En el Frente, con la política partidista como eje y sin acuerdos comunes, quedaron relegados a segundo plano, los temas económicos y comerciales. El lenguaje florido y pintoresco de un candidato, es más importante, que cualquier abordaje serio de la realidad que se viene pasadas las elecciones de octubre.
Por lo visto, el tema de la merma de las exportaciones a mercados cada vez más proteccionistas, el default inminente que lleva a Cristina Kirchner a la necesidad de adelantar las elecciones, el nuevo rol que el G20 quiere hacerle jugar al Uruguay a nivel financiero, quedan fuera del debate, y lo que importa es esa comidilla política insustancial para cada barra. El ataque, el denuesto, el insulto son más importantes que el debate económico serio y cuando se quiere incursionar allí, son todos cánticos a una gestión de Gobierno mediocre, fiscalista y sectaria, por la cual, nadie siente demasiado entusiasmo.
No se dieron cuenta que en octubre de 2004, en primera vuelta, la gente eligió un Gobierno y no una oposición antisistémica dentro del sistema.
No comprendieron que el arte de ganar una segunda gestión es generar nuevas expectativas, pero desde el lugar que anteriormente, la gente les otorgó.
No comparten, ni las preocupaciones de los exportadores, los importadores, la Cámara de Industria, la Cámara de Comercio, la Federación Rural, ni siquiera las inquietudes de la Cámara Uruguay‑Estados Unidos, que era el buque insignia que justificaba el haber llamado, nada menos que a alguien como George Bush, en el momento de su menor popularidad mundial.
No les importa la situación del pequeño y mediano productor agobiado por una política fiscal por la cual paga más, el que trabaja más y pagan menos las 200 familias y las multinacionales instaladas en Zona Franca y Puerto Libre, donde como bien se sabe, opera justamente, lo que el G20 está tratando ahora de controlar.
Lo único que les importa es multiplicar pobres para desde una fábrica de miseria contar con electorado cautivo, mientras el 1º de marzo de 2010 el que asuma, tendrá que vérselas con una de las crisis más grandes de nuestra historia, generada tanto por factores externos, como por la ineptitud, la inoperancia y la incapacidad de un Gobierno; que prometió cambiar para terminar cambiando exclusivamente él; que se pasó la vida con una retórica pobrista para terminar reconociendo, en expresiones de su ex Ministro de Economía y presidenciable Danilo Astori, que no mejoró en nada la distribución de la riqueza y eso bajo el más inconcebible ajuste fiscal; que tiene en su haber casos de corrupción graves como los de Bengoa, Arana, Muñoz, Roselli, Rossi, el vicepresidente Nin Novoa y el Presidente Tabaré Ramón Vázquez Rosas. Que asumió el Gobierno con 7000 mil presos y ahora tiene 8158; que condena a la población a la más espantosa inseguridad ciudadana, incluso en departamentos del interior del país, tradicionalmente calmos.
Hay que darles la razón, no son lo mismo: son peor de lo mismo.