"El país no puede vivir sin izquierda y nosotros no tenemos izquierda después de este Gobierno", dijo Helios Sarthou en una oportunidad, en una observación de carácter político que es exacta, pero que exige una reflexión más profunda al respecto.
Si yo fuera Sarthou, no lo diría así, sino de esta otra manera: "El Uruguay ‑heredero en gran parte del jacobinismo y el girondinismo afrancesado- no puede vivir sin un espectro político creíble y nosotros, mutilamos tanto la derecha, como la izquierda clásica. Como no existe a la vista una "nueva izquierda" creíble, salvo que alguien crea que los Castro's y los chavistas rioplatenses compadreando a lo Kirchner -el patotero sentimental-, lo son, lo que resta de ahora en más, es una nueva derecha creíble". Eso es lo que le duele a Sarthu, lo que él llama "izquierdicidio" y que yo llamaría: "el fin de los que posan de impolutos contra la corrupción", también, por supuesto, de los aprendices de Osvaldo Dorticós, como quiso ser Sarthou y no le funcionó.
Todos hemos visto que la sociedad uruguaya se fragmentó, no por los "blanqui colorados rosados asquerosos, malos, inmundos", sino por la devaluación de Brasil en el 99', cuando la consigna de los productores rurales era "Rentabilidad o Muerte" y los Mujica's, los Vázque'z y el "casco" irresponsable, fueron a los ranchos de lata de todo el país a decirle cualquier cosa a la gente, mientras una patota de "malevito a la violeta" a la vieja usanza, robaba y asaltaba en Carrasco sur, al mejor estilo de la piñata sandinista. Debe ser eso lo que Tabaré Ramón Vázquez Rosas, teme que le hagan a él.
No existe a nivel mundial más izquierda clásica, por una sencilla razón: para nosotros los uruguayos el "comunismo" es una suerte de idealidad irrealizada en el tiempo histórico a quien la vida podría darle una segunda oportunidad si este, el otro o aquel fueran mejores, pero para los europeos es una cosa muy concreta que tenían delante de la nariz, viviendo en la miseria, porque más que una ideología, esos tipos, tienen un psiquiátrico en la cabeza.
Todo país precisa, no una izquierda como cree Sarthou, sino una oposición y lo que hemos vivido en este último período es que el Gobierno no sabe ser Gobierno y la oposición no sabe ser oposición. El Gobierno quiere ser Gobierno y oposición, todo junto a la vez y la oposición ‑que fue Gobierno‑ no sabe agendar temas que le permitan llevar la delantera en el debate político nacional. Esto le da al Frente Amplio un escenario inédito, que tampoco sabe aprovechar, porque ofrecer un falso pobre, un bichicome mental y por otro lado un ejecutivo de multinacional anti clase media, no es presentable, por más Carámbula que se le ponga al estofado.