martes, 24 de marzo de 2009

CRISIS DE VALORES



        Creo que este es un momento en el que muchos sufren una gran crisis de valores, cuando se proclama con total ignorancia el fin de las divisas tradicionales, cuando se descalifica al adversario como sí fuera un enemigo y se busca unificar el rechazo no respetando su divisa, en una época en la que hay quienes creen que la historia del Uruguay surge con ellos y que todo lo que se hizo en 150 años está mal, cuando más se pretende sustentar ideas estereotipadas con un fanatismo digno de mejores entusiasmos. En un momento así, más necesario es reflejarse en el espejo del compromiso con la palabra empeñada y defender la integridad de lo que se dice.

        En una etapa de la vida del Uruguay en dónde se acepta con inconcebible lenidad moral a los propios, lo que se ha venido denostando en los ajenos, en dónde se pretende ver el mundo y también acusar a los demás, siempre con un ojo tapado, cuando las diferencias políticas son convertidas en motivo de descalificación moral, cuando se rechaza gratuitamente como de "herencia maldita" todo lo que luego al viajar al exterior resulta que termina siendo un motivo de orgullo por el prestigio que el Uruguay supo ganarse, como si ese prestigio nada tuviera que ver con la así llamada "herencia maldita", cuando se pretende rebajar el debate en la ordinariez, cuando el valor de la palabra deja de importar y lo único que cuenta es hacer de la impunidad verbal una forma patoteril de influir en mentes simplistas. En una época así, lo más esencial es cultivar la palabra bien dicha, el concepto reflexivo, la idea y el pensamiento coadyuvante y los planteos que son de recibo al tema que se está abordando.

        Creo que en una situación como la actual, en donde campea la más inconcebible inseguridad ciudadana, en donde se castiga el trabajo, el esfuerzo y el ahorro interno favoreciendo con humillante limosna la vagancia y la holgazanería, poder recuperar valores que han sido importantes para los uruguayos, es crucial, porque lo que hoy está en cuestión es nuestra propia situación como país independiente en la Cuenca del Plata.

        Pienso que hay que mirarse en el espejo de Churchill y decirle al uruguayo: "No pierdas nunca la cabeza, aunque a tu alrededor todos la pierdan", porque "se puede mentirle a mucha gente, durante mucho tiempo, pero no se puede mentirle a tanta gente, durante tanto tiempo".

        Creo que el Uruguay está al borde de un precipicio moral que anuncia una nueva realidad económica: falta de seguridad, de certeza jurídica, exceso de reglamentación, atropello sistemático de carácter autoritario y fundamentalmente, pérdida de valores que han sido importantes y ponen a nuestro Estado de Derecho al borde de un colapso.

        Es la hora de recapacitar, de dejar los odios del pasado que hoy nada expresan -el odio histórico es siempre un odio al vacío- y empezar a entender que en política, como en tantas cosas en la vida, el ejemplo, debe de venir de arriba, de los que fueron mandatados a ejercer responsabilidades.