Stefan Zweig sostenía que cada época histórica tiene hombres del destino. Individualidades que trascienden y que enseñan que hay un antes y un después.
En esta hora incierta quiero evocar a uno de los grandes del Partido Nacional.
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Washington Beltrán Barbat (n. 7 de
febrero de 1885, Tacuarembó – 2 de abril de 1920, Montevideo), abogado y
político uruguayo.
Nace en una familia muy humilde de lo
que hoy es el departamento de Tacuarembó. La tuberculosis le quita a temprana
edad a su madre, a su padre y a su hermana mayor. Comienza su adolescencia
trabajando duramente para ayudar a su abuela y a sus hermanas. Hijo de Luis
Beltrán y Jacinta Barbat abandona en su juventud su Tacuarembó natal para
radicarse en Montevideo. Su pueblo, viendo la brillantéz de este pequeño,
inicia una colecta de dinero para financiarle los estudios en la capital.
Comienza tempranamente su militancia política, participando en distintos
gremios estudiantiles. Realiza su primer discurso político a los 18 años. De
esta etapa puede destacarse la representación que realizó de los mismos en los
congresos llevados a cabo en Chile y Buenos Aires. En este tiempo también
pueden ubicarse sus primeras incursiones en el periodismo, escribiendo notas
para La Democracia.
Contrae matrimonio con Elena Mullin
Moenckeberg, fruto del cual nacen Washington, Enrique, Elena y Marta.
Se
gradúa de abogado y ejerce como docente de literatura en la Universidad de la
República. Su vocación de escritor le valió una prolífica producción
periodística, escribiendo para distintos medios del Uruguay, como La Razón, La
Tribuna Popular y la revista científica Evolución. En 1918 participa en la
fundación del diario El País, junto a Leonel Aguirre y Eduardo Rodríguez
Larreta, con quienes comparte la dirección del mismo hasta su muerte.
Además de su labor como periodista se le
suma la producción de varias obras literarias como “De la Raza”, escrita en
colaboración con Ismael Cortinas, “El contrato social”, publicado en Buenos
Aires, el estudio literario “El genio”, “Cuestiones Sociológicas”, en el cual
escribe sobre la niñez, “De actualidad política”, “Los filósofos del siglo
XVIII”. La obra que pensaba titular “El heroísmo en el genio” quedaría
inconclusa debido a su fallecimiento.
En el año 1990 la Cámara de
Representantes de Uruguay le brinda un homenaje editando cuatro tomos que
recogen parte de su intensa actividad como orador y periodista.
Siendo aún joven accede a la dirección
del Partido Nacional principalmente debido a su capacidad para la oratoria. A
los 27 años es electo Diputado por su partido. Posteriormente fue miembro
informante de la Comisión Redactora de una nueva Carta Magna que finalmente
sería aprobada en 1918. En ella se ven plasmadas muchas de las ideas que
defendía como el voto secreto, la inscripción obligatoria en el Registro Civil,
representación política proporcional, la prohibición para intervenir en asuntos
políticos a las autoridades policiales o militares, el derecho de interpelación
y el sufragio universal.
Una multitud cargo el ataúd en su
cortejo fúnebre.
El 1 de abril de 1920 publica en el
diario El País, un artículo titulado “Qué toupet”, el cual motivaría ser retado
a duelo por parte del ex presidente José Batlle y Ordoñez. El duelo con
pistolas fue fijado para el día siguiente, oficiando de padrinos de Beltrán sus
compañeros del diario, Leonel Aguirre y Eduardo Rodríguez Larreta.
El primero en llegar al lugar convenido,
el estadio Gran Parque Central, fue Beltrán pasadas las diez de la mañana,
acompañado de sus padrinos y de su médico, el Dr. Arturo Lussich. Luego de
pasados unos minutos llega el retador acompañado por sus padrinos, Ovidio
Fernández Ríos y Francisco Ghigliani, su médico el Dr. Lorenzo Mérola y el
director del lance, el Dr. Domingo Veracierto.
Debido a la fuertes lluvias que se
desataron en el momento del comienzo del lance, el duelo tuvo que ser
suspendido en dos ocasiones de cinco y diez minutos. El duelo se reanuda a las
once menos diez y ambos se disparan sin hacer blanco. Luego de cargar
nuevamente las pistolas, se reanuda el duelo, pero esta vez, Batlle y Ordoñez
hace blanco a pocos centímetros de la axila derecha de Beltrán, el cual muere
pocos minutos después.
Referido a este trágico hecho, Leonel
Aguirre escribe en las páginas de "El País":
... del dolor que causó su muerte prematura, nada tenemos que decir cuando
todavía vibran las resonancias del homenaje, tal vez único por el sentimiento
profundo que lo anima y como consuelo para los suyos y para nosotros mismos,
pensamos que si ha oído ese clamor de muchedumbre dolorida y ha sentido la
sombra impalpable de la gloria descender sobre la despejada y tensa frente,
Washington Beltrán ha debido decirse que su muerte no sólo es hermosa, sino
también fecunda como la soberbia enseñanza de moral política.