lunes, 5 de enero de 2009

Algunas reflexiones sobre los años de plomo.

          La pregunta que se hacen muchos parecería ser siempre esta: ¿Cómo puede ser que se calle y otorgue, ante evidentes excesos represivos del bando castrense y en cambio se ponga el grito en el cielo ante los excesos del bando castrista? Formulada dicha pregunta se responden: son unos hipócritas que defienden sus intereses ¡Viva Castro! 

          Como se puede apreciar es una forma por demás simplista de conformarse mentalmente, porque eso mismo es lo que ellos hacen y cuando no tienen más argumentos salen diciendo que "la violencia de arriba trae la violencia de abajo", cuando todos sabemos que la violencia real que la gente sufre es no poder viajar en ómnibus para ir a trabajar, porque el transporte está de paro: Los ricos no viajan allí, sino precisamente, el común de la gente. Las manifestaciones estudiantiles que ponen al educando de rehén en una confrontación que está más allá de su comprensión. La inseguridad ciudadana que deviene de hurtos, robos y atentados, no siempre, precisamente, espontáneos. De que eso es una agresión, no se dan cuenta. En cambio de las medidas que se adoptan para enfrentar dicha situación, les resulta ser la verdadera agresión. Se llega a una lógica perversa: si yo le tiro una bomba a un ómnibus en plena "manifestación popular ", es violencia de "izquierda", si la policía toma medidas, es de "derecha". Digo yo: se puede ser más idiota. 

          Cómo no se aguanta esa forma de razonar, cuando cuentan la historia, el relato suele ser al revés de lo que pasó y resulta que tan esbeltas criaturas son las grandes víctimas inocentes de una maldad muy grande. 

          Se llega a una especie de perversión valorativa, merced a la cual, los excesos de una parte, son el eje argumental que legitima los excesos de la otra parte. 

          Si a eso se suma el nivel de discusión interno en el que viven subsumidos, ‑ellos creen que los demás no se dan cuenta de lo que hablan internamente- las cosas cambian entonces de naturaleza. 

          Vivían -¿viven?-, permanentemente discutiendo cuál es el momento adecuado para una lucha de carácter insurreccional, si al estilo partisano, guerrillero o miliciano, si un foco, un frente, una coordinación, un partido o un movimiento y cuando alguien dice que hay que ir ya, ahora o nunca, al combate y generar de una vez por todas "la propaganda del hecho" necesaria para que "una chispa encienda la pradera", otro le responde, "en esta instancia todavía no es el momento". Están también los otros, los que "tan solo dudan, si para mañana o dentro de un rato". Digo yo: Se puede ser más imbécil. 

          Están también los tesoreros, los que roban dinero y azotan a cualquier ricachón con sus desmanes, pero lo hacen por "mucho amor a la causa revolucionaria" y no por razones fiduciarias, como se los acusa. Cobran "impuestos revolucionarios" y aplican una lógica muy específica: "Que los ricos financien esta lucha". Después se quejan de que están "en la mirilla del enemigo" y se hacen los inocentes, cuando son el principal botín de guerra y motivación que la soldadesca tiene para actuar. No entienden bien porqué tanto ensañamiento, justo contra ellos que no cometieron ningún delito de sangre. 

          Después vienen los resultados, la lloradera, "La hora de los hornos", los izquierdos humanos, en dónde descubren que "el horno no está para bollos". Les gusta la cosa, pero no les gusta su consecuencia. 

          Están también aquellos que "la tienen clara", son los que obran conscientemente con tanta mala fe que "están jugados". Esos son los que después no tienen otro tema que la necrológica para ascender y obtener cargos políticos. Cuentan los muertos de cada grupo interno y de allí se desprende la cantidad de cargos que le pertenece a cada uno. 

          El trasfondo político de todo esto tiene otras consecuencias más profundas. Los tupamaros fueron reducidos el 14 de abril de 1972, que fue cuando se descubrió el arsenal de armas con el que tenían preparado un asalto al poder. Era el día "D" que se aproximaba. 

          A partir de ese momento y según testimonios luego conocidos estaban negociando con el ejército una "tregua armada". 

          El golpe de Estado vino el 27 de junio de 1973, es decir un año y dos meses y medio después, cuando la subversión había sido derrotada. 

          Dieron el golpe con el argumento de que fueron llamados, cuando es un hecho de que para gobernar 11 años, nadie los llamó. 

          Como San Jorges en la lucha contra el Dragón usurparon el poder corporativamente: ese es el juicio político que la sociedad uruguaya debe encarar, no lo otro, porque el tema de la lucha contra la subversión, es lo que dice un viejo refrán: "Tu lo quisiste, Fraile Mostén, tu te lo ten". 

          En las mismas canciones de Viglietti expresan con claridad lo que pensaban: "Si perdiéramos la acción, ya sabemos nuestra suerte, o pues juramos ser libres, o libertad o la muerte", como si Libertad o Muerte, fuera un grito por la muerte. Según Actas Tupamaras de la época, estaban en una guerra que asumían "con todas sus consecuencias", de modo que no se ve claro el motivo del llorisqueo, al menos por parte de esta gente, porque todos sabemos que hubo otra, que se la ligo, sin comerla, ni beberla. 

          Pienso que hay de hecho una justicia que se va procesando sola y que va afectando al desborde de cada parte. El primero, el tupamaro, porque tuvo de rehén a toda la población generando una psicosis de encrucijada y falsa salida, el segundo, el castrense porque hizo lo mismo, usurpando el poder, agobiando la economía y todas las expresiones culturales y sociales, porque gobernó al margen del estado de derecho y porque se negó al uso de la inteligencia recta, hasta alcanzar la perfección de su diabólica dominación. 

           Un país dividido en castristas y castrenses que ignoraba su tradición batllista y se jactaba y se burlaba de dicho legado, es evidente que había perdido el rumbo. Cuando clausuraron al Parlamento, nadie salió a manifestar. 

          Hoy estamos nuevamente en una situación parecida, en donde tras la inseguridad ciudadana uno vislumbra una mano negra: con las uñas de Cristina y la vellosidad de Hugo, haciendo finanzas, disfrazándose de policía y demás. La prensa ya no hace sensacionalismo con esas cosas de manera que la opinión pública no se inquiete, pero es evidente que en el Uruguay actual hay gente que como los borbones: "Ni olvidan, ni aprenden. 

          Para cerrar este pequeño introito a algo muchísimo más triste que esta breve interpretación, quiero decir con Días de Blues, 

Hombre que naciste ayer

Cuanta tristeza hay en ti

Tristeza que has de sentir

Toda tu vida

 

Gente que empieza a vivir

Que es lo que vamos a hacer

Muchos caminos habrá

Para elegir

 

Hombre que naciste ayer

Cuanta tristeza hay en ti

Tristeza que has de sentir

Toda tu vida

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