martes, 2 de julio de 2013

Chile: Entre las promesas de hoy y los impuestos de mañana


        Si algo demuestra las primarias en Chile es la altísima participación de la ciudadanía, con un 22,6% de los habilitados para votar. Lo que está indicando que con una convocatoria que fue motivante para algo más de tres millones de habitantes, es difícil afirmar que en Chile exista crisis de representación.
        Esto es bueno para una democracia, al punto que lo que se está evaluando es quien tiene más liderazgo interno. Michelle Bachelet cuenta con el 74% de los votos emitidos, en tanto en la otra punta del espectro el ex ministro de Economía Pablo Longueira (Unión Demócrata Independiente), apenas superó a su colega, el ex ministro de Defensa Andrés Allamand (Renovación Nacional),  por unos pocos miles de votos en una reñida disputa.
        Es inocultable negar el hecho contundente de que Michelle Bachelet es la favorita y todo aquel que apueste a ella, siente que tiene una alta chance de ganar. A nadie le gusta jugar a caballo perdedor y en los electorados suele existir un triunfalismo muy grande cuando ven que un líder arrasa a nivel interno y general.
        Más allá de eso me niego a los análisis simplistas en materia de primarias. No estoy diciendo que no vaya a triunfar Bachelet, porque es muy probable que así sea, sino que las cosas pueden ser un tanto más complejas de lo que aparentemente pueden parecer.
        De los 13 millones de chilenos participó el sector más politizado, esto es, algo más de tres millones. El comprometido, entendiendo por tal aquel que lee al menos un diario todos los días o en varios días de la semana, sigue los acontecimientos y se siente involucrado con la realidad política, es el hombre que se ubique en el lugar que sea del escenario, no quiere medias tintas, términos medios y posiciones moderadas, porque siente con pasión personal lo que ocurre. Es un tipo de gente que se moviliza aunque el voto no sea obligatorio, dado que opera desde el deber moral de participar.
        Los otros 10 millones de chilenos, no es que sean indiferentes a lo que está ocurriendo, sino que desde un nivel menor de adherencia emocional no se sienten llamados a definir las candidaturas internas, sino que intervienen en función de aquellos factores que directamente les afectan.
        El taxi metrista, el mozo de bar, la empleada de tienda, el vendedor, el entrenador deportivo, la enfermera pueden estar politizados, pero no es el rol que juegan en la sociedad, es más, las pasiones encontradas no le sirven, porque no viven en función de señales estatales, sino del mercado.
        Lo que las primarias chilenas indican es que triunfó el politizado y dentro de este sector el más influyente es el radicalizado, esa es la causa de que el 74% de los votos fueran a Michelle Bachelet. Más allá de eso ella se impone por su carisma personal, al punto que hoy se podría hablar del bacheletista como un nuevo sector político.
        En el otro lugar del espectro la disputa fue casi pareja y raspando gana el radicalizado Pablo Longueira.
        De aquí a mi entender se desprenden varias conclusiones. Tendría que ser un suicida Pablo Longueira si ahora no moderara el discurso y sería como arrojarse a una piscina sin agua si Michelle Bachelet no hace propias, incluso repartiendo cargos importantes, las banderas del partido comunista.
        No estoy diciendo que Bachelet no vaya a triunfar, porque todo indica que así puede ser, estoy consignando lo que los datos de la realidad política están diciendo claramente. Mientras Longuera tiene que correrse al centro, Bachelet está obligada a correrse a la izquierda.
        En Chile ocurrió una cosa que es interesantísima por lo diferente que es a la realidad latinoamericana en su conjunto y por lo parecido al comportamiento de los electorados del primer mundo. El sistema pensante dio por supuesto que ya no se discute más en economía lo que hay que hacer y que está sobreentendido cual debe ser el manejo de las finanzas y la macroeconomía. Daba gusto escuchar un informativo chileno, porque nadie cuestionaba la política económica, sino aspectos socio-culturales diversos.
        La gente, esto es, los otros 10 millones que no participaron en las primarias, no están en un pie de alzamiento contra el modelo económico chileno, sino que son coherentes con el mismo. Les preocupa el consumo, la cotidianidad, lo banal, lo simple, lo no político. Los valores que el crecimiento económico trae consigo.
        En ningún momento se puso en cuestión la validez del modelo, sino la factibilidad de atributos que pueden ser más justos, socialmente considerados.
        Este creo yo, aunque los sectores no gubernamentales no triunfen el 17 de noviembre, es el capital político más importante que tienen. Duele, que después de una tragedia como fue el terremoto y de recuperar la economía, haya gente que le busca el cascabel al gato y tiene encima amplísimas chances de ganar. Pero ese es otro aspecto de las cosas.
        Hoy nadie está planteando comandos comunales y poder popular, simplemente acontece que lo que está sobreentendido para todo el sistema político pensante, no lo está para algunos. Es por ahí que hay que ver lo que ocurre.
        Acá hay un error de cosmética política por parte de los dos candidatos de la Alianza que consiste en apelar a un tipo de votante que no es el representativo de la centro derecha. No vieron la gran paradoja de la política que radica en que aquellos que la hicieron pensando en el tipo de electorado que los puso, no calibren el nuevo votante, que es el que se está beneficiando de sus resultados. Ingratitud de la gente, se suele decir, pero me resisto a las opiniones simplistas, porque las cosas suceden por algo.
        Ablandar el perfil no es solo moderar el discurso, es contemplar también otras ponderables, como es el voto femenino que según los entendidos es decisivo o el que vota por primera vez, que no se maneja con la historia y el proceso vivido, sino con señales directas que a él le atañen y fundamentalmente, un electorado con sentimientos encontrados como es el chileno actual. Porque, aquí hay que tener en cuenta otra cosa, gran parte del descontento social que se esboza hoy en Chile, responde al hecho de que la clase media ve que contribuye mucho al estado en impuestos y recibe poco de él. Esto que bien puede corregirse con medidas tan elementales como bajar el impuesto a las herencias, no parece estar en el horizonte intelectual de ninguno de los candidatos. Hay gente de clase media que hereda y tiene que vender lo heredado, porque no tiene dinero suficiente para pagar los impuestos a la herencia.
        La crítica que hay que hacerle al aliancismo es el hecho de ignorar su propio electorado actual. Opinar para los más cercanos y no ser capaz de dirigirse al ciudadano, está indicando una terrible falta de profesionalismo por parte de los dos candidatos del aliancismo. Cuando todos los reflectores y las cámaras de televisión apuntan al ganador de cada interna, es el momento en que todo el mundo está atento a lo que cada candidato va a decir. Es crucial aprovechar esa instancia para dar lineamientos más relevantes, no sólo al que participó en la primaria, sino al resto de los que no votaron. Allí se juega la imagen que luego queda grabada en el imaginario colectivo y que vale más que todos los afiches y spot publicitarios juntos. En eso Nueva Mayoría cuidó mejor la oportunidad única que esta instancia brinda para dirigirse a la opinión pública.
       Hay, además, una realidad actual que los agentes intervinientes están generando hoy y que la van a vivir todos a medida que las nuevas tecnologías, Internet, la telefonía móvil y los crecientes niveles de participación interactiva sean globales para el común de la gente. La ciudadanía va a obrar en función de motivaciones que la prensa y la televisión no necesariamente, puedan estar expresando. Que el aliancista clásico le diga poco a los suyos, gente que es cada vez más diversa y con intereses disímiles, no significa que en la otra punta, más allá del acierto de embarcarse en ideas peregrinas que son eficaces para el discurso de hoy, pero que se sabe no van a ser así mañana, le pueda ir mejor por esa causa. Decirle a los demás lo que quieren oir, no siempre suele ser la mejor receta para triunfar y es el peor escenario después de llegar, porque el electorado va a reclamar lo que le prometieron.
        Hay un amplio sector de votantes en Chile que forma un espacio nuevo, que si está descontento es porque siente que tributa injustamente y que espera ser llenado por alguna de las dos tendencias en juego. En cualquiera de los dos casos nadie está en el sentimiento de los estudiantes, que de volverse realidad con Bachelet, va a implicar restricciones. Si la enseñanza superior ha de ser del estado, tiene entonces que representar la mejor calidad en conocimientos y para garantizar esta razón, alguien tiene que pagar el nivel de excelencia en cuestión. Es lo que ella y muchos inconformes que la acompañan no ven o no quieren darse cuenta, que las promesas de hoy, son los impuestos de mañana.
        De qué lado de las dos tendencias opuestas está más próximo el ciudadano medio es un tema que el devenir de aquí al 17 de noviembre dirá.