dice
este señor en un artículo publicado en “Política Externa” que: “Esto porque el poder no es un lugar que se
pueda tomar como la izquierda creyó durante un cierto tiempo. El poder es,
antes, la expresión de una correlación de fuerzas que envuelve factores
económicos, sociales, políticos y culturales. Para alterar esa correlación de
fuerzas no basta llegar al gobierno, menos a una parte de ella, como ocurrió en
Paraguay. Es necesario tener ideas e instrumentos de movilización capaces de
construir mejoras en torno a un proyecto de cambio”.
Son
reflexiones que no tienen desperdicio porque llaman a un sartenazo interno
llamado a instalar “un nuevo orden” como el que se estaba imponiendo en países
como Venezuela, Ecuador y Bolivia, bajo el régimen bolivariano, al mismo estilo
que el que denunciaba Curzio Malaparte en “Técnica de un golpe de estado”
cuando explicaba el modo en que los bolcheviques tomaron el poder en Rusia. La
diferencia estriba en que mientras para Lenin el ejército y la masa eran los
factores fundamentales, para Marco Aurelio García es el ejército y la mayoría
parlamentaria, bajo un orden de cosas fundado en una nueva Constitución.
Según
él, en Paraguay: “se imponía, en este caso, la necesidad de una refundación
institucional, que se ajustase a la nueva correlación de fuerzas reveladas en
las urnas. En la mayoría de los casos, esa ansiedad de refundación puso en el
orden del día la convocatoria de Asambleas Constituyentes capaces de diseñar
una nueva institucionalidad. Este fue el camino seguido, en la última década,
por Venezuela, Ecuador y Bolivia. Las constituyentes hicieron surgir en estos
tres países un nuevo orden constitucional, legitimado en referendos populares,
y conferían a sus presidentes la gobernabilidad de la que carecían sus
antecesores. Lugo no siguió ninguna de estas alternativas”.
Le
recrimina a Lugo la ausencia de una base parlamentaria y la desmovilización de
las bases sociales, así como la existencia de una oposición vigilante, como si
un Presidente, por el simple hecho de serlo, pudiera fabricar la realidad, sólo
porque en una elección fue muy votado por la gente.
Con
respecto a la masacre de Curuguaty, lo que expresa Marco Aurelio García deja
que pensar, porque se dio en el marco de un gobierno que fomentó violentas
invasiones en Ñacunday, Santa Rita, Ytakyry, y otros lugares. Fernando Lugo
ordenó a los militares apoyar a los invasores simulando mensuras, ordenó la
creación de Escuelas-carpas para los niños hijos de invasores, asistencia
médica en los campamentos, ayuda en víveres y materiales de parte de la SEN, y
los invasores eran privilegiados por el gobierno de Lugo.
Además
los líderes carperos frecuentaban el Palacio de Gobierno y Mburuvichá Róga sin
necesidad de pedir audiencia, entraban y salían como Perico por su casa; además
de incentivar las invasiones con medios violentos sin ser molestados (Eudocia
Lugo, Paková Ledesma, Victoriano López, José Rodríguez y Sixto Pereira son
algunos ejemplos), incluso tenían apoyo de la policía con los famosos
Protocolos de Carlos Filizzola.
No
escapa para Marco Aurelio García que la violencia y la inseguridad son instrumentos
necesarios para imponer el comunismo (o bolivarianismo, da igual), como así la
falta de empleos y la insatisfacción popular son terreno fértil para la causa
marxista. La matanza de Curuguaty era el principio para crear una onda de
atropellos en todo el país, era la chispa para incendiar la pradera de la democracia
en Paraguay.
Les
salió el tiro por la culata porque no previeron que el parlamento paraguayo
iría a obrar expeditivamente quitándole el respaldo político a Lugo.
En
esa misma edición de “Política Externa” hay un artículo del ex Ministro de
Relaciones Exteriores de Brasil , Celso Lafer, titulada "Descaminhos do Mercosul – a suspensão da participação do Paraguai e a incorporação da Venezuela:
uma avaliação crítica da posição brasileira", que entre otras cosas
dice textualmente: "A decisão de
incorporar a Venezuela ao Mercosul é uma ilegalidade agravada pela ilegalidade
antecedente da suspensão do Paraguai do bloco. A ação diplomática do Brasil em
Mendoza e seus desdobramentos caracterizam-se por uma dupla ilegalidade, não
sendo compatíveis com o respeito ao Direito Internacional, que é dimensão
caracterizadora de um Estado Democrático de Direito. A ação do Brasil também
pode ser qualificada como altamente questionável do ponto de vista da avaliação
de sua eficiência e oportunidade. Compromete o soft power e a credibilidade
internacional do Brasil como respeitador do Direito Internacional. As decisões
tomadas em Mendoza constituem o mais substantivo equívoco da política externa
brasileira nestes dois primeiros anos da presidência Dilma Rousseff".
Lo que está indicando que Brasil tiene aquí planteado un desafío que trata de
soslayar queriéndole hacer una cama a Horacio Cartes.
Como
bien dice José María Penabad del diario La Nación de Costa Rica, “La dignidad
tiene nombre: Paraguay”, y señala que Asunción no entra al juego bolivariano
porque la decencia es emblema de su honorabilidad. “Por decoro Paraguay, dice no al actual Mercosur, retrato de vicios de
convivencia y juego de irrespetos democráticos”.
Más allá de todas las
cuestiones ante dichas, no se ve hoy la razón por la cual Paraguay tenga que
volver al Mercosur, cuando fuera de él logró crecer un 10 por ciento, y antes
solo crecía un 4,5 por ciento.