miércoles, 27 de diciembre de 2017

Uruguay: crecimiento con poco empleo


        En economías dependientes como la nuestra, en donde las empresas formadoras de precio son las importadoras, somos tomadores de precios y por la pequeñez del mercado interno, no hay inflación de demanda, sino de costos, el dilema es de hierro: o se baja la inflación usando el salario real como la variable de ajuste o se defiende el salario por un ratito, hasta que la inflación lo vuelve a bajar.
        El populista dice defender el salario, genera desempleo y al final la inflación hace que los precios suban por el ascensor, pero los sueldos por la escalera.
        El economicista sacrifica el salario para seguir generando empleo y bajar la inflación.
        Otra forma de bajar la inflación es reducir los gastos del Estado, pero eso es lo que justamente ni populistas, ni economicistas quieren hacer. Es el Estado uruguayo el que tiene que ajustarse para que baje el déficit fiscal en el rango meta que va del 3,6% al 2,9% deseado y no el sector privado, que es quien genera empleo genuino.
        Hoy en día vivimos un proceso novedoso, aunque es perfectamente entendible. La economía uruguaya puede crecer un 2,5% y sin embargo no se genera empleo. Una de las tantas causas que explican este fenómeno es el hecho de que ahora ya no se busca el trabajo capital extensivo, sino el capital intensivo. Esto explica que existan áreas de desempleo cero, como las nuevas tecnologías, la informática, las tecnologías de la información y en cambio otros sectores concentren el máximo de desempleo. Así mientras que el comercio, la logística y el turismo se expanden, el agro, la industria y la construcción se retraen.
        De esta forma, si se toma el Producto Bruto Interno del primer semestre de 2017, se puede apreciar que el crecimiento fue de un 57% superior al de 2016, mientras que los puestos de trabajo crecieron apenas un 15%.
        Si se observa en el tiempo este desfasaje entre la generación de empleo y el crecimiento de la economía uruguaya, lo preocupante es que no es un factor coyuntural, sino una tendencia llamada a profundizarse en el futuro.
        Desde el 2014 a la fecha se viene desacelerando el crecimiento económico, que cayó de un 4.5 a un 2%, pero en su deferencia el desempleo subió de un 6% a un casi 8%.
        De acuerdo a un informe de Deloitte los trabajadores “desalentados” de buscar empleo y no encontrarlo y aquellos que están subempleados, se concluye que más de un 17 % de la Población Económicamente Activa tiene problemas de insuficiencia de empleo. Para entender esta cifra hay que considerar que luego de la devaluación de 2002, el nivel de desempleo llegó a ser de un 20%.
        Según una encuesta de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios del Uruguay, los empresarios de comercio y servicios consideran que la recuperación económica no se ha visto reflejada en una mejoría de los niveles de venta de su empresa en particular. Son los que hablan claro: les preocupa la inflación de costos, la rigidez del mercado laboral y los salarios que están por encima de la productividad.
        En este sentido se observa que el sector manufacturero sustituye mano de obra por maquinaria, en un entorno mundial en donde la mano de obra barata, se volvió cara. Influye en este hecho que el salario, por el retraso cambiario, es caro en dólares y le quita competitividad a las exportaciones creciendo por encima del crecimiento económico general. Además, la situación laboral en nuestro país es de una permanente conflictividad. Hubo 105 conflictos en 2017 y ocupaciones en 27 de ellos. Emplear gente, lamentablemente, es comprar varios problemas –dólar retrasado, pérdida de competitividad, conflictividad laboral permanente‑, y en este sentido, el acceder a nueva maquinaria, si bien el mercado interno uruguayo por su pequeñez no lo justifica, en términos de rentabilidad, no es una opción a descartar.
        Tradicionalmente, la reconversión se dio cuando el país se abrió al exterior y el dólar siendo barato permitió acceder a los bienes de capital y los insumos importados. El error clásico del empresario ha sido endeudarse en dólares a largo plazo, para acceder a una tecnología que exige algún mercado exterior para ser rentable en el alto nivel de productividad que tiene. Lo típico ha sido tecnificarse para obtener mayor rentabilidad y trabajar a media máquina, por la pequeñez del mercado interno uruguayo.
        Además de esto el gran error que todos cometen –empresarios, comerciantes, industriales, estancieros, productores rurales, sindicalistas‑, es priorizar los problemas a corto plazo, perdiendo de vista el cambio tecnológico  y los niveles de reconversión industrial que exige.
        Si al gasto del Estado, se le suma el aumento de los bienes no transables como las tarifas públicas y la carga impositiva, es por tanto, perfectamente entendible un crecimiento del 3%, sin generación de empleo.
        Uruguay no se encuentra en las puertas del desarrollo, no logra insertarse del todo a nivel internacional, no prioriza las obras imprescindibles a nivel de la infraestructura, no apuesta a la innovación y en la educación es donde se registra el mayor nivel de desigualdad, porque no prepara a la gente para el nuevo período tecnológico que se avecina.
        Según el economista Ernesto Talvi: “Hace 10 años el 80% de lo que Uruguay exportaba eran materias primas, sin valor agregado. Hoy es lo mismo”. De acuerdo a este economista, el crecimiento sin empleo consiste en el hecho de que: “Los jóvenes que están entrando al mercado de trabajo en la actualidad siguen teniendo aproximadamente nueve años de educación formal, a una distancia sideral de los 14 años que tienen los países desarrollados. Más de 60% de la población joven de entre 18 y 25 años no tiene secundaria completa y casi 50% de los estudiantes de 15 años no logra niveles de suficiencia para insertarse productivamente en la vida laboral”.
        Hoy en día se sabe, por estudios que se han hecho al respecto, que la generación de empleos está en manos de los emprendedores y de los innovadores, pero en nuestro país hay una muy baja cantidad de patentes por habitante, un casi nulo ingreso por royalties y licencias y muy pocos investigadores.

        Por ahora lo único auspicioso es la muy buena temporada turística en 2018.