martes, 5 de diciembre de 2017

Córcega: Autonomía primero, independencia después.


        El nacionalismo corso es una tendencia que exige más autonomía para Córcega de Francia.
        Francia es diferente a España, porque se sostiene en un trípode de condicionantes diferentes. Por un lado, está la Francia oficial que contiene, a la llamada metrópolis, con centro en París. Por otro lado, las provincias, con sus propias realidades pintorescas. En tercer lugar, Francia es el único imperio europeo que transformó algunas de sus antiguas colonias en provincias ultramarinas, y por ende, mantiene territorios que le permiten gozar del segundo dominio marítimo mundial, detrás del de Estados Unidos.
        Para entender lo que significa en este contexto el autonomismo hay que considerar que Francia es el último país centralizado de Europa y donde todo, desde las comunicaciones a los programas de enseñanza pasan por París, eso hace que la realidad actual corsa se sitúe a una distancia sideral de la más moderada de las comunidades autónomas españolas.
         Con todo en el 2003, los corsos dijeron “No” por un estrecho margen a la independencia de Francia.
        En ese entonces el “No” se impuso con el 50,98 por ciento de los votos, frente al 49,02 por ciento del "Sí". Coadyuvó a este resultado la política de descentralización propiciada durante el gobierno de Nicolas Sarkozy.
        Esta vez los independentistas arrasaron en las urnas sumando más del 45% en primera vuelta, mientras Emmanuel Macron sumó apenas el 7%.
        Ahora votaron para formar un Parlamento único, síntesis de las tres asambleas actuales. Esto significa que los representantes de los dos departamentos vigentes (Alta Córcega y Córcega del Sur), y los de la Colectividad Territorial de Córcega forman una sola unidad política. Es la primera vez en la V República que dos departamentos –la organización territorial instaurada por la Revolución– desaparecen.
        “Córcega envía una señal muy fuerte a París y dice que quiere la paz y la democracia y construir una isla emancipada, para que elaboremos juntos una solución política", dijo el actual presidente del gobierno regional Gilles Simeoni.
        Según uno de los tres diputados nacionalistas elegidos a principios de año, Jean-Félix Acquaviva una Córcega autonómica sería “el punto de inflexión para superar, al fin, medio siglo de incomprensión, combate político y pulsos entre Córcega y París”.
        Como marcando un perfil diferencial con sus pares catalanes sostiene Acquaviva: “Autonomía dentro de la República, por supuesto. Porque la autonomía no se inscribe en una república de las galaxias, en caso contrario se trataría de la independencia”.
        En 2015 ganó con un 35,34% y ahora obtiene el 46,7% de los votos.
        Superadas cuatro décadas de lucha armada, por parte del Frente Nacional de Liberación Corso (FNLC), que dejó decenas de víctimas mortales, entienden que la única vía correcta sólo puede ser democrática. Tanto Simeoni como Talamoni dan por seguro que no hay vuelta atrás. La violencia política, la clandestinidad, el terrorismo son cosa del pasado.
        Hay que tener en cuenta que Córcega es uno de los países más violentos del mundo, con una tasa de asesinatos similar a la de Estados Unidos.
        Lo que están buscando ahora es conseguir en tres años un estatuto de autonomía pleno y aplicarlo en los siguientes 10, antes de dejar que la población decida hacia donde ir después. También que Francia reconozca la cooficialidad de la lengua corsa.
        Con poco más de 324.220 habitantes, Córcega apenas representa el 0,4% del Producto Bruto Interno francés.
        Se sienten el pariente pobre de Francia y les molesta que Paris decida por gente que vive a 1000 kilómetros de distancia.
        El 7 de abril pasado el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo desear “la emancipación corsa” y estar “abierto al diálogo”. Meras palabras, según Acquaviva: “Seis meses después de aquel discurso, pronunciado en Furiani, y a pesar de que el ministro del Interior, Gérard Collomb, también dijo aceptar la posibilidad de una autonomía en la República, no hay un marco preciso para un diálogo franco, mientras que, por ejemplo, ya lo hay para Nueva Caledonia”, donde a lo largo del año que viene ha de celebrarse un referéndum sobre la independencia.
        Con la realidad catalana como un duro recordatorio de lo que puede significar apresurarse, el presidente del Consejo ejecutivo de la isla, Gilles Simeoni sostiene que: "No queremos una Córcega dividida en dos. Este país lo vamos a construir juntos".     
        El peligro de un conflicto como el catalán en Córcega ha sido el principal ángulo de ataque de los partidos de la oposición, aunque, en opinión del profesor de la Universidad de Córcega, André Fazi, no está claro que sea suficiente para reconquistar a su electorado. "La situación corsa está objetivamente muy lejos de la catalana", subraya.
        “Algunos políticos intentan utilizar Cataluña contra los nacionalistas corsos, señalando los riesgos que puede suponer este camino”, explica el profesor.
        También habría que agregarle a esto que a diferencia de lo que ocurre con Cataluña, el 30% de la población francesa está de acuerdo con la independencia de Córcega.
        Si bien a partir de 2015 comenzaron a mirar hacia lo que ocurría en Cataluña fundamentalmente por lo económico, para Simeoni el modelo de independencia es el italiano del Vallle de Aosta y para Talaoni el País Vasco.
        En este sentido los adversarios de las tesis autonomista e independentista, sin embargo enarbolaron el caballito de batalla de una supuesta “crisis a la catalana”, discurso recurrente desde setiembre pasado.
        Según el presidente del Parlamento, Jean-Yves Talamoni “Córcega lleva mucho retraso respecto a Cataluña”. Habría desde su criterio un retraso institucional, signado por el hecho de que las competencias de la isla son muy inferiores a las de Cataluña, incluso a las de cualquier autonomía española. También un rezago económico: Córcega es una de las zonas más pobres de Francia, en cambio Cataluña es la más rica de Europa. El presidente de la Asamblea corsa cree que primero hay que auspiciar un desarrollo económico cuantitativo previo, para después poder dar un salto cualitativo hacia mayores niveles de autonomía.
        Más allá de esta diferencia sustancial con Cataluña el Presidente de la Asamblea de Córcega Jean-Guy Talamoni fue uno de los pocos líderes extranjeros en saludar “a nascita di a Republica di Catalogna”. Es decir, “el nacimiento de una República de Cataluña”.
        Su aliado el autonomista Gilles Simeoni, presidente del ejecutivo regional, fue más cauto, sabedor de que el reconocimiento de una República Catalana por parte de Córcega tendría meramente un valor declarativo y dijo: “Saludo la movilización del pueblo catalán, comprendo sus aspiraciones, y entiendo que la declaración de independencia es un acto simbólico y político fuerte”.
        “El reconocimiento simbólico y político que los corsos podamos hacer de la decisión de los catalanes no basta en el plano internacional”, afirmó.
        “Europa no puede ser sólo la Europa de los estados y aún menos de la razón de Estado”, sostuvo.
        Por ahora lo que Pa Corsica (Por Córcega) pide a París es el reconocimiento oficial del idioma corso, la introducción de cambios constitucionales y la creación de un estatus especial para los corsos, así como la amnistía para los separatistas encarcelados.
        Hay quienes consideran que Córcega sufre una colonización por parte de los extranjeros y por ende, quieren impedir que compren inmuebles en la isla. Piden la creación de un estatuto de residentes en la isla que obligue a vivir en Córcega, para ser propietario de casas. A su vez no se consideran un mero lugar turístico como lo visualiza París, sino que quieren inversiones en la propia economía de Córcega.
        Contra la voluntad de París, los autonomistas trabajan para obtener unos niveles de autonomía que romperían con la tradición centralista y jacobina de Francia.
     Los bueyes primero, la carreta después. Autonomía primero, independencia después