Después
de leer la cantidad enorme de artículos que suscita el ex presidente
venezolano, quisiera realizar una serie de consideraciones al respecto,
tratando de ser lo más breve y conciso posible para no seguir en este tema
agregando más vasos a Samos.
En
primer lugar quiero decir que la muerte no es para polemizar acremente, la vida
es para discrepar. Cuando alguien muere sea cual haya sido nuestra opinión al
respecto, debemos tributarle el minuto de silencio que antecede al gran
silencio de una vida que se fue.
El
odio histórico, no me cansaré de repetirlo, es un odio al vacío, porque lo que
ya fue, carece de sentido combatirlo de cara al silencio que la muerte nos pone
por delante, entre lo que queremos decir y expresar y esa persona que ya no está.
Por
lo tanto voy a hablar no del Chávez que se fue y con el que ya no tiene sentido
polemizar, sino con lo que deja Chávez al irse.
Deja
una sociedad dividida y fragmentada producto de su visión binaria del mundo
entre, “chavistas”, los buenos y “pitiyanquis”, los malos.
Deja
destruida la compañía estatal PDVSA.
Atrás
queda con él, el despilfarro más grande que se pudo hacer en la historia
latinoamericana con una petrochequera injerencista, como lo vimos todos, con la
valija de Antonini Wilson. Simple botón de muestra de la ausencia completa de
controles en el manejo fiduciario de los asuntos públicos.
Deja
por ende la conjunción del interés público y el privado cristalizado en las
instituciones venezolanas y por ende el enriquecimiento ilícito en todas las
estructuras de poder.
Deja
un poder concentrado de tal forma, que como vimos todos por televisión,
desvirtúa la naturaleza profesional del Ejército venezolano y lo convierte en
un simple brazo armado del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Deja una Venezuela que antes de la llegada de Chávez exportaba por rubros no petroleros, 6.000 millones de dólares y que hoy exporta tan solo 1.000 millones de dólares. Lo que en buen romance significa que destruyó el aparato productivo con el dólar bien bajo y trabas de toda índole para producir, al extremo de fomentar ex profeso la destrucción del parque industrial, con la consiguiente emigración masiva de la clase media calificada
Deja una Venezuela que antes de la llegada de Chávez exportaba por rubros no petroleros, 6.000 millones de dólares y que hoy exporta tan solo 1.000 millones de dólares. Lo que en buen romance significa que destruyó el aparato productivo con el dólar bien bajo y trabas de toda índole para producir, al extremo de fomentar ex profeso la destrucción del parque industrial, con la consiguiente emigración masiva de la clase media calificada
Deja
una sociedad envilecida por la limosna pública y el asistencialismo en un
momento en donde antes de su muerte tuvo que devaluar el bolívar, indicador
claro de que la fiesta comienza a terminarse.
Deja
una masa infantilizada en el culto a la personalidad que abdicando y
renunciando de su capacidad de decidir delega en hombres providenciales sus
responsabilidades y tareas. Un pueblo que entra en eso se condena a una
infancia cívica perpetua.
Deja
cristalizado el odio desde el poder al sector que discrepa con sus políticas.
Discursos, pancartas, puños cerrados, insultos y una verborrea tan anti
americana, como puntual para entregar diariamente los 100 mil barriles diarios
que Estados Unidos le exige a Venezuela.
Deja
un mito que a medida que avance el tiempo hará –como en el caso del peronismo
argentino- que todos sus seguidores se sientan más chavistas que Chávez y tomen cualquier frase de las innumerables
que tiene, para sostener una cosa o la contraria.
Deja
un país que habiendo percibido más de 800.000 millones de dólares por divisas
petroleras, hoy tiene un déficit fiscal del 20 por ciento del PBI, que es el
equivalente a 70.000 millones de dólares. El cambio oficial que es un poco más
de 6 bolívares por dólar se triplica en el mercado negro. Hay, hoy, una aguda
carestía de divisas. ¿Cómo entender que luego de percibir más de 800.000 millones
de dólares, se llegue a esta situación crítica?
La
explicación de todo esto está en el petróleo.
En
el 98’ Venezuela producía 3,3 millones de barriles diarios y exportaba cobrando
2,7 millones de barriles diarios. Ahora la producción se ha desplomado a 2,4
millones de barriles diarios, de los que solo cobra 900.000 (los que vende a
Estados Unidos, el malo de la película). El resto que no se cobra se divide
así: 800.000 van al consumo interno, prácticamente gratuito (y que provoca un
jugoso negocio de exportación ilegal); 300.000 se destinan a pagar créditos y
productos adquiridos en China; 100.000 se restan por importación de gasolina; y
300.000 van a países del Caribe que pagan (si es que pagan) con descuentos y
plazos amplísimos; o simbólicamente, como Cuba, que paga sus 100.000 barriles
con el envío de personal médico, educativo, y policial (y se beneficia del
petróleo venezolano al extremo de reexportarlo).
Deja
una oposición unida luego de años de difícil coordinación para enfrentar este
desquicio, puesto que la oposición venezolana, eligió a un líder inteligente y
valeroso (Henrique Capriles) y tuvo un buen desempeño en las elecciones: recabó
casi siete millones de votos.
La
oposición hoy está en una difícil situación porque el régimen ha de apelar a la
emotividad social de la figura mítica de un Chávez embalsamado, pero eso no
significa que salvando la prueba que estos treinta días que se avecinan le
pone, no pueda repuntar ante las inconsistencias propias que estos populismos
suelen generar, con toda su secuela de envilecimiento en las matrices sociales.
Finalmente,
la muerte de Chávez deja un vacío imposible de llenar en la región. Toda esta
oleada de gobiernos progre que sufrimos, se queda sin el financista.
Lo
he dicho y no me cansaré de repetirlo: No existen los hombres imprescindibles,
el cementerio está lleno de imprescindibles.