domingo, 7 de julio de 2013

Chile no merece ese destino.


        La información que viene de Chile confirma lo que vengo diciendo. El Partido Demócrata Cristiano, que en su momento fue un baluarte contra la dictadura, hoy es un apéndice del bacheletismo.
        Como el árbol no los dejó ver el bosque hoy lo único que busca son cargos obtenidos de la peor forma, de aquella que se mendiga al líder o la líder máximo. El o la líder da cargos y como los da, los quita, en el preciso instante que la base social cambia de preferencias en política.
        Programáticamente es un sector del centro izquierdo inocuo que no tiene nada que ofrecer y por ende está llamado a desaparecer.
        No es que haya perdido identidad. Es mucho peor lo que le ocurre, perdió razón de ser en política.
        Bachelet tiene que convencer a la gente para transitar el camino de un cambio de Constitución. Las constituciones no se cambian a impulsos de una muchedumbre que se siente victoriosa, sino en función de acuerdos políticos amplios que abarcan a toda la sociedad y sus agentes políticos, económicos y sociales intervinientes.
        ¿Puede Bachelet cambiar a su antojo la Constitución chilena? Parece una apuesta demasiado alta a las expectativas de un triunfo en donde 3 de cada participantes en la interna no fue ese día a votar.
        Convencer a esa gente de que el cambio de Constitución es lo esencial es una operación bastante difícil, por el hecho simple de que no se ve con claridad que la Carta Magna tenga algo que ver en los grandes temas de la macro economía.
        Cambiar la Constitución implica también modificar aquellas leyes que a impulsos de la anterior se tornan inconstitucionales luego del cambio.
        Si para gobernar ahora hay que cambiar la Constitución, ¿por qué no había que cambiarla en el 2006-2010 cuando Bachelet gobernaba por primera vez? ¿Qué tiene de distinto este momento político con aquel en donde fue electa Bachelet? Estamos hablando de 7 años de diferencia no de un siglo ¿Por qué ahora un cambio de Constitución? Huele feo. Huele a Chávez.
        En política no se le puede decir que sí a cualquier cosa, so pena de caer en las más terribles incongruencias.
        Que un militar golpista le plantee a sus partidarios un cambio de Constitución es algo que eriza la piel, pero es coherente con lo que viene representando, en cambio que una Presidente que gobernó con una Constitución y que ahora aparece como figura prestigiosa por una gestión que la gente no avaló, pero que al parecer ahora reivindica, se descuelgue con un cambio de Constitución, es algo que no cierra.
        Si la Constitución chilena es mala ahora, porque fue buena cuando Bachelet gobernaba.
        Chile me hace pensar porque se parece mucho al Uruguay. Aquí se han pasado la vida reformando la Constitución y eso en vez de ser un progreso lo que ha hecho es convertir el edificio jurídico uruguayo en una suma tan grande de contradicciones, que un juez cuando procede puede hacer virtualmente cualquier cosa, porque tiene leyes de diversa índole en vigencia e inconstitucionales de distintas épocas. Todo es cuestión de dar con el inciso que en este momento a alguien le viene bien.
          Creo yo, ni se legisla a golpe de balde, ni se cambia de Constitución como quien cambia de perfume o de marca de cigarrillo.