Analicemos los hechos recientes.
En
el preciso instante en que la presidenta argentina, Cristina Fernández, se
permite pronunciarse sobre la decisión de la Suprema Corte de declarar
inconstitucional la ley interpretativa de la Ley de Caducidad y sobre la
polémica generada por el traslado de la jueza Mariana Mota, en su mensaje al
Parlamento al inaugurarse el período parlamentario –claro acto de injerencia en
los asuntos internos de otro Estado democrático y sus poderes independientes-
asistimos al gran tema del referéndum acerca de si las islas Malvinas mantienen
su estatus político actual como territorio del Reino Unido de ultramar. Estamos
hablando de la soberanía que 1.650 residentes tienen luego de vivir allí desde
1833, esto es, desde hace 180 años atrás.
En
este tema si hay alguien que demuestra un día sí y otro también que carece de
absoluta autoridad moral para hablar de la soberanía de otro país, es
precisamente Argentina. La misma Argentina que no aceptó la decisión parlamentaria
y soberana de Paraguay y sin darle derecho a la debida defensa lo expulsó del
Mercosur. La misma Argentina que se va de los elementales códigos de
convivencia internacional que imponen a todos los Estados el recíproco respeto
a su vida interna. Estamos hablando de Estados democráticos como Uruguay y
Paraguay.
Dejando
de lado la falta de autoridad moral de un país como Argentina para hablar de
soberanía, tenemos por delante un tema que me suscita un par de reflexiones.
Inglaterra convoca a los residentes de las Malvinas a un referéndum bajo la
pregunta: "¿Quiere que las islas Falklands mantengan su estatus político
actual como territorio del Reino Unido de ultramar?" y llama de observadores
a todo el sistema político uruguayo.
Una
medida, a mi entender correcta, luego de 180 años de vivir allí y a 31 años de
la guerra con Argentina.
Si
yo me hiciera el exquisito historiador fuera de época, contexto y realidad,
tendría que decir en honor a la verdad histórica que desde el Uruguay fueron
gobernadas entre 1777 y 1814, con total independencia del virreinato del Río de
la Plata, las costas patagónicas, la Tierra del Fuego, el Estrecho de
Magallanes y el archipiélago de las Malvinas. Desde 1858 España y Argentina
llegaron a un acuerdo que reconocía a Buenos Aires la posesión de territorios
del virreinato "sin que se modificara en absoluto lo referente a las
posesiones uruguayas". Lo más
increíble de todo es que en la década del 70’ del siglo XIX, el Senado
argentino aprueba una resolución de apoyo a las reclamaciones uruguayas sobre
la Antártida y lo hizo basándose en el acuerdo uruguayo-español que cedía a los
primeros las Malvinas. La ausencia de un reclamo formal uruguayo por la situación
en las islas es lógica si se lo mira en su perspectiva histórica, ya que desde
1814 hasta 1830, lo que hoy es Uruguay fue ocupado por argentinos y brasileños
en varias ocasiones. Hay que tener en cuenta que cuando se declara la independencia,
los acuerdos establecidos entre Argentina, Brasil y el Reino Unido impedían la
creación de un Ejército y una Marina, lo que hacía imposible mantener por parte
de Uruguay las Malvinas.
Más
allá de esto no tendría sentido, creo yo, defender hoy la posición uruguaya de
que las Malvinas nos pertenece, porque hay una situación dada y la soberanía en
última síntesis es la opinión de los que allí viven y son residentes naturales.
Uruguay
también podría reclamar a Brasil, concretamente al Estado de Rio Grande do Sul,
el territorio que pertenecía a las Misiones Orientales. Paraguay también podría
reclamarle a Argentina y Brasil el chaco que les pertenecía, pero hoy no tiene
sentido eso, porque lo que importa es lo que desean quienes allí viven y de
ellos no sale ese reclamo.
Un
país como Argentina que se le quedo a Paraguay con parte del Chaco y que encima
en los tiempos de Perón quiso invadirlo, que se nos quedó a nosotros con la
isla Martín García y Timoteo Domínguez, que tiene problemas con Chile por el
canal de Beagle, es básicamente, por decir lo menos, un país peligroso en un
lugar del mundo, en donde lo sabemos todos, no es área de guerra. En esta región del mundo guerra chica, ya es
guerra grande, como lo demuestra la historia uruguaya y más recientemente la
Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. Si algo enseña hasta la evidencia la
historia es una cosa muy simple: la soberanía no es una entelequia que viene
del derecho virreinal, la soberanía es lo que piensa la gente que reside allí.
Decirle
colono a un habitante de las Malvinas que tiene 180 años de descendencia allí,
y que ya no es ni tataranieto sino coruño de coruño, es agraviar gratuitamente
a la gente. La autodeterminación de los pueblos es un tema que nadie que esté en su sano juicio puede poner en cuestión.