miércoles, 10 de julio de 2013

Artigas no quiso ser argentino, nosotros tampoco.


        Si hay algo que todos tenemos claro es que Argentina en aquella época no existía y que Artigas era un enemigo del centralismo porteño.
        Artigas defendía La Liga Federal, la confederación. Grupos autónomos federados que coparticipan entre sí. No un Federalismo centralizado a lo Juan Manual de Rosas que fue lo que devino en Argentina.
        Hay un hecho, en Entre Ríos, en Santa Fe, en Misiones lo quieren a Artigas, porque sus ideas fueron básicas al concepto de confederación, que los argentinos confunden con federalismo a lo Rosas.
        Artigas no quiso ser ni argentino, ni uruguayo, ni santafecino, ni entrerriano, en todo caso se podría decir que terminó siendo paraguayo a todos sus efectos.
        Cuando Artigas es vencido las provincias unidas de la Liga Federal entran en un estado de anarquía y de balcanización. Como nos muestra Bartolomé Hidalgo, en Cielito patriótico interesante, la Liga Federal se anarquiza y se vuelve ingobernable.
        Cuando se declara la Independencia uruguaya, le piden a Artigas que vuelva y no quiere, prefiere morir en Paraguay. No hay que perder de vista que él había nacido aquí.
        Ese silencio de Artigas y su auto exilio, como decía Carlos Quijano es algo que nos interroga a todos; es sostenía un Cristo a la Jineta; enseñó a pelear y enseñó a esperar.
        La pregunta que me he estado formulando estos días después de la reiteración contumaz de Cristina sobre esto: ¿Cómo Artigas iba a querer ser argentino, si Argentina no existía y cuando comienza a conformarse la oligarquía porteña lo excluye? Me hace reflexionar un par de cosas.
        Para un argentino de provincia, no para un porteño, como decía Luis Alberto de Herrera, es inadmisible la existencia de Uruguay. Las posiciones se invirtieron en el tiempo. En la época de Artigas las provincias pensaban como nosotros, hoy están ensambladas y degradadas a la mecánica del Federalismo rosista.
        En cambio aquel porteño que en aquella época nos miraba de reojo y viceversa, hoy no lo ve mal al Uruguay. Pero para un provinciano es inadmisible “que eso tan chiquito sea un país”. A él, el poder central le quita el pan de la boca y según quien gobierne las cosas son nacionales hoy, provinciales mañana.
        Cristina es la expresión del argentino de provincia, la Patagonia, y a ellos –no tanto hoy a los porteños- les resulta inadmisible la sola existencia del Uruguay.
        Este tema carecería de importancia si en lo que va del último período no hubieren ocurrido hechos que pusieron a toda la Argentina al borde de una nueva balcanización. Me refiero al corralito y el corralón de fines de 2001.
        Cuando viene el corralito y el corralón a fines de noviembre de 2001, en las Provincia se pagaba en bonos de provincia, Argentina había perdido su moneda única. Era un país al borde de la disolución.
        En ese momento, hubo gente en diversos lados que quería independizarse y hacer la de Uruguay. La actitud del peronismo enfurecido ante este hecho era decirles: “Si haces la de Uruguay y te vas de Argentina, no me hables más, no pidas más nada y arréglatelas solo”.
        Es algo que a nosotros nos cuesta entender, pero en muchos lados la figura de Artigas resonaba como un recordatorio de que es otro modelo de federalismo el necesario y si no es posible, entonces hay que hacer la de Uruguay.
        Esa es la causa por la cual, si bien siempre a los argentinos les molestó la sola existencia de Uruguay, a partir de fines de noviembre de 2001, tomó el asunto otro carácter más concreto.
        Hoy Argentina está al borde de un colapso similar, como estoy tratando de demostrar en el tema fuga de divisas. Y esa es la causa creo yo, de esa tontería de que Artigas quiso ser argentino, cuando gracias a Dios y a Lord John Ponsonby estamos muy lejos de querer ser provincia de una cosa así.
 Como decía Luis Alberto de Herrera en el Uruguay Internacional, "las aguas del Plata, como grandes brazos nos acunan y nos defienden". El Viejo Herrera decía más, decía: "con los paraguayos somos distintos por nuestro origen, pero idénticos por nuestro destino"