El panorama económico mundial hoy plantea una situación totalmente nueva
llamada a redefinir lo que fue hasta ahora la división internacional del
trabajo.
En Europa ya están diciendo que para volver a la realidad de 2008 tienen
que generar 15 millones de puestos de trabajo.
Alemania el eterno perdedor de las dos guerras y quien tuvo que cargar
con la parte más difícil de la caída del Muro de Berlín es el verdadero
triunfador hoy en día: pero un triunfador conflictivo, porque tiene que ordenar
las economías de los demás, hecho este que no le sirve ni a los alemanes que
ven que su dinero financia cualquier desaguisado externo, ni a los ayudados que
carecen de margen propio para actuar en la crisis. En Grecia, por ejemplo,
quieren volver al dracma.
Estados Unidos que encara la crisis con otro enfoque, logra estabilizar
la economía y los puestos de trabajo comienzan a crecer, pero muy lentamente.
Las autoridades norteamericanas sostienen que, si continúan en la senda
de la recuperación, entonces reducirán en los próximos meses las compras de
bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas de parte de la Reserva
Federal –se especula con que sea en el último trimestre del 2013–, lo que
reducirá el ritmo de expansión de la cantidad de dólares que circulan por el
mundo, apuntalando su valor respecto al resto de las monedas. Esta apreciación
del dólar va a afectar a los commodities, que ya están dejando de ser tan
favorables como lo eran.
China hasta ahora era una economía centrada y organizada para
exportar; “un país obrero” como se lo
hizo ser durante tanto tiempo y desde que comenzaron los grandes cambios en el
sistema económico, ya no es más un país buscando patrones a quienes vender su
producción, sino una sociedad compradora. Ya no invierte generando capacidad
productiva para exportar a los países desarrollados, sino que viene
reemplazando la industria de exportación al exterior, por la industria pensada
para el consumo interno. Lo que significa que va camino a convertirse en un
gran mercado comprador al que todos quieren acceder.
Es evidente que esta desaceleración de la expansión de la economía vino
para no irse y el Uruguay, en todo este ciclo de bonanza que hemos vivido a
partir de agosto de 2003, no expandió sus capacidades productivas. Durante este
período hasta el 2011 la economía uruguaya crecía a un 6%, para pasar luego a
hacerlo entre un 3,5 y un 4% anual.
Más allá de esto, el Uruguay enfrenta problemas que le son propios y que
le impiden a los capitales externos que ingresan volcarse a un mayor nivel de
producción. Las dos grandes dificultades son un déficit en infraestructura y
otro a nivel de la educación que imparte.
UTE pierde un millón de dólares por día para poder abastecer de energía
a la población. Para que pudiera existir una inversión de porte como las pocas
que han venido a nivel de las pasteras, los inversores tendrían que fabricar
sus propios generadores de energía, amén del financiamiento de carreteras con
el balastro necesario para que mega camiones saquen la mercadería durante las
24 horas del día. Tienen que crear a nivel de infraestructura, casi todo, hasta
el mismo puerto de aguas profundas para exportar.
En esas condiciones de precariedad que tiene el Uruguay nadie está
interesado en invertir, porque para eso tendría que existir la plataforma de
funcionamiento previo a la captación de capital productivo y si hay que crearla
desde cero, no es negocio para nadie. Ya no existen en ningún lado pioneros y
visionarios como a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Se podría empero captar inversiones que operan con empresas de
importación y exportación y atestiguan en el Uruguay con la visión puesta en la
región, pero aquí es donde aparece el otro déficit que tiene nuestro país: no
cuenta con gente calificada al nivel que hoy se exige para intervenir.
A estas falencias propias del Uruguay, hay que agregarle las
dificultades en la integración regional y, por ende, una necesidad vital de
inserción extra regional.
Como puerta de entrada en la Cuenca del Plata, que es el gran atractivo
que ofrece, debe enfrentar la hostilidad de los vecinos, de modo que la única
salida que le queda es abrirse extra regionalmente.
Este período de bonanza que ahora muestra una desaceleración, debió ser
aprovechado para expandir la capacidad productiva, no para castigar a quien más
trabaja.
Uruguay tiene topeada la capacidad de recibir inversiones productivas
por haber vivido durante tanto tiempo como un barco a la deriva, que cuando
encuentra el derrotero, un faro le dice que hacia Argentina hay piedras y hacia
Brasil escollos.
Hacia Argentina, las restricciones para la salida de dólares afectando
el turismo; el dragado del Canal Martín García; trabas a las exportaciones
uruguayas afectando numerosas industrias locales; la postergación de formar
parte de una planta binacional que permita brindar conjuntamente una buena
oferta a la región; la negación por parte del país vecino de autorizar el uso
de la ruta Papix para el funcionamiento de Pluna. Esta ruta al ser más directa
ahorra costos de combustible; el impedimento de publicar los informes sobre la
calidad del agua del Río Uruguay y el tamaño del muelle que se instalará a
orillas de este rio, para que la aceitera CereOil S.A pueda instalarse.
Hacia Brasil, dificultades legales, de carácter normativo y operacional
en lo atinente al acceso a mercados; la falta de procedimientos de consulta en
materia de defensa comercial, medidas sanitarias y fitosanitarias, y, lo peor
de todo, la ausencia de un procedimiento expedito de despacho aduanero. Brasil,
sin querer hacer daño, solo con saldos de exportación puede destruir cualquier
industria uruguaya y el problema mayor es que cuando la paridad monetaria es en
favor de Brasil, como lo fue durante mucho tiempo, el contrabando desde el
norte resulta ser imparable, en cambio cuando es en favor de Uruguay, no
permiten que entre un alfiler y el control fronterizo se vuelve estricto. Toda
la retórica fundada en Unasur, Celac, Mercosur, Alba y Petrocaribe son simples
acrónimos que coexisten con los de OEA, ALCA, Sela, Aladi, Olade, CAN, SICA,
Caricom, entre otras siglas sobrevivientes de la vieja ola latinoamericana. El
Mercosur, en concreto, ha sido cualquier cosa, menos el facilitador del libre
tránsito de mercadería.
La única preocupación que ha tenido Brasil hasta ahora ha sido desviar
el comercio mediante acuerdos para asegurar su predominio político y económico,
con el noble pretexto de salvarnos del neocolonialismo yanqui. Lo que se ha
hecho es politizar el intercambio comercial y poner estos organismos al
servicio de cualquier cosa menos de los productores y consumidores. Recuerda
los viejos tiempos del Comecon y del CAME ex soviético en donde las
coincidencias políticas eran la única consideración para comprar y vender entre
países, y como la operación podía no ser rentable, se terminaba pagando en
especies, papel y corona sueca. Son estructuras opresivas que no les importa el
interés nacional de los participantes.
En ese proceso, por la torpeza y la prepotencia argentina la economía
uruguaya que estuvo durante mucho tiempo anclada a la argentina, tuvo que
ligarse a la brasilera.
Si bien es cierto que una debacle en la economía argentina –como todos
estamos viendo con nitidez- no ha de generar el efecto contagio que tuvo la
devaluación de fines de noviembre de 2001, es de consignar que tanto el Fondo
Monetario Internacional, como el BID están alertando y haciendo ver que algún
impacto negativo ha de tener. Alarmista y prematuro sería vaticinar un colapso
como el de aquel entonces, pero infantil sería creer que la economía uruguaya
está blindada, solo porque se aplican criterios diferenciales para los
depósitos de los no residentes.
La gran dependencia macroeconómica ahora, no es con Argentina, sino con
el flujo de capitales que vienen de afuera. Como lo vimos en un post anterior,
la Balanza Comercial es deficitaria y la de Pagos superavitaria, por la
sencilla razón de que el gasto de la economía crece a mayor ritmo que los
ingresos.
Esa diferencia es financiada con recursos del exterior y son estos
precisamente, los que comienzan a mermar por la desaceleración de la economía y, a su vez son,
los que el gobierno quiere correr con las medidas económicas recientemente
implementadas. Llama la atención que las medidas sean adoptadas, precisamente
cuando los “capitales golondrina” comienzan a retirarse.