“Somos valencianos, somos españoles,
no a los países catalanes”, manifestaban esta consigna en Valencia los
españolistas.
Esto indica la razón por la cual el
independentismo catalán es la segunda preocupación de los españoles. Estamos
hablando de un país en dónde el 40% de la población habla otro idioma además
del castellano.
Lo dije en otro post: Un fantasma
recorre Europa, que hoy no es el comunismo como en los tiempos de Marx, sino el
independentismo.
Están quienes sostienen que España no
es un país, es un invento de Isabel la Católica y están quienes sostienen que
católico en latín quiere decir universal.
Lamentablemente, el independentismo
catalán sufrirá el escarmiento necesario para evitar otros brotes similares en
el resto de Europa.
Lo interesante de todo esto es que el
independentismo catalán no se dirige, ni le importa la opinión pública del
resto de España, sino ganar a la opinión mundial. Sin embargo, a los españoles,
les pesa la situación que está planteada en Cataluña.
Se ha dicho, no sin cierta razón que
éste conflicto está en la mira de toda Europa, porque de cómo se resuelva es
decisivo para el resto de los otros separatismos.
Los brotes separatistas hay que verlos
desde varios ángulos.
Decía José Bleger, en Psicología de la
Conducta, que si una cosa que viene del pasado, sigue existiendo en el
presente, no hay que buscar entonces las causas en el ayer, sino en la realidad
actual.
Es evidente, que hay una realidad dada
–en el sentido max weberiano‑, que
reproduce generación tras generación, los determinantes de una percepción de
falta de libertad, autonomía y desconsideración del poder central. Podrá ser
real o imaginario o como dicen algunos, es la consecuencia de la demasiada
autonomía que la democracia les fue dando y por eso llegan a esto. Pero sea
como sea, algo se repite en el tiempo y tiene causas actuales.
Es allí en dónde sociólogos, psicólogos
y el sistema político tendrá que trabajar para detectar cuál es el factor
irritativo que genera el ímpetu independentista. La idiotez emocional está al
servicio de alguien que tiene intereses económicos en crearla y fomentarla.
Uno de esos factores es el tributario.
Tener autonomía impositiva, ya es poder auto gobernarse. Cierto tipo de
operadores económicos catalanes –lo que en jerga marxista se diría la burguesía
catalana‑, movió el árbol extremando las cosas, para ver si podía recibir más
nueces que las que tenía.
El partido de Carles Puigdemont –el PDeCAT‑,
es un partido de derecha, por eso no logran formar ahora una lista única con
Podemos, que es de ultra izquierda.
El gobierno español sabe que si juega
al miedo, tiene la batalla perdida, porque los victimiza. Entonces optó por
jugar a la desacreditación, ante la misma gente autonomista.
A su vez el independentismo dejó de
jugar al silencio como defensa ‑para no invertir la carga de la prueba‑, y
pasar al “arrepentimiento” bajo fianza. Dicen en España juristas entendidos que
es lo peor que pudieron haber hecho; más les valía que la carga de la prueba
estuviera en manos de quienes los acusan.
Todo se juega en las elecciones del 21
de diciembre de este año y allí se verá que peso específico tiene cada fuerza.
Sólo mientras tanto, los capitales siguen
fugando.