Hay
un viejo proverbio español que reza: “Nunca segundas partes fueron buenas”. Si
se lo aplica a las candidaturas políticas, habría que hacerle una pequeña
modificación y si bien globalmente considerado puede estar en lo cierto, lo más
exacto sería decir: “Nunca segundas partes fueron iguales”.
Cuando
se critica a los políticos como ese gremio que no cambia, que se aferra a
dogmas y posiciones inflexibles, que está anclado en determinaciones
inamovibles, se suele perder de vista una verdad mucho más contundente. El
gremio político es el más dinámico y cambiante de todos. En realidad el
político es el individuo que está dispuesto a modificar, cambiar, rever y
replantearse incluso su propia situación personal.
La
gente en esto se lleva grandes sorpresas con respecto a lo que representan los
líderes políticos.
Si
observamos las diferentes reelecciones podemos ver que el político a nivel
mundial es el individuo más cambiante, al punto de abrazar incluso posiciones
opuestas a las iniciales cuando determinados indicadores le demuestran que
aquello no era a sus ojos lo correcto.
Así,
por ejemplo, Getulio Vargas 1, -el integralista del Estado Novo- no tiene nada
que ver con Getulio Vargas 2, el hombre que quiso encarnar un nacionalismo
popular trabalhista, Perón 1, el
corporativista que admiraba a Mussolini, no tiene nada que ver con Perón 2, el
liberal conservador. José Batlle y Ordoñez 1 –el que vence sobre el nacionalismo-,
no tiene nada que ver con José Batlle y Ordoñez 2, el articulador de los consensos
institucionales. Alan García 1, el que no pagaba la deuda externa y desata la
más feroz hiperinflación, no tiene nada que ver con Alan García 2.
Se
podrían buscar ejemplos hasta el cansancio y en todos los casos se demostraría
lo mismo. El político es el gremio que está dispuesto a modificar sus doctrinas
y criterios. Julio María Sanguinetti 1 –el hombre de la transición a la
democracia- no tiene nada que ver con Julio María Sanguinetti 2, el del gran
ajuste en la balanza comercial. Menem 1, el del uno a uno para salir del
quiebre del plan austral, no tiene nada que ver con Menem 2, el que vende las
joyas de la abuela. Y esto no es porque la raza de políticos latinoamericanos
sea diferente a la del resto del mundo. Felipe González 1, el que le demuestra
a España que el socialismo existe y tiene sentido si hay democracia, no tiene
nada que ver con Felipe González 2, el de la corrupción.
Es
casi universal. Nunca segundas partes fueron iguales.
Hoy
asistimos a una demostración palmaria de esto mismo, tanto en las chances que
vemos en Chile de un retorno de Michelle Bachelet, como en el Uruguay de un
posible triunfo de Tabaré Vázquez.
Algo me dice que son opuestos en lo que van a
representar, pero todavía faltan otros indicadores analíticos para poder tener
precisión.
Uruguay
y Chile tienen un parentesco sincrónico en el desenvolvimiento de sus procesos,
en donde si bien las cosas son diferentes, lo de Chile algo le dice al sistema
político uruguayo. Son opuestos y similares como cóncavo y convexo.
Sea
como sea, estos dos médicos, de sexos opuestos, pero con un origen ideológico
muy similar, no serán lo mismo que quienes fueron.
Es
universal, nuca segundas partes fueron buenas o iguales, según el prisma del
observador.