miércoles, 12 de junio de 2013

El enfriamiento de la economía uruguaya en el contexto actual




        El panorama económico mundial hoy plantea una situación totalmente nueva llamada a redefinir lo que fue hasta ahora la división internacional del trabajo.
        En Europa ya están diciendo que para volver a la realidad de 2008 tienen que generar 15 millones de puestos de trabajo.
        Alemania el eterno perdedor de las dos guerras y quien tuvo que cargar con la parte más difícil de la caída del Muro de Berlín es el verdadero triunfador hoy en día: pero un triunfador conflictivo, porque tiene que ordenar las economías de los demás, hecho este que no le sirve ni a los alemanes que ven que su dinero financia cualquier desaguisado externo, ni a los ayudados que carecen de margen propio para actuar en la crisis. En Grecia, por ejemplo, quieren volver al dracma.
        Estados Unidos que encara la crisis con otro enfoque, logra estabilizar la economía y los puestos de trabajo comienzan a crecer, pero muy lentamente.
        Las autoridades norteamericanas sostienen que, si continúan en la senda de la recuperación, entonces reducirán en los próximos meses las compras de bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas de parte de la Reserva Federal –se especula con que sea en el último trimestre del 2013–, lo que reducirá el ritmo de expansión de la cantidad de dólares que circulan por el mundo, apuntalando su valor respecto al resto de las monedas. Esta apreciación del dólar va a afectar a los commodities, que ya están dejando de ser tan favorables como lo eran.
        China hasta ahora era una economía centrada y organizada para exportar;  “un país obrero” como se lo hizo ser durante tanto tiempo y desde que comenzaron los grandes cambios en el sistema económico, ya no es más un país buscando patrones a quienes vender su producción, sino una sociedad compradora. Ya no invierte generando capacidad productiva para exportar a los países desarrollados, sino que viene reemplazando la industria de exportación al exterior, por la industria pensada para el consumo interno. Lo que significa que va camino a convertirse en un gran mercado comprador al que todos quieren acceder.
        Es evidente que esta desaceleración de la expansión de la economía vino para no irse y el Uruguay, en todo este ciclo de bonanza que hemos vivido a partir de agosto de 2003, no expandió sus capacidades productivas. Durante este período hasta el 2011 la economía uruguaya crecía a un 6%, para pasar luego a hacerlo entre un 3,5 y un 4% anual.
        Más allá de esto, el Uruguay enfrenta problemas que le son propios y que le impiden a los capitales externos que ingresan volcarse a un mayor nivel de producción. Las dos grandes dificultades son un déficit en infraestructura y otro a nivel de la educación que imparte.
        UTE pierde un millón de dólares por día para poder abastecer de energía a la población. Para que pudiera existir una inversión de porte como las pocas que han venido a nivel de las pasteras, los inversores tendrían que fabricar sus propios generadores de energía, amén del financiamiento de carreteras con el balastro necesario para que mega camiones saquen la mercadería durante las 24 horas del día. Tienen que crear a nivel de infraestructura, casi todo, hasta el mismo puerto de aguas profundas para exportar.
        En esas condiciones de precariedad que tiene el Uruguay nadie está interesado en invertir, porque para eso tendría que existir la plataforma de funcionamiento previo a la captación de capital productivo y si hay que crearla desde cero, no es negocio para nadie. Ya no existen en ningún lado pioneros y visionarios como a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
        Se podría empero captar inversiones que operan con empresas de importación y exportación y atestiguan en el Uruguay con la visión puesta en la región, pero aquí es donde aparece el otro déficit que tiene nuestro país: no cuenta con gente calificada al nivel que hoy se exige para intervenir.
        A estas falencias propias del Uruguay, hay que agregarle las dificultades en la integración regional y, por ende, una necesidad vital de inserción extra regional.
        Como puerta de entrada en la Cuenca del Plata, que es el gran atractivo que ofrece, debe enfrentar la hostilidad de los vecinos, de modo que la única salida que le queda es abrirse extra regionalmente.
        Este período de bonanza que ahora muestra una desaceleración, debió ser aprovechado para expandir la capacidad productiva, no para castigar a quien más trabaja.
        Uruguay tiene topeada la capacidad de recibir inversiones productivas por haber vivido durante tanto tiempo como un barco a la deriva, que cuando encuentra el derrotero, un faro le dice que hacia Argentina hay piedras y hacia Brasil escollos.
        Hacia Argentina, las restricciones para la salida de dólares afectando el turismo; el dragado del Canal Martín García; trabas a las exportaciones uruguayas afectando numerosas industrias locales; la postergación de formar parte de una planta binacional que permita brindar conjuntamente una buena oferta a la región; la negación por parte del país vecino de autorizar el uso de la ruta Papix para el funcionamiento de Pluna. Esta ruta al ser más directa ahorra costos de combustible; el impedimento de publicar los informes sobre la calidad del agua del Río Uruguay y el tamaño del muelle que se instalará a orillas de este rio, para que la aceitera CereOil S.A pueda instalarse.
        Hacia Brasil, dificultades legales, de carácter normativo y operacional en lo atinente al acceso a mercados; la falta de procedimientos de consulta en materia de defensa comercial, medidas sanitarias y fitosanitarias, y, lo peor de todo, la ausencia de un procedimiento expedito de despacho aduanero. Brasil, sin querer hacer daño, solo con saldos de exportación puede destruir cualquier industria uruguaya y el problema mayor es que cuando la paridad monetaria es en favor de Brasil, como lo fue durante mucho tiempo, el contrabando desde el norte resulta ser imparable, en cambio cuando es en favor de Uruguay, no permiten que entre un alfiler y el control fronterizo se vuelve estricto. Toda la retórica fundada en Unasur, Celac, Mercosur, Alba y Petrocaribe son simples acrónimos que coexisten con los de OEA, ALCA, Sela, Aladi, Olade, CAN, SICA, Caricom, entre otras siglas sobrevivientes de la vieja ola latinoamericana. El Mercosur, en concreto, ha sido cualquier cosa, menos el facilitador del libre tránsito de mercadería.
        La única preocupación que ha tenido Brasil hasta ahora ha sido desviar el comercio mediante acuerdos para asegurar su predominio político y económico, con el noble pretexto de salvarnos del neocolonialismo yanqui. Lo que se ha hecho es politizar el intercambio comercial y poner estos organismos al servicio de cualquier cosa menos de los productores y consumidores. Recuerda los viejos tiempos del Comecon y del CAME ex soviético en donde las coincidencias políticas eran la única consideración para comprar y vender entre países, y como la operación podía no ser rentable, se terminaba pagando en especies, papel y corona sueca. Son estructuras opresivas que no les importa el interés nacional de los participantes.
        En ese proceso, por la torpeza y la prepotencia argentina la economía uruguaya que estuvo durante mucho tiempo anclada a la argentina, tuvo que ligarse a la brasilera.
        Si bien es cierto que una debacle en la economía argentina –como todos estamos viendo con nitidez- no ha de generar el efecto contagio que tuvo la devaluación de fines de noviembre de 2001, es de consignar que tanto el Fondo Monetario Internacional, como el BID están alertando y haciendo ver que algún impacto negativo ha de tener. Alarmista y prematuro sería vaticinar un colapso como el de aquel entonces, pero infantil sería creer que la economía uruguaya está blindada, solo porque se aplican criterios diferenciales para los depósitos de los no residentes.
        La gran dependencia macroeconómica ahora, no es con Argentina, sino con el flujo de capitales que vienen de afuera. Como lo vimos en un post anterior, la Balanza Comercial es deficitaria y la de Pagos superavitaria, por la sencilla razón de que el gasto de la economía crece a mayor ritmo que los ingresos.
        Esa diferencia es financiada con recursos del exterior y son estos precisamente, los que comienzan a mermar por la desaceleración de la economía y, a su vez son, los que el gobierno quiere correr con las medidas económicas recientemente implementadas. Llama la atención que las medidas sean adoptadas, precisamente cuando los “capitales golondrina” comienzan a retirarse.