domingo, 1 de noviembre de 2009

La irresistible ascención de Emiliano, el gran encantador de serpientes, que nos faltaba.



Confieso que estoy tan asombrado como el que más al leer las cifras del escenario político que tenemos por delante.

Aquí no hay vuelta de hoja y cuando las urnas cantan, lo que dicen aunque sea duro, hay que entenderlo e interpretarlo.

Si alguien se toma la molestia de leer los artículos de este foro, podrá encontrar argumentos hasta el cansancio, para enfrentar políticamente a este elemento.

Pertenezco a la época en donde refutar políticamente algo, tenía su sentido. Siempre fui de los que creí en la palabra y el juicio como modo de transformar la realidad y participar en política. Me encuentro hoy con una realidad nueva, en dónde las palabras huelgan y los juicios políticos pagan tributo, cuando vienen de un lado y en cambio cuando son de otro, se puede decir cualquier cosa al voleo.

En ese proceso, en donde fui dando mi opinión a cada paso de la campaña, ocurrieron muchas cosas en mi vida personal, que no vienen al caso aquí. Me llamé, por diversos motivos a silencio, en el tramo final de la campaña. No creo que Lacalle haya cometido errores, sino que la percepción de lo que es acierto y error, hoy está manipulada. Yo hubiera hecho la campaña de otra manera, apelando al sentimiento y la emoción de ser oriental, no meramente blanco; no hubiera argumentado nada importante, ni puesto en discusión una sola idea y me hubiera limitado al hecho de ser el más experimentado, el más capaz para timonel de los uruguayos.

Digo esto porque lo que se está enfrentando es una irracionalidad que puede decir cualquier disparate, de modo que no se ve la razón por la cual, hay que poner ideas al viejo estilo. Es una opinión que me sobrevino a cierta altura de la campaña, pero más allá de eso, nada garantiza que de haber sido las cosas como estoy diciendo ahora, los resultados hubieran sido mejores.

Soy consciente que mi opinión molesta, no solo a quienes enfrento con esta única arma que es mi teclado, sino también a otros, que por lo visto están en misa y en la replicación, en la lucha contra la subversión y la subversión, también.

Escribí un artículo, hace ya tiempo atrás, que tiene más vigencia ahora que entonces y que se llama, El hombre irracional en el Uruguay de hoy en donde digo claramente que la racionalidad en política pudo muy poco contra el nazi fascismo en su momento.

Como decía Mac Namara, “La racionalidad no nos va a salvar” cuando se enfrentan cosas que están más allá de uno mismo. El multiverso sigue siendo incognoscible y las fuerzas que lo mueven escapan, en gran parte, a nuestro entendimiento limitado.

Pienso que aquí es Shumpeter quien tiene algo importante que decir. Traduciéndolo del castellano traducido al lunfardo impresentable, lo que nos dice en buen romance es esto: Cuando los agentes intervinientes en el proceso productivo de una sociedad –la burguesía nacional‑ se ponen a escupir del plato donde comen, porque todo eso que el sistema les brinda no significa nada para ellos, es cuando el capitalismo cae. No importa el Producto Bruto Interno, ni la macroeconomía, la balanza de pagos o la balanza comercial, si los que van a intervenir como agentes económicos, reniegan del sistema. Si nada significa para ellos, los premios que el orden existente de cosas les brinda, el capitalismo, sencillamente, cae.

El Uruguay es un pequeño país en la Cuenca del Plata, aguantado artificialmente desde afuera por razones que están más allá de lo económico y que hacen al lugar privilegiado que ocupa en lo geopolítico, entre dos gigantes.

Si ha sido el país de lo no viable, viabilizado, lo fue por la sencilla razón de que existió, en sus agentes intervinientes ‑la burguesía nacional‑ la voluntad política de que así fuera. Cuando Lord Ponsomby le dice al Conde de Itamaratí que “Inglaterra quer fomar península hanseática para comerciar y negociar”, no habla solo, no predica en el desierto, habla así, porque encontró socio local en la pujante burguesía mercantil portuaria de la época.

Cuando Alberdi dice que “Civilizar es poblar”, lo afirma por la admiración que suscitó en él, ver como un pequeño país despoblado, traía más inmigrantes que Argentina, al Río de la Plata, proporcionalmente, considerado.

Nunca me gustó ser agorero del desastre, porque la esperanza es lo último que se pierde pero evidentemente, el Uruguay ha retrocedido muchísimo más de lo que aparentemente, parece.

Ya sabemos que cada país tiene el Gobierno que se merece y que ese divorcio entre la base y la cúpula que algunos creen ver, es totalmente falso; las bases son peores que sus dirigentes.

Hasta el 25 de octubre de 2009, sentí sobre mis hombros la responsabilidad política de enfrentar este estropicio que existe ahora, hoy siento que la responsabilidad ya no es más mía, ni tengo porqué aportar mi pequeño granito de arena: Hoy la responsabilidad es de aquellos que no querían que “avive giles”, porque haciendo un juego doble, se sienten vida y milagro. Si tienen una salida mejor, quiero verla, porque así como vienen las cosas, van camino al Averno, también.

Ahora, que se hagan cargo los “dublé” de ese monstruo televisivo que minuciosamente, se pusieron a fabricar.