jueves, 10 de octubre de 2013

La derrota cultural de la derecha y la victoria “cultural” de la izquierda.


       Desigualdad y abuso han sido los caballitos de batalla de la izquierda para derrotar culturalmente a la derecha.
       Generaron una mentalidad, tras la caída del Muro del Berlín, en donde los malos son los industriales, los comerciantes, los que generan riqueza y los buenos quienes no pueden entrar en ese mundo. Es algo totalmente inconsistente en sus términos, porque si más quieren lo mismo, los adelantados son los avanzados, no los rezagados de toda la vida.
       Descubrieron que ponerse de víctima, da más resultado que ser triunfador y exitoso en la vida.
        El mismo nacionalismo provinciano que los cuestionaba en la crisis del socialismo real, lo usaron en Occidente para defender una alternativa diferente a la división del trabajo mundial.
       Le hicieron creer a la gente tonterías. El comunismo fracasó porque a Rosa Luxemburgo, Lenin no le dio importancia y cosas así. Y si Rosa Luxemburgo hubiera triunfado ¿hubieran sido diferentes las cosas?
       Cuando la derecha se sentía victoriosa en los años 90’ perdió de vista que un enemigo oculto la esperaba en las sombras para darle la batalla decisiva. Los bienes de consumo, para los cuales educamos a nuestros hijos, como decía, el bueno de Russell W Davenport, pueden significar muy poco cuando homus dialecticus aparece como una mutación de homus economicus. Homus economicus, decía Russel W. Davenport, crea los valores económicos bajo los cuales vivimos, homus dialecticus es el hijo contestatario que utiliza el modo de pensar del padre contra los bienes de consumo que éste defendía.
       Hemos creado un mundo de valores en donde el desarrollo de la economía y el bienestar colectivo equilibrado es lo que todos queremos, pero enfrentamos decía Russell W Davenport, un tipo de hombre diferente en donde el consumo no vale nada y ser pobre es un ideal de vida.
       Siempre acudo a aquel libro de Russell W Davenport, La Dignidad del Hombre, porque es el que aclara premonitoriamente lo que ha sucedido. Es la angustia interior de aquel que comprende que el buen revolucionario es el buen salvaje, mal llamado “hombre nuevo”. ¡De qué sirve trabajar para un equilibrio macro económico, si a la hora de las elecciones está en juego cualquier cosa, menos lo que realmente se hace por el bien de la gente!
       ¡De que sirve educar a nuestros hijos para que salgan a flote en la vida, si después venimos a descubrir que lo único que importa es trabajar para que el parásito social viva a expensas de los demás!
         Abraham Lincoln dio la vida, Martin Luther King, tenía un sueño, Barack Obama es la culminación de ese proceso, su punto terminal y sin embargo, venimos a descubrir que el equilibrio macroeconómico puede significar muy poco.
       Lincoln era un señor, que vertebró la economía desde el ferrocarril y le dio a Norte América la unificación del territorio y porque era bueno, de los buenos buenos, quería humanidad para una gran nación. Era republicano y eso parece que no quieren entenderlo estos supuestos iluminados de la igualdad.
       Luther King sufrió las humillaciones que le van dando una llaga al alma y cuando uno lo escucha o lo lee, fundamentalmente en aquel libro señero “Porqué no podemos esperar”, entendemos que él estaba inscripto en la ardiente paciencia de los que saben que al final una luz puntual los espera. Es un Mandela distinto, pero esencial al respecto. Todos valoramos eso. Otra cosa es lo que está sucediendo ahora.
       Hoy estamos ante una derrota cultural, muy parecida a la del Imperio Romano en la época de la decadencia.
       Un día escuché este concepto por televisión. Los Imperios caen cuando el concepto que expresaban deja de ser importante para los demás. El Imperio Romano fue idealidad y cuando dejó de serlo, sencillamente cayó.
       El emperador romano era consciente que en cualquier momento cualquiera podía apuñalarlo. “De Bruto – el liberto- el puñal”, decían. Más allá de eso el Imperio Romano se sobrevivió a sí mismo. La idealidad que encarnaba la romanización del Mare Nostrum, estaba más allá de éste o aquel. El Imperio cayó y los barbaros cruzaron el Rhin, atacando los acueductos y dejando a Roma sin agua, porque se perdió la idealidad, lo sublime, el concepto.
       Lo que hoy está sucediendo en Chile es una muestra clarísima de todo esto. El centro derecha está desquiciado en pequeñeces que lo conducen solamente a ver qué lugar ocupan en el parlamento que se avecina. Les preocupa más su cargo legislativo que defender la idealidad de un modelo exitoso.
       Es verdad que hoy el capitalismo, como decía Vargas Llosa no tiene teoría, pero pregunto yo, ¿tampoco tienen memoria?