No
falta a esta altura del partido quien crea que está todo el pescado vendido y
que el triunfo de Vázquez es una mera cuestión de trámite, de oficio, una
pasada.
Me
resisto a ver las cosas de esa manera.
La
democracia republicana se asienta en el equilibrio de poderes. Un Poder
Legislativo independiente que discute los temas y les da tratamiento
sistemático, hace las leyes y controla, fiscaliza políticamente al Poder
Ejecutivo.
Un
Poder Judicial autónomo que juzga con independencia de criterio y no sometido a
los dicterios del gobernante de turno, es fundamental para darle transparencia
a la función pública.
Un
Poder Ejecutivo que gobierna y utiliza sus potestades.
Si
vemos la realidad de estos últimos 10 años, podemos constatar que el gran
problema que hemos tenido los uruguayos ha sido el desbalance que la mayoría
parlamentaria genera en su aquiescencia. Se llegó incluso a una asonada
enfrente de la Suprema Corte de Justicia y presiones insostenibles por parte
del elenco gubernamental.
Quiere
decir que para una democracia republicana las mayorías parlamentarias atentan
contra ella. Porque la democracia no es el gobierno de las mayorías, sino el gobierno de la mayoría que respeta
a la minoría.
El
triunfo de Luis bajo control parlamentario del Frente Amplio, ahora que tiene
experiencia de gobierno y no es un chiquilín con berrinches de nene chico
manifestando, creo que sería muy positivo, porque evita el exceso y el abuso de
poder y le permite al partido nacional gobernar pulcramente como ha sido su
gran divisa: Austeridad republicana, honestidad administrativa, manos limpias,
frente alta.
Como
decía el compañero Gervasio, alias José: “Es muy veleidosa la probidad de los
hombres, solo el freno de la Constitución puede afirmarla”.