La
enseñanza en términos presupuestales quedó anclada a recibir el 4,5 por ciento
del presupuesto general. Nunca en la historia uruguaya la educación recibió más
recursos como lo ha sido en los últimos períodos de gobierno.
Mayores
recursos, se nos ha dicho reiteradamente desde tiempos inmemoriales, hace a una
mejor calidad del servicio público y por ende al “sueldo digno” que el educador
debe tener en una sociedad que aspira al desarrollo y la mejor calificación de
su gente.
El
mismo discurso simplista que hizo el Frente Amplio durante todos estos años se
podría aplicar a cualquier otra cosa: se podría decir lo mismo de la policía
por ejemplo y sostener de esta forma que mejores salarios hacen a una mejor
calificación del servicio y por ende, la mejoría material conduce a una mayor
eficacia y eficiencia en la lucha contra el delito.
El
Frente nunca defendió a la policía, ni siquiera a los empleados de la Suprema
Corte de Justicia que hicieron un plebiscito por autonomía presupuestal. A él
le importó exclusivamente el pedagogo, el médico y el gremio de la construcción.
“Por educación, salud y vivienda” parece una consigna a lo Fidel Castro del
tipo: “Por pan, trabajo y libertad” y así como hoy Cuba no tiene ni pan, ni
trabajo y menos libertad, el saldo que deja el gobierno frentista es el de un
descaecimiento total en educación, salud y vivienda.
Nunca
la educación tuvo tan mal nivel como ahora, nunca la salud pública estuvo tan
mal gestionada como hoy, nunca hemos registrado el encarecimiento de la
vivienda a niveles irrisorios en el marco de la cantidad de casas ruinosas y
abandonadas que se ven. Quiere decir que la educación, la salud y la vivienda
es una mera consigna, para cabezas “logreras”, como se les decía en otra época,
porque ven un logro, en cada
retroceso.
Me
voy a centrar en este post al tema específico de la educación.
El
gran tema de la enseñanza en el Uruguay actual es la pérdida del principio de
autoridad. Así como para saber mandar hay que saber obedecer, para saber
enseñar hay que haber sido enseñable.
No
es el educando quien tiene que decirle al educador lo que este ha de brindarle,
sino al revés. Cuando el alumno no es enseñable, porque está erosionado el
principio de autoridad, muy poco se puede hacer y la mejoría salarial lo único
que hace es agravar la situación. El educador soporta cualquier humillación y
destrato de sus alumnos, con tal de seguir cobrando el sueldo.
El
educando no respeta al educador en el Uruguay porque no le ve sentido a los
contenidos que éste le brinda. No alcanza con ser un buen estudiante de
medicina para enseñar biología, o un estudiante avanzado de ingeniería para
enseñar matemática; la pedagogía es una ciencia como cualquier otra que exige
mediatización ponderada en el arte y la habilidad de impartir de menor a mayor
los conocimientos que cada asignatura tiene.
Aquí
intervienen varios factores. Por un lado, la demagogia pedagógica, que ha
consistido en querer quedar bien con los que no quieren aprender, en una
especie de obsesión, típica del Frente Amplio, por complacer lo más bajo. Se ha
dicho, no sin razón, que de tanto rascarle el lomo al chancho, hoy gobiernan
los chanchos.
Como
quien deshoja margaritas lo único que les ha preocupado es lo que la gente
quiere oír y si le gusta o no cada cosa, con prescindencia total de esos
fundamentos que luego invocan, para justificar una enseñanza meramente
enciclopédica y abstracta.
El
gran tema y por eso el principio de autoridad es esencial, no es porque hombres
malos quieran imponer una visión autoritaria y obsoleta del mundo. El asunto
está en que lo que la enseñanza no le brinda al educando en el ciclo de su
formación básica, luego andando por la vida, él, no se lo va a exigir a sí
mismo.
¡Quién,
luego de terminar los estudios, en las horas libres se va a poner a leer un tratado de fitopatología, otro de
derecho constitucional comparado o los fundamentos epistemológicos de la
bioquímica! ¡Quién en los ratos de ocio, cuando luego del ajetreo cotidiano
llega a su casa y tiene para sí un tiempo libre se va a poner a hojear un
tratado sobre los grandes cuadros nosográficos de la psiquiatría! ¡Qué
economista en las horas libres se va a poner a revisar las ideas de Adam Smith
o de Ricardo! Es un hecho que lo que la educación en la etapa formativa no le
brindó, el individuo luego no se lo va a imponer a sí mismo. Estamos hablando
de alumnos que cuando salvan una materia, lo único que saben decir es: “¡Qué
suerte que me la saqué de arriba!”, en vez de decir: “¡Qué bueno que me la puse
encima!”.
Si
a esta mentalidad, que es endémica en el Uruguay, se le agrega la pérdida del
principio de autoridad, porque el educador no tiene cintura para hacer querible
los contenidos que imparte y fundamentalmente, porque vivimos en un mundo en
donde los grandes medios de comunicación y las nuevas tecnologías están basadas
en el principio del mínimo esfuerzo, la situación de la enseñanza es
catastrófica.
La
debacle educativa llega incluso a los mismos fundamentos de la pedagogía.
Aquella angustia que sentía Reina Reyes, cuando se interrogaba “¿Hacia qué
futuro educamos?”, sigue presente tal cual, pero con un agravante, el educando
actual no sabe leer y escribir, no recibió ni siquiera al recibirse como
profesional universitario las herramientas mínimas para seguir conociendo y
aprendiendo.
Ese
sector minoritario de la sociedad que logró ascender por todos los escalafones
de la formación académica, tiene graves problemas de lectoescritura, redacción,
ortografía y expresión oral, amén del hecho de que su capacidad de análisis empeoró.
Se
da en la educación uruguaya un hecho insólito en su historia: el muchacho de
hoy no solo tiene índices altísimos de repetición en secundaria, y de deserción
universitaria, sino que los que efectivamente logran completar los estudios, lo
hacen con problemas que 50 años atrás no tenía un niño al terminar la escuela y
eso en el contexto general de un mundo que todos nos damos cuenta es cada vez técnicamente
más complejo. Los que egresan, incluso los maestros, lo hacen con problemas de
lectoescritura.
Esta
dolorosa realidad abarca incluso a aquellos sectores que deben hacer un uso
cuidadoso del lenguaje. Así el ministro de la Suprema Corte de Justicia (SCJ),
Jorge Chediak dijo en una charla organizada por la Asociación de Dirigentes de
Marketing (ADM) que “se suponía que el abogado sabía hablar y escribir”, pero
que eso cambió. “Ahora no se escribe tan bien ni se tiene poder de síntesis. No
hay una adecuada comprensión lectora”, sostuvo. Agregó además, que el nivel de
muchos estudiantes de Derecho es “impresentable”. Estamos hablando de una carrera
como la abogacía que consiste en abogar por el cliente.
El
gran déficit está en redacción y la expresión, porque más allá de la
ortografía, que cualquier diccionario Word corrige, lo que les es difícil es
desarrollar ideas y expresarlas con poder de síntesis. Están acostumbrados a
repetir como loros los contenidos que no entienden. La mitad de los aspirantes
a ingresar al Ministerio de Relaciones Exteriores perdieron en la primera
prueba que se daba, la de idioma español.
Estamos
hablando de gente que tuvo 6 años de escuela, 6 de liceo y 4 o 5 de Facultad.
Lo que significa que 16 años de educación formal irrepetible en sus vidas, no
supieron darle comprensión lectora y capacidad de síntesis para escribir.
Hoy
el tema del dominio de una cuestión no está dada en el manejo nemotécnico de
los contenidos, porque toda esa información se puede encontrar en Google o en
cualquier archivo almacenado, sino en la incapacidad que tienen los egresados para
ordenar materiales, priorizarlos y armar documentos. No saben compendiar los
contenidos que leen, para poder compaginar el hilo conductor del desarrollo de
un pensamiento congruente.
Esto,
que parece increíble, conduce a novedades y sorpresas. Así el estudio de
abogados Ferrere, y su consultora hermana CPA Ferrere –que cuenta con más de
200 profesionales– necesita un asesor de
expresión oral y escrita.
Alejandro
Bluth, con cinco años dedicado a esta tarea, sostiene que “el uso de la palabra escrita por parte de los
profesionales está venida a menos”. “Si se empobrece la escritura, es razonable
pensar que se empobrece el pensamiento”, sostuvo.
Hoy
la educación es tierra de nadie, pese al hecho de que ha recibido más recursos
que cualquier otro sector de la sociedad.